La libreta negra de Jim Thompson
Arte salvaje, una biografía que indaga las raíces personales de la escritura más subversiva y vanguardista del género negro estadounidense

La libreta negra de Jim Thompson
eugenio fuentes
Una de las últimas novelas de Jim Thompson, Texas (1965), pone en escena a un jovencito, Art Savage, con cierta inclinación a buscar pelea. Durante una conversación con su padre, Savage le confiesa que se conformaría con que un prometedor pozo petrolero que acaban de localizar le rindiese 182.000 dólares. El padre, que ya se imagina millonario, se sorprende ante tan modestas aspiraciones, por lo que el joven Savage se ve obligado a explicarle que desde los siete años lleva encima una libretita negra en la que va apuntando el nombre de todos los "sucios bastardos" que se lo han hecho pasar mal. Suman 182 y, según sus averiguaciones, le costaría unos mil dólares eliminar a cada uno de ellos.
Jim Thompson, el escalofriante autor de joyas criminales como El asesino dentro de mí (1952) o 1.280 almas (1964), también tenía una libretita negra. En realidad, era él quien tenía la libreta negra de la venganza. Lo recuerda su hermana Freddie, citada por Robert Polito en su biografía Arte salvaje (Savage Art, 1995), que acaba de publicar en castellano la editorial Es Pop y que desde su polisémico título anuncia con toda claridad sus intenciones: indagar de modo exhaustivo, y a menudo muy psicoanalítico, en la tortuosa vida y personalidad de Thompson para encontrar en ella las raíces de una obra, subversiva y vanguardista, que merece figurar muy alto en el panteón de las glorias literarias del siglo XX. Aunque, si no cambian los signos de los tiempos, la crudísima violencia que recorre sus líneas amenaza con arrumbarla en el incipiente neoíndice inquisitorial que van estableciendo los activistas más romos del igualitarismo y el antisexismo.
Si así ocurriere, sería la segunda vez que Jim Thompson (1906-1977) y sus casi treinta novelas cayesen en el olvido. Para su desgracia, la primera acaeció durante su propia vida. Tras haber alcanzado notable éxito en los años 50 con una docena de títulos entre los que figuran Noche salvaje (1953), El criminal (1953), Una mujer endemoniada (1954), Asesino burlón (1954), Un cuchillo en la mirada (1955) o El exterminio (1957), Thompson, víctima de sí mismo y de los acelerados cambios de la sociedad estadounidense, quedó casi borrado del mapa en los años 60 y 70. Hasta el punto de que, poco antes de morir y con su producción descatalogada, consideró conveniente recomendarle a su esposa que no perdiese de vista ni sus manuscritos ni sus copyrights porque, auguró, en una década o así volvería a ser reconocido.
Y no se equivocaba demasiado el hombre que resumió su poética en una frase hoy bien difundida por su legión de neoseguidores: "Hay 32 maneras de escribir una historia y yo las he usado todas, pero sólo hay una trama: las cosas no son lo que parecen". Curiosamente, fue el cine quien consumó el rescate de Thompson. El cine, que en vida le había dado no pocos disgustos ("Hollywood acabó con él", le asegura un familiar a Polito), ya que aparte de cerrarle la puerta en las narices varias veces y obligarle a padecer una desgraciada, aunque rentable, adaptación de su novela La huida, también le sometió a la tortura de ver cómo Kubrick, con quien en 1955 y 1956 había escrito los guiones de Atraco perfecto y Senderos de gloria, le escamoteaba la autoría de la primera.
En cualquier caso, en 1990, Stephen Frears resucitó a Thompson gracias a la adaptación de Los timadores (1963), que además de hacerse con cuatro nominaciones a los Oscar coincidió en las pantallas con otras dos adaptaciones (Hasta la noche, mi amor, de James Foley, basada en Un cuchillo en la mirada, y El exterminio, de Maggie Greenwald). Entre las tres películas generaron un caldo de cultivo lo bastante rico para que, a día de hoy, la casi totalidad de la producción de Thompson se pueda encontrar en las librerías americanas y en España sea accesible al menos una docena de sus novelas, encabezadas por 1.280 almas, por la que el lector español siempre ha sentido predilección. Tal vez porque fue ese título el que, en 1980, dio a conocer a Thompson en España de la mano de una de aquellas precarias ediciones de bolsillo del Libro Amigo de Bruguera que iban perdiendo páginas a medida que eran devoradas.
Es curioso. El destino de Thompson está muy unido al libro de bolsillo, lo que explica su fulgurante ascenso y caída. En esencia, sus novelas fueron publicadas como "pulp", libros y revistas de usar y tirar, impresos en pésimo papel fabricado con desechos de pulpa de madera, que, sin embargo, entre toneladas de basura, fueron el vehículo de notables historietas y narraciones de ciencia-ficción, terror y serie negra. Tras haber publicado tres novelas en los años 40, Thompson, quien a los 45 años gozaba de un cierto prestigio, entró en contacto a principios de los 50 con la editorial neoyorquina Lion Books, del grupo editorial de Marvel Cómics, que viendo agotarse el modelo "pulp" tradicional andaba a la busca de un giro: historias originales, esto es, que no hubieran sido publicadas en tapa dura, para ser vendidas a 25 centavos.
De la mano de Lion Books, Thompson vivió entre septiembre de 1952 y marzo de 1954, un periodo de extraordinaria creatividad e intensísimo trabajo en el que compuso una docena de novelas. Si se hubiera muerto antes, apunta Polito, sólo sería una nota a pie de página, pero después, sobreviviendo a base de guiones televisivos o novelizaciones como Ironside, ya sólo aportó a la gloria 1.280 almas. Su primera novela con Lion Books, para muchos su obra maestra, fue El asesino dentro de mí (infame traducción de The Killer Inside Me), la historia de un sheriff psicópata que tiene ya todos los pesadillescos componentes (fracaso, violencia, sexo salvaje, alienación, desesperanza, venganza, nihilismo) que caracterizan la personal y subversiva demolición thompsoniana del sueño americano. Mientras los EE UU de Eisenhower y Nixon vendían, en gran parte gracias a la televisión, una edulcorada sociedad de idílicas comunidades suburbanas, Thompson mostraba, escribe su biógrafo, "familias de padres débiles y despectivos, madres sofocantes, esposas mandonas, maridos impotentes y parientes incestuosos". Cuando Kubrick se interesó por él, ya conocía El asesino dentro de mí: "Es probablemente la historia en primera persona de una mente pervertida y criminal más escalofriante que yo haya leído jamás", afirmó.
Es fácil entender que, aunque Thompson venga de otra cantera y le saque ocho años a Burroughs, catorce a Kerouac y veinte a Ginsberg, está jugando en la misma liga que ellos. El Kubrick con el que escribió guiones, 22 años más joven que él, era un "beat" de pelo largo cuyo atuendo contrastaba con el tradicional disfraz de esclavo encorbatado de Thompson, pero sus visiones de la sociedad estaban muy cercanas. El parentesco entre todos este grupo de creadores se entiende aún mejor si se tiene en cuenta que el padre de 1.280 almas se sirve de los moldes de la literatura popular para pervertirlos con un contenido vanguardista. Así, El exterminio está narrado desde doce equívocos puntos de vista, mientras que en Una mujer endemoniada la historia se va desmoronando a medida que lo hace la personalidad de la protagonista hasta llegar a un final bifurcado que alterna párrafos en cursiva y en romana. Y en Noche salvaje un escritor hace tempranos cut-ups con la Biblia a la vez que pierde partes de su cuerpo hasta quedar al final sólo con una voz, de estirpe beckettiana: "La oscuridad y yo. Todo lo demás había desaparecido?".
Explicar de dónde surge este excepcional corpus literario, que va mucho más allá del rebanado de una vulva en 1.280 almas, es lo que pretende Arte salvaje. Un padre corrupto que ejerció de sheriff y de prospector petrolero, oscilando una y otra vez de la miseria a la riqueza; una infancia itinerante entre Oklahoma, Nebraska y Texas; una temprana e incurable alienación jalonada por el abuso del alcohol y otras drogas desde muy joven; el ejercicio de decenas de empleos, algunos de ellos muy poco recomendables; el vagabundeo "hobo" durante un par de años; la conciencia política marxista, vinculada al sindicato revolucionario IWW y luego al PC, son sólo algunos rasgos de la vida de un hombre que, además, se movió sin parar por EE UU, leyó mucho, vio mucho cine y escribió muchos miles de folios alimenticios sobre los temas más insospechados, desde agricultura a explotación petrolera pasando, sobre todo, por relatos de crímenes reales para revistas sensacionalistas.
Thompson, que prefería llamarse escritor antes que artista o novelista, empezó a escribir en la infancia y no paró hasta que, tras sufrir varios ictus, se dejó, según su esposa, "morir literalmente de hambre" en Los Ángeles el Jueves Santo de 1977. Precisamente, porque comprendió que ya no podría escribir más. Pesaba 35 kilos. Muy poco para un hombre de 190 centímetros. Sus cenizas fueron esparcidas sobre el Pacífico un lunes de Pascua.
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