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Un valor social

La necesidad de reivindicar un sector cultural

Un valor social

La música, en sus diferentes disciplinas, es uno de los ejes culturales esenciales de las sociedades desarrolladas. En Europa, aunque no con idéntico énfasis en todos los países, fruto de la tradición de diferentes polos históricos -el potentísimo germánico, el francés, el italiano más ligado a la lírica, el ruso, etc.- se mantiene un liderazgo notable que ha generado y genera riqueza a través de un sólido sistema de producción que, a su vez, propicia abundantes puestos de trabajo.

En el sur, la crisis ha dejado también aquí daños muy notorios. El primero de ellos, una reducción del número de espectadores con descensos más que notables y para seguir, en el caso español, una reducción de las ayudas públicas que sumada a la contracción del mecenazgo y al IVA al 21 por ciento han creado una tormenta perfecta en el sector. En Italia el maestro Riccardo Muti se convirtió paladín contra los brutales recortes de la era Berlusconi, contra los políticos que utilizaban la cultural como arma arrojadiza y contra los propios músicos que criticaban al país y luego tributaban en paraísos fiscales. En España, por desgracia, ha faltado contundencia en la protesta, porque la música clásica está, junto a la danza, en el rincón de las prioridades culturales de la sociedad y de la clase política. Años de desastre educativo han llevado a que se considere algo elitista, para una supuesta minoría. La música es cara, hasta la barata. Me explico: una sinfonía, un concierto, una cantata, una ópera son partituras y para que cobren vida se necesita abundante trabajo previo y el sostenimiento de formaciones y compañías con los consiguientes costes. A veces cuesta más un museo, pero ahí nadie cuestiona nada. En España, en música sí. El presupuesto puede tener contrapeso en la venta de entradas, pero si el coste de las mismas es excesivo entonces se genera una barrera de entrada económica que afecta a la población con menores recursos. Por eso en la Europa continental las ayudas públicas tutelan el proceso y ejercen responsabilidad social. Es una justa forma de democratizar la actividad, de facilitar a todos los procesos culturales. Además de formaciones locales, el sector está organizado mediante un sistema de giras internacionales que permite a la población de cada territorio la posibilidad de disfrutar de agrupaciones y solistas de referencia a precios razonables. De lo contrario, solo aquellos que pudiesen asumir desplazamientos caros podrían tener acceso a los más altos niveles de calidad.

En momentos difíciles, preservar el sistema es vital porque las incertidumbres son terribles en muchos sentidos. La música clásica se enfrenta a retos enormes en las próximas décadas. El envejecimiento del público es uno de los mayores, también lo es la imperiosa necesidad de seguir trabajando en una apertura social de mayor calado. Aún se ven directores o instrumentistas de mucho prestigio que viven muy acomodados en su torre de cristal sin ser conscientes de la necesidad de un trabajo que ha de ser más dinámico y efectivo. A una sociedad, justa, igualitaria y desarrollada, la música puede y debe contribuir como un agente relevante. Lleva siglos haciéndolo. Ojalá en el futuro mantenga ese liderazgo.

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