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Los festivales siguen vegetando

Los ciclos estivales españoles, cada vez más lejos de las grandes citas europeas

Antes de la crisis, España vio crecer de manera exponencial el número de festivales que se realizaban a lo largo de todo el territorio. Las citas tradicionales mantenían un vigor extraordinario y surgieron nuevas propuestas, algunas de ellas temáticas, otras más arriesgadas, que parecían apuntar a una progresiva convergencia con países como Francia, Alemania o Gran Bretaña, por poner tres ejemplos de nuestro entorno. Pero entonces llegó la debacle: recortes brutales en los presupuestos, huida de un mecenazgo ya de por sí raquítico o el IVA al 21 por ciento para los espectáculos, lo cual es un atentado y una declaración de intenciones belicosa contra el sector que ahí se mantiene. Si a todo ello sumamos la contracción de público, de entorno al 30 por ciento, el resultado ha sido calamitoso con los festivales más débiles prácticamente en retirada mientras que los históricos han capeado el temporal de forma digna pero con notables daños.

Sólo con observar la programación de nuestras citas musicales y las que se ofrecen en el resto de Europa ya se puede apreciar la enorme brecha que se ha abierto. Hemos pasado de propuestas ambiciosas, con solistas y orquestas de relieve, con óperas de muy buena factura, a descender un par de divisiones, salvo alguna excepción que otra.

El problema, no obstante, será cómo gestionar lo que ha quedado en pie durante los próximos años con inteligencia y capacidad para sacar adelante una actividad que se ha estancado durante demasiado tiempo. No sabemos la evolución a medio plazo, pero parece cada vez más claro que se va oteando un cierto estatismo que puede llevar a una falta de necesariamente letal. La carencia de presupuesto se suple con imaginación durante un par de años, tres a lo sumo. El problema es que el público busca y exige calidad en la oferta y, al final, la relación entre la excelencia y un presupuesto adecuado es íntima, se mire desde el ángulo que se quiera.

Quizá se deba modificar un formato que lleva décadas sin moverse de unos esquemas un tanto estereotipados. Pero para pilotar el cambio hacia citas más multidisciplinares, con la cabida de nuevos géneros, también se necesita de un apoyo fuerte que permita dar un giro sin perder lo que se ha ganado. Es una disyuntiva que hay que resolver a corto plazo para construir con firmeza las opciones culturales del verano de cara a la ciudadanía. No olvidemos que los festivales son piezas indiscutibles en el entramado del turismo estival y que ahí van en juego numerosos puestos de trabajo especializados que se mueven en torno a los mismos.

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