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Arte

El karmanimal en su paraíso

Las nuevas imágenes de Mojardín, más planas, escuetas y gráficas, idealizan a los animales con notable encanto y vivacidad

El karmanimal en su paraíso

A propósito de la hoy ya legendaria performance de Joseph Beuys en la galería Schmela de Duseldorf en 1965, "Como se explican las pinturas a una liebre muerta", sin duda una de las acciones más sugestivas y poderosas de la historia del arte, el famoso artista y teórico del conceptualismo comentó: "La liebre comprende mucho más que muchos humanos con su obstinado racionalismo". Por mi parte, escribí en cierta ocasión que si mostrásemos un gran lienzo de Rotkho a una oveja, seguramente Ricardo Mojardín comentaría que nadie podría asegurar que el animal no habría experimentado emoción alguna, cosa que sin embargo sí se puede afirmar en el caso de algunas personas.

Comento estas dos anécdotas tan parecidas porque si de animales y arte hablamos estamos hablando de Ricardo Mojardín y su pintura, cosa que procede hacer debido a su exposición, Zoophilia. De su pintura actual, hay que aclarar, porque el artista de Boal tiene una brillante y larga trayectoria artística durante la cual ha acreditado su dominio de la creación plástica con muy diferentes registros, aunque desde hace bastante tiempo viene dedicando su obra a una temática muy especializada: los animales y la historia del arte y sus relaciones.

La "animalística" ha adquirido hace tiempo la categoría de género en la historia del arte y son muchos los pintores que han utilizado en sus obras figuras de animales, reales o fabulosos, pero muy pocos, quizá ninguno, lo ha hecho con el criterio, la admiración, el amor y el respecto que les ha mostrado Mojardín, entendiéndolos como parte espiritual de la naturaleza, tan cercanos al hombre, tan de alguna manera "humanos". Algo que él podría definir con una palabra que en este contexto quizá no sea tan incorrecto emplear: la empatía. Solo se me ocurre el nombre de otro pintor tan afectivamente unido al mundo animal, el de Franz Marc, Munich, (1880), fundador en 1912, junto a Kandinsky, del histórico grupo expresionista "Der Blaue Reiter", El jinete azul. Kandinsky decía que él era el jinete y Marc el caballo y que se identificaba tanto con los animales que su perro pastor blanco Rossi parecía una copia suya a cuatro patas.

Franz Marc amaba mucho realmente a los animales, "más bellos y más puros que el hombre" y les dedicó la gran mayoría de sus cuadros: caballos, perros, gatos, ovejas, tigres, vacas amarillas, rojas o verdes y esa joyita del "caballito azul", pintándolos con la exaltación cromática y formal propia de su tendencia expresionista. Ricardo Mojardín por su parte ha ido evolucionando su pintura, desde la coherencia estilística de su manera y la permanente conceptualización genérica del "Karmanimal", como acercamiento al dogma hindú del karma. Así la irónica figuración de los monos sapiens, abogados o filósofos, la utilización de grandes obras de arte, "Cave canen", "Historia del arte para vacas", liebres, conejos Durero, ovejas, perros, caballos, el karma de sus vidas anteriores. Un largo etcétera, incluyendo la curiosidad de los "Biótopos", aquella identificación de las especies ratas, hormigas, palomas o carpas, que habitaban junto a la Tate Modern y el Tämesis que sirvió como el grabado de felicitación de Pascuas de LA NUEVA ESPAÑA en 2009.

Ahora su pintura se ha hecho más plana, escueta y despojada, más gráfica que pictórica, buscando lo esencial en imágenes esquemáticas de notable encanto y vivacidad. Técnicas mixtas, incisiones sobre fibrapan diseñando los perfiles de los animales que aparecen aligerados de materia, lejos de cualquier exceso cromático y sin compartir espacio con nada. Solo ellos en su paraíso idílico, incluso con "halo" en ocasiones, como esas magníficas siluetas en relieve aureoladas con la tenue luz roja o verde, indirecta pintura reflejada en la pared. Tienen estas pinturas un silencioso encanto y notable intensidad "imaginística".

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