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Manual de supervivencia

Permiso de residencia, la poesía de lucha de Cristian David López

En buena medida Permiso de residencia es la historia de una lucha, la lucha por la vida de su autor, Cristian David López (Lambaré, Paraguay, 1987), parte de la cual dejó apuntada en La patria del hombre, su primera novela. La lucha de un niño que pierde una familia y gana un universo.

Justo un lustro ha tardado este autor en sacar su segundo libro de poemas tras el incipiente balbuceo que supuso Poemas del exilio, crónica sentimental y vital publicada en 2010. Editor de Rafael Barrett, al que le une la visión de los desfavorecidos paraguayos, y ganador de diversos premios literarios, en este segundo poemario la voz adquiere un tono despojado y más maduro, se aligera porque quien canta ha estudiado el mundo y se ha estudiado a sí mismo a fondo, molestándose en aprender el oficio.

"Un niño sueña a mi lado, / y habita en lo más profundo / de mi ser; ve el vasto mundo / si abro los ojos. Cansado / se reclina en mi costado. / Su sueño mueve mi vida / y mece mi alma dormida. / Todo viene y todo va / pero el niño siempre está / sanándome con su vida", nos dice. La autobiografía y el extrañamiento del emigrante que intenta salir adelante están presentes en estas páginas, pero hay aquí tanta vida como literatura, tanto mundo vivido como leído. Y es quizá ese alejamiento de un tono que bien podría haberse tornado, digamos, reivindicativo, lo que le proporciona gran fuerza emocional a la mayor parte de estos poemas. No busca Cristian David López la protesta formularia y consciente, y esto ayuda a que sus palabras traspasen el umbral de lo cotidiano con afán de universalizarse: "Vengan, / los que se han enamorado más de una vez, / los que se han caído de la bicicleta y se han vuelto a levantar sin lamentarse, / los que se ríen de sí mismos porque andan con el corazón roto, / los que nunca esperan al tiempo, pero sí por el Sí de una mujer".

Vertebrado en tres partes, los poemas de la primera -"Pavesas que deja el tiempo"- funden lo lúdico y lo reflexivo, mientras que los de la segunda -"Biografía de ausente"- adquieren un tono más meditativo que se torna en ocasiones simbolista y experimental -el poema "El señor espantapájaros confunde a Psique con un cuervo" es un buen ejemplo-. Y la tercera parte -"El viejo fuego"- bascula entre lo sentimental y lo juguetón: "Por la mañana se marchó la luna / olvidando su falda / en mi cama".

Este poeta, como él mismo explica en el epílogo del volumen, puede enorgullecerse de haber nacido varias veces a pesar de su juventud. Desde 1987 se ha visto obligado a nacer tantas veces como ha sido capaz de reinventarse. Una de las más emocionantes de esas sucesivas reencarnaciones es la que se produjo en 2008, cuando una mañana de enero se maravilló ante un montón de libros en una biblioteca pública de Oviedo, la primera que pisaba en su vida: "Allí me quedé un día entero, allí leí los versos de Ángel González, Whitman, Borges? Fui pasando de libro en libro como de mundo en mundo".

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