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Libros

El sonido de la ventisca

Una novela islandesa sin detectives

Jón Kalman Stefánsson (Rejkyavik, 1963) es un novelista de éxito en su país y conocido en el mundo occidental por su trilogía "El corazón humano", consistente en Entre cielo y tierra (2007), La tristeza de los ángeles (2009) y The Heart of Man (2011), que no ha sido traducida aún al español. En 2005 Stefánsson recibió el Premio Islandés de Literatura por otras cinco novelas que había escrito hasta entonces y que todavía no han sido traducidas, y ha sido nominado en tres ocasiones al Premio de Literatura del Consejo Nórdico.

La tristeza de los ángeles narra con detenimiento y determinación los viajes invernales del cartero Jens a través de las montañas, acompañado en esta ocasión por un muchacho innominado que llega al pueblo desde la primera novela en busca del amo de El Paraíso Perdido de John Milton, libro prestado que estaba leyendo su amigo Bárdur cuando sucumbió al placer de dormirse mansamente y para siempre en los brazos de un frío helador.

Si en Entre cielo y tierra el eje de la narración es la lucha desigual y épica entre la mar invernal y los pescadores, en La tristeza de los ángeles nos topamos con la lucha entre las montañas heladas y nuestros personajes. En la primera novela se dice que la mar es un ente vivo, "cruel, frío, mortal y majestuoso", y lo mismo se puede aplicar a los puertos de montaña que han de coronar el cartero y el muchacho.

La vida en los pueblos es un poco más fácil que en las granjas aisladas, pero el invierno también los asedia con el hambre y el escorbuto, y si la primavera retrasa unas semanas su llegada, sólo les espera la muerte por inanición. En las granjas remotas, la hospitalidad con los escasísimos viajeros perdidos parece ser automática, pero en los pueblos existen todos los defectos de las comunidades humanas: una jerarquía social prácticamente inamovible, cotilleos, celos y recelos, venganzas y la desconfianza secular hacia la persona que viene de fuera o que es diferente.

El muchacho, no obstante, encuentra una casa amable que le acoge, donde dos mujeres se molestan en fomentar su afición a la literatura. El muchacho se rige por la máxima de su difunto amigo, de que "quien posee el conocimiento y la poesía es feliz", aunque la dura realidad de la vida en Islandia (posiblemente en las postrimerías del siglo XIX o primeros del XX) se lo ponga difícil. Su mejor interlocutor en esta segunda novela es el clérigo de Vik, que charla con Maupassant para sobrevivir a las largas noches invernales y alecciona al muchacho sobre lo peligroso que es Kierkegaard, que "nos hace dudar y nos fuerza a pensar el mundo de una forma completamente nueva".

En un entorno tan hostil como el de esa Islandia congelada, las leyendas forman parte necesaria del imaginario social. Para introducirnos en ese espíritu, la novela comienza con el cartero llegando exhausto a su destino, en plena ventisca y convertido en centauro por mor del hielo, hielo que han de picar sus vecinos para poder desprenderlo de la montura del caballo, llevarlo en volandas hasta la chimenea y ablandar poco a poco sus ropas. Jens tampoco "puede mover la cabeza, la barba se le ha congelado a la ropa".

Así, es fácil entender que cuando alguien inesperado llama a la puerta se le pregunte "¿llegáis como vivos o como muertos?". Y es que los muertos nunca se van del todo y pasean sus quebrantos por la mar y las montañas, confundiendo sus lamentos con el ulular del viento. Unas veces las apariciones son amables y te conducen a la salvación, otras veces te arrastran al precipicio, pero es imposible saberlo de antemano, de ahí el miedo de los vivos.

La tristeza de los ángeles puede leerse como una novela épica, una novela de aventuras. Hay muy pocos diálogos, señalados claramente por el narrador con las entradillas correspondientes, pero, paulatinamente, se va adentrando en las profundidades de las relaciones humanas, del deseo de vivir, del miedo a la muerte y a lo que pueda haber más allá de ella, y se enfrenta quien lee a la difícil definición del amor y de la amistad. Pero "la tristeza de los ángeles" convertida, según los nativos del norte de Canadá, en nieve, frío y hielo, se torna, sin paliativos, en un único personaje dominante.

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