La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

MANUEL VILARIÑO | FOTÓGRAFO | PREMIO NACIONAL DE FOTOGRAFÍA, EXPONE EN LA SALA BEA VILLAMARÍN

"No cazo imágenes, fotografío un proceso de emociones"

"Cuando hablo del silencio, quiero la radicalidad de vivir así; la vida y la obra tienen que ir juntas"

MANUEL VILARIÑO

Su obra representó a España en la Bienal de Venecia de 2007, el año en que el Ministerio de Cultura le concedió el Premio Nacional de Fotografía. Manuel Vilariño (La Coruña, 1952) inaugurará mañana exposición en la sala gijonesa Bea Villamarín. Maestro del paisaje, de las naturalezas muertas, sus imágenes son siempre sustanciales, estado de ánimo y metáfora.

-¿Qué incluye en "Camino de liquen negro"?

-El título es de un poema mío. Trabajo con fotografía, pero también escribo poesía, con varios libros publicados. Lo que quiero expresar con ese título es la emoción que sentí en las montañas de Islandia al amanecer. Fotografío los paisajes siempre a la aurora, con luz auroral, como un homenaje a María Zambrano y a su concepto de ese instante fugitivo.

-La primera luz del alba...

-La primera luz después de las tinieblas, que es el alba. Antes de que salga el sol hay dos minutos, a veces sólo segundos, en que cantan los pájaros. Me gusta mucho esa hora. En esta exposición hay algún paisaje captado con esa luz auroral, del despertar.

-¿Hay alguna continuidad con "Seda de caballo", la exposición que vimos en el Niemeyer?

-Tiene relación. Todas mis fotografías giran sobre dos focos: los más íntimos, el bodegón o la mesa conventual, que es un guiño al Barroco, al tenebrismo español, pero también a la contemporaneidad, a las vanguardias; eso sería lo cercano, lo íntimo, y como contrapunto está la intemperie, lo exterior, el paisaje. Son los ejes que vertebran esta exposición. La mesa conventual es lo que Lautreamont llamaba la mesa de disección.

-Se dice que la melancolía y la muerte son dos constantes en su obra. ¿Está de acuerdo con esa apreciación?

-Sí, la muerte ha formado parte desgraciadamente de todo mi trabajo desde el principio. He tenido cosas que me han dado esa proximidad, como fue la muerte de mi mujer hace siete años. Trabajé con la muerte mucho tiempo en un terreno simbólico. Y el tema de la melancolía es muy importante en mi vida. Es eso de tener "saudade", y el paso de tiempo, su poso que te impregna. Es como una mirada a lo que ya no es, al pasado.

- Como fotógrafo se le ha relacionado con la "poética del silencio", con ciertas etapas de un poeta como Valente o con la filósofa María Zambrano y su "Claros del bosque"...

-Sí, está muy presente. Para mí, la fotografía y la poesía van de la mano, es una unidad indivisible. Pero diría que es también la música; tengo mucha relación, por ejemplo, con la música clásica. ¿Con la "poesía del silencio"? Pues sí, Valente fue amigo y me influenció mucho. Lo conocí en Ginebra y sólo hablo con admiración de su poesía y de su persona. Poesía y fotografía no son más que composiciones de silencios. El silencio está en mi obra y en mi propia vida. Hubo años en que me sentí más sobreexpuesto a raíz de l Premio Nacional de Fotografía, algo que es inexplicable. Te pone en un escaparate que no es tu propia vida. Hay quien me dice que lleva una vida contemplativa, y, sin embargo, está en todas partes. No lo entiendo.

-El premio ayudó a que su obra se conociera.

-Sí, pero los premios te arrancan del silencio y de la soledad, te ponen en una estela que no es la tuya.

-¿Sigue viviendo en las afueras de La Coruña?

-Vivo en pleno campo, con un bosque de hayas y abedules al lado de mi casa, que es confortable, preparada para las borrascas y la humedad. Sigo viviendo como durante toda mi vida. Y he estado mucho en Asturias. A principios de los ochenta iba mucho a sus montañas. Recuerdo que LA NUEVA ESPAÑA publicaba unos trabajos sobre árboles y plantas fantásticos.

-¿La fotografía es un arte que le permite aunar todos esos intereses suyos, de la poesía a la botánica, la biología?

-Soy biólogo. Hice una exposición que titulé "Tectónica" y en la que incluí el herbario que hice con diecinueve años, cuando tenías que presentar colecciones de ese tipo con unas quinientas plantas. Ahí estaba, además, mi interés por la geología y la propia mineralogía. En esa época yo ya estaba muy metido por la literatura, sólo que por un mandato casi familiar acabé Biología. La ciencia te ofrece siempre unos recursos, un método; es como la métrica en poesía. El método científico tiene mucho de métrica poética.

-¿Cómo sabe cuándo está ante una imagen que necesita captar?

-Las imágenes fluyen en mi cabeza. Cuando tengo una imagen busco el tiempo y la luz para ejecutarla. A veces la hago como un apunte, pero me digo que tengo que verla a las siete de la mañana con determinada luz. Planifico. No soy un cazador de imágenes, fotografío un proceso de emociones que está dentro de mí y necesito ejecutar. Es como un paseo en el bosque, que te puede llevar al canto del pájaro, al sonido de los insectos o al claro, según la metáfora del libro de Zambrano. Cuando caminas junto a un acantilado o por una playa en invierno, ves algo y te dices es ésto, pero quizás tengas que volver. No soy de esos fotógrafos que dicen: "aquí te pillo y aquí te mato". Lo que no puedo escribir, lo fotografío, y lo que no puedo fotografiar, pues lo escribo, aunque van de la mano.

-Curiosamente, procesa una admiración confesada por un fotógrafo como Gervasio Sánchez...

-No tiene nada que vez. He tenido mucha relación con África y con Etiopía. A veces los fotógrafos españoles tratan África o Latinoamérica con una frivolidad extrema. Hay quien busca lo espectacular y te dice: "tengo una fotos tremedas de esta gente". Gervasio no hace eso. Todo lo hace desde la consistencia y el compromiso con la gente. Sólo hay que ver su proyecto de las prótesis. Lo admiro mucho porque es como un fotógrafo documentalista de los años sesenta, como un (William) Eugene Smith de nuestra época. Va a las guerras, pero no busca el espectáculo para tratar de vender una primera página. Tiene la mirada de un reportero auténtico y honesto. Igual que yo, cuando hablo del silencio, pretendo tener esa radicalidad de vivir así. La vida y la obra tienen que ir juntas. Es lo que dice Borges, tu obra es tu propia biografía.

Compartir el artículo

stats