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Arte

Nico Munuera, el toque oriental de sus abstracciones de paisaje

La elegante sencillez de sus arquitecturas cromáticas, señas de identidad de una obra plural en vinculaciones plásticas

Nico Munuera, el toque oriental de sus abstracciones de paisaje

Se expresa la obra de Nico Munuera (Lorca, 1974) en un singular contexto, al que por otra parte también apuntan algunas manifestaciones que el artista ha hecho a la prensa. Porque si. como se sabe, la abstracción es un producto de la vanguardia occidental, su pintura se siente sin embargo cercana, y comparte en alguna medida sus características, a la estética oriental surgida a partir de aquella influencia y en concreto del expresionismo abstracto norteamericano. El artista murciano reconoce la influencia del pensamiento japonés y pinta sobre papeles japoneses, con la materia acrílica resbalando en banda ancha sobre el soporte, y con algo en su trazo de la influencia del culto a la belleza caligráfica. No es la suya pintura de acción, ni persigue la sublimidad o trascendencia en los campos de color como en la abstracción expresionista, ni obviamente la representación. Dice: "Si el que mira ve paisaje no es porque yo la haya pintado sino porque la propia pintura es paisaje, naturaleza". Nico Munuera parece partir del instinto o la intuición poéticas y las vivencias de la propia contemplación para pintar lo que podríamos llamar una meditación sobre abstracciones visuales, que fácilmente puede tomar la apariencia de paisaje aunque sea el reflejo de una imagen mental, "yi-xiang" creo que lo llaman los chinos.

Como quiera que sea, lo cierto es que su pintura tiene mucho de experiencia estética individualizada, lo que resulta destacable cuando se pinta en una modalidad de la abstracción en la que abundan las formas estandarizadas, bien en monocromatismos varios sin emoción o desafortunadas relaciones de color En su caso es admirable la limpieza y lisura del color extendido sobre el papel, tan ligero de materia y sin embargo tan intenso, violento incluso en su poderosa energía. Y por otra parte también es destacable la pulcritud, delicadeza y armonía con la que ajusta zonas y franjas de color en su arquitectura cromática, estructuras de sugestiva y elegante sencillez que son señas de identidad de su pintura, como lo es también la pluralidad de sus vinculaciones estéticas.

Dicho lo anterior, y al hilo de esta pluralidad, no me resisto a comentar una primera impresión personal al mirar esta pintura de colores que según Nico Munuera nacieron después de leer Crónicas marcianas de Ray Bradbury y le llevaron a la cabeza "paisajes literalmente de otro planeta". Así será puesto que él lo dice, y quizá algo de extraterrestre se le pueda antojar a uno ver en las tonalidades más oscuras de violetas o granates, pero a mí la violencia de la luz aplastando eso que pudiera ser paisaje, los amarillos, marrones o ligeramente verdosos, en ocasiones en sucesión ininterrumpida de líneas horizontales diferenciadas por la intensidad del color, o el propio amarillo entero desplegándose como tierra o cielo y la austeridad, la soledad y la quietud de eso que pudiera ser paisaje, me recordó primero la Castilla de algunos pintores de lo que fue la Escuela de Madrid o la llamada de Vallecas, que bien podrían ser también soledades levantinas, y luego la pintura de Juan Díaz Caneja. Supongo que esto le sorprenderá a Nico Munuera, pero él sabe que hay muchos mundos pero están en este y ya dejó dicho que el paisaje está en la mirada. También en la suya, la de este artista de pintura tan personal y sugestiva, con "pincelada" oriental, nunca mejor dicho, en sus abstracciones visuales que también pueden participar tanto de lo murciano como de lo marciano. A fin de cuentas se trata de la imagen mental.

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