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Los 191 dibujos de Juan Pablo Villalpando

Fascinante ambigüedad entre la precisión fotográfica del motivo y la mano que le presta entidad y cuerpo de arte

Dibujos de Villalpando realizados a partir de fotografías instantáneas.

Vuelve el madrileño Juan Pablo Villalpando a exponer en la galería Alfara de Oviedo, un espacio para el arte que parece hecho a la medida de su creación plástica, porque ambos, galería y artista, aman el papel y la obra realizada sobre papel y aman el dibujo, la comunicación artística más directa, espontánea y reveladora y, como dejó escrito Giacometti, la mejor herramienta de conocimiento. Villalpando confía al papel experiencias, vivencias y sueños, imágenes en definitiva que llegan de un lugar de la mente en el que alguien dijo que nacían las imágenes dibujadas, pero también le confía textos escritos, por cierto que de notable intensidad poética como pudimos comprobar leyendo los minirretratos que acompañaban a las obras de su anterior exposición de 2012, luego recogidos en un libro titulado, al igual que la muestra, "Todo lo que querrás hacer es volver allí".

Juan Pablo Villalpando, cuya obra de creación como su actividad docente se ha venido desarrollando dentro de distintos lenguajes artísticos, especialmente el grabado y el dibujo, pero también la pintura y la fotografía, expone en esta ocasión el resultado de una interesante experiencia creativa, concretamente de un proceso que comienza en la fotografía y acaba en el dibujo: a lo largo de las paredes de la galería nos contemplan, en espectacular alineación, ciento noventa y un pequeños dibujos, del tamaño de las fotos Polaroid, embolsados en celofán como los insectos de un entomólogo, que por decirlo así, nacieron gusanos y se convirtieron en mariposas.

Como en un laboratorio de imágenes, Villalpando hace sus dibujos tomando como modelo fotografías que él mismo ha realizado. En la recreación que este trabajo supone el dibujo no niega la realidad del modelo, no se deshace de la apariencia visible sino que, al contrario, respeta su literalidad, pero se introduce en ella para transformarla dándole entidad y cuerpo de arte. Lo que hace singular esta experiencia, frente a cualquier otra interpretación artística de la realidad, es el hecho de que el dibujo respeta la estructura compositiva de la precisión fotográfica, pero a partir de ahí crea un entramado de líneas, gestos, trazos y armonías tonales (hablamos siempre en blanco y negro, los verdaderos colores de la fotografía) que con el temblor expresivo de la mano envuelven las imágenes que fueron fotografía, les irradia fantasía, las estetiza haciéndoles perder su aséptica objetividad y dando lugar a un misterioso extrañamiento, como un "desdoblamiento" de la personalidad de la imagen. Para el espectador puede resultar fascinante la ambigüedad entre fotografía y dibujo a primera vista, pero pronto podrá comprobar en la contemplación, y para su placer, el ser y la belleza enteramente plástica de estas pequeñas pero deliciosas obras de arte.

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