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El boxeo como gran metáfora

Javier Ors sube al ring con las intensas historias de Cuarteto de cuerdas

El boxeo como gran metáfora

Los primeros recuerdos que conserva Javier Ors del boxeo proceden de su padre, "que conoció a muchos de los púgiles españoles que dieron fama a este deporte, y, después, por supuesto, de la literatura y el cine, que ha retratado en diversas ocasiones la atmósfera y los personajes que rodean los cuadriláteros, contribuyendo, con sus imágenes y sus historias, a aumentar la mitología que siempre ha envuelto este mundo". Su vínculo personal con el pugilismo "proviene del azar, cuando me cansé de la soledad del corredor y decidí practicar otro tipo de actividad. La primera impresión que tengo de un ring es el sonido que dejan los pasos de los boxeadores al moverse por la tarima y el ruido de los guantes al golpear los sacos. Jamás imaginé que acabaría practicando, de una manera absolutamente amateur, esta disciplina, acudiendo a estos entrenamientos cada vez con más interés y curiosidad, y trabando contacto con eso profesionales que han hecho de este deporte una manera de vida, aceptando todos sus sacrificios y renuncias".

Con el paso del tiempo y el contacto asiduo con estas personas, habituadas a subir a un cuadrilátero, incentivaron una serie de historias que ahora ha reunido en Cuarteto de cuerdas. El boxeo es un "deporte perfecto para hablar de muchos asuntos, como la caída, la superación, la traición, la codicia, la ambición o la fidelidad hacia uno mismo. Es tan adecuado para comentar tantos temas que, incluso, se corre el riesgo que, al final, lo último que interese sea el propio pugilismo". Con estas "nouvelles" (cuatro, una por cada cuerda que cierra cada uno de los lados de un cuadrilátero hoy en día) ha intentado "acercarme al racismo, a través del relato de un boxeador negro que, a la vez, es un excelente trompetista, y que intenta abrirse paso hacia la cúspide a través de múltiples injusticias; la guerra, que siempre ha sido un tiempo de canallas, la corrupción de las personas por el dinero y el efecto nocivo que el éxito ejerce en unos hombres que surgen de la nada y llegan a lo más alto de la fama. Todos estos personajes están moldeados con las emociones que he conocido durante mis entrenamientos, llevan en el resuello los sentimientos y las impresiones que los mismos boxeadores me han contado, con una extrema generosidad, a lo largo de estos años".

¿Escribir se parece a boxear? "El boxeo es una metáfora ideal de la vida, algo que el cine ha aprovechado muy bien. Norman Mailer contaba una anécdota. Un día acudió a su gimnasio un corredor de maratón para aprender boxeo. Después de unas semanas de entrenamiento se decidió a guantear en un cuadrilátero. Antes de que terminara el primer asalto, tres minutos, se había quedado sin aire en los pulmones. ¿Qué había sucedido? Mailer lo explica: en el boxeo hay un elemento que se pasa por alto en muchas ocasiones. Se lucha contra uno mismo, con lo que a uno le han enseñado desde pequeño: no pegarás al otro, no harás daño al prójimo. En un ring, si das fuerte, legitimas al adversario para que te responda al golpe con igual intensidad. Eso crea mucha tensión y explica por qué un corredor profesional no aguantó un asalto. En el boxeo también hay cierta pelea por obtener lo mejor de ti mismo. Y la escritura, como cualquier otro acto de creación, también tiene algo de eso. En ambos casos hay exigencia, sacrificio, desesperación, abatimiento... y, también, en algunos casos, éxito. Pero no siempre..."

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