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Música

Beethoven esencial

Adolfo Gutiérrez y Christopher Park firman un trabajo espectacular en las "Sonatas para cello"

Hace ya unos cuantos años, trabajando como becario en el Aula de Música de la Universidad de Oviedo, recuerdo como Luis G. Iberni nos comentó la extraordinaria calidad de un jovencísimo violonchelista muy vinculado con Asturias, Adolfo Gutiérrez Arenas. Poco después organizó con él dos conciertos en verano con las "Suites para violonchelo solo" de J. S. Bach como argumento en dos iglesias del Oviedo antiguo. Fue un verdadero descubrimiento. De manera sorprendente, pese a su alto nivel, le costó salir adelante en estos primeros años de carrera. La competencia en la élite es intensa pero en España aún es peor porque las oportunidades escasean. Posteriormente tuve el privilegio de preparar con él muchos proyectos, entre ellos recuerdo uno muy especialmente en Santa María del Naranco, y siempre encontré en Adolfo Gutiérrez un músico de una calidad técnica formidable, talento asombroso y una honestidad interpretativa total la que, generalmente, caracteriza a los más grandes.

Afortunadamente ahora estamos ya ante un solista de proyección internacional que trabaja con las mejores orquestas y que realiza giras en los ciclos más exigentes. Ha tenido la inteligencia de esperar, madurar interpretativamente y vencer obstáculos increíbles. Ha sabido moderar la impaciencia y ha forjado un carácter que lo ubica como uno de los solistas españoles de referencia para los próximos años.

Publica este mes un nuevo trabajo discográfico con el pianista Christopher Park -un proyecto que, por cierto, tuvo en Oviedo y el Festival de Verano uno de sus puntos de arranque en la colaboración entre ambos músicos- y lo hace abordando las "Sonatas para violonchelo y piano" de Ludwig van Beethoven en una grabación de primer nivel. El itinerario beethoveniano es luminoso y esclarecedor en estas obras que van desde los inicios de su catálogo hasta la madurez, un camino que pasa del clasicismo heredado a la fascinación que encontramos en la "opus 69" o la conmoción que provocan las dos del "opus 102". Gutiérrez y Park se lanzan de lleno a un disfrute interpretativo que hace que la música nos llegue de forma enérgica, matizada y con especiales aciertos en un discurso de honda veta lírica y que cautiva por la profundidad con la que se afronta cada una de las sonatas, en versiones que lejos de transitar por lo expuesto una y mil veces, conservan la capacidad de sorprender, de emocionar. Adolfo Gutiérrez toca con un violonchelo Francesco Ruggieri construido en Cremona en 1673, instrumento que él ha devuelto a la vida y del que es capaz de extraer un sonido hermoso, de gran riqueza armónica y tímbrica. Sin duda ahora este Ruggieri tendrá gran futuro y estará llamado a nuevos retos interpretativos. Este disco es un paso adelante sustancial, una declaración de intenciones que anuncia que hay aún mucho y bueno por venir.

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