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Libros

El saber entretenido

Francisco G. Orejas recopila en El calcetín de Hegel casi medio centenar de textos variados

Bien pensé que Francisco G. Orejas (Mieres, 1957), periodista, doctor filólogo, guionista de cine y televisión, hoy Director de Producción y Explotación en la RTPA, había abandonado el publicar libros. A comienzos de los 80 del XX, publicó El asesinato de Clarín y otras ficciones (presentado en Oviedo por Manuel Vicent, en un multitudinario acto, lo juro, de aquellos que había) y fue entregando después otras obras a la imprenta, como su tan consultada Guía de la cultura asturiana en la que todos queríamos salir y en más páginas de las que nos dedicaba el autor, o su intensa La metaficción en la novela española contemporánea donde anida un brillantísimo estudio sobre La saga/fuga de JB de Torrente Ballester, por ejemplo, pero ya de hace unos cuantos años. Sin embargo, parece que siempre había seguido Orejas tomando notas, apuntando aquí una frase, allí una imagen o un esbozo de algo sin aún pulir, hasta que las cosas fueron cuadrando y cuajando en este El calcetín de Hegel, casi medio centenar de textos de muy variado contenido, de muy amena lectura, de estilo contenido y zumbón, uno de esos libros en extremo útiles para aprovechar cualquier espera, en los minutos de reposo si los hubiere.

Leo que en las presentaciones de la obra se discute si se trata de un libro de relatos o ensayos, o si pertenece a lo que se ha dado en llamar "género inclasificable". Tan ociosa la disputa como fácil la solución: se trata de una miscelánea, de una obra en que se tratan muchas materias sin enlace explícito entre ellas (aunque solo en una primera lectura), mezcladas, de géneros diferentes, varias. Apurando el asunto: una miscelánea de literatura sobre literatura. Un buen puñado de citas iniciales y otra en el comienzo de cada capítulo (sigo a la RAE: "división que se hace en los libros y en cualquier otro escrito para el mejor orden y más fácil comprensión de la materia"). Abundante en "alusiones y elusiones literarias" a "borrachos, cadáveres y chiflados", sin que el autor sepa muy bien el porqué, va encontrándose el lector con ecos de Borges por doquier (pero con más humor), con términos ya clásicos en las ficciones de Orejas (no dejo de ver signos de autoparodia en "pergeñar", "perpetrar", "urdir"?), con historias espléndidas muy breves ("Magnum opus", con gracia final que la acerca a la fábula), "April is the cruellest month" (lo mismo), o "Invención" (ahora con gracia de asturiano tema) o con un final alternativo del Quijote. Hay, asimismo, relatos tal cual: "Cómo matar a un gato", "El libro caníbal", "Errar es humano"? Además de historias personales del autor o del narrador: "Su cadáver nunca fue hallado", "Hurto poético", las vicisitudes de un texto sobre Cioran, "Noticia de un anarquista"? Más enumeraciones sobre huéspedes del Habana Riviera o una galería de borrachos, o juegos sobre títulos de libros, o un "Onán el enano" que glorifica los palíndromos. También parodias sobre asuntos, digamos, culturales: "Tánger", "Indagación sobre el origen" (tan teatral), la gracia de la hija de Calvino en "París". Más Spinoza, el Hegel del título, Wittgenstein, Benjamin? Una miscelánea, pues, de juegos literarios, llenos de enjundia y oportunidad, guiños a tutiplén, que convierten el mucho saber de su autor en entretenimiento de quien lee: menú largo de breves bocados.

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