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Una novela de ida y vuelta con demasiados saltos

Maggie O'Farrell construye en Tiene que ser aquí una buena historia, emocionalmente sofisticada, sobre el amor

Una novela de ida y vuelta con demasiados saltos

Tiene que ser aquí, de la escritora irlandesa Maggie O'Farrell, es una novela de ida y vuelta en el tiempo, que da demasiados saltos y no por ello deja de mantener la atención del lector. En cierto modo se trata de un libro coral, O'Farrell propone su historia a través de una proliferación caleidoscópica de puntos de vista, cronologías fracturadas y mudanzas geográficas. El resultado, con algunos pequeños reparos, es bueno. A veces incluso embriagador por sus destellos, sugerencias e indicios, y el efecto puntillista de sus pinceladas. Como en una pintura, las manchas de color están separadas, pero guardan conexiones y detalles entre ellas que refuerzan el músculo narrativo.

La novela, un éxito de ventas en el mundo editorial anglosajón, arranca en 2010 con un hombre de pie, en un peldaño, liando un cigarrillo, en la puerta trasera de una casa rural en Donegal. "Un hombre, y ese hombre soy yo", dice. Yo es Daniel Sullivan, profesor lingüístico estadounidense que ha terminado viviendo en el lugar más remoto del noroeste de Irlanda con una hermosa mujer, algo excéntrica, actriz de fama que cambió el éxito y la vida mundana por el campo. Es la segunda esposa de Daniel, Claudette Wells. En la década de los noventa se alejó de su antigua vida, sin dejar rastro, convirtiéndose su paradero en un enigma. Su tranquilo idilio en el culo del mundo sufrirá un vuelco al enterarse él de la existencia de una mujer con la que había perdido el contacto mucho tiempo atrás. Se produce entonces un desorden emocional comparable al de las vidas complejas de los personajes que se tejen alrededor de la propia historia. Los puntos de vista, saltos temporales y geográficos, Donegal, Brooklyn, Sussex, Londres, París y otros se multiplican rápidamente, con Daniel y Claudette como anclas narrativas. Las apariciones de los dos protagonistas principales se intercalan con otras: las de sus hijos e hijastros, antiguos amigos, empleados, amantes, hermanos, madres, etcétera. Abundar en ello supondría destripar la trama y sus sorpresas.

La escritura de O'Farrell, por lo general, resulta admirable por la capacidad para retratar a personas de diferentes edades, géneros, orígenes y sensibilidades de ambos lados del Atlántico, aunque en ocasiones sus personajes secundarios ocupan demasiado espacio o no se perfilan suficientemente sus particularidades. La mayoría de ellos tiene una facilidad asombrosa para el lenguaje y la gramática, solo realmente asumible y explicable en un lingüista como es el caso de Daniel, y proliferan también visiones que resultan algo artificiales.Pero son detalles de menor importancia en una novela de gran aliento de una escritora ambiciosa con mucho talento y facilidad para atrapar a nuevos lectores. Seguramente más lectoras que lectores por esa tendencia de O'Farrell a extraer jugosas conclusiones del inconformismo de las mujeres

Tiene que ser aquí es una novela emocionalmente sofisticada sobre el amor y las amenazas que se ciernen sobre él, construida en pequeñas piezas que no guardan un orden cronológico pero sí están conectadas, aunque a menudo la corriente narrativa se desvía hacia nuevos personajes o se introducen sucesos no relacionados. Muchos de estos episodios por sí mismos tienen la elegancia y el recorrido de una historia corta, y todos ellos títulos de cuento, en algunos casos curiosos, Cuando la cabeza se cansa, es como una cocina con varios quemadores o Cabezas cercenadas, urogallos disecados. La prosa de Maggie O'Farrell es elegante y segura, destila conocimiento psicológico y arroja una mirada dura pero simpática sobre amor y el dolor, con una épica por momentos deslumbrante. Para quien lo quiera percibir de esta manera. Claro.

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