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Risa y lucha de clases en la primera novela de Valentín Roma

A Valentín Roma, hijo de manchego emigrado al cinturón industrial de Barcelona, le quedan algunas certidumbres. Por ejemplo, la risa, la lucha de clases y los afectos. Roma (1971) es un desclasado: su abuelo era labriego; su padre, obrero, y él es profesor de Teorías Artísticas y aprendió en carne propia que puedes dejar de ser conservador jefe del MACBA si le das el visto bueno a la escultura de un Borbón enculado. Esa mezcla de ingredientes está detrás de El enfermero de Lenin, una novela que -por pulso, intención y diversión- harían muy mal en no coger al vuelo. Sostiene Roma que, hace unos años, su padre enloqueció tras una operación y se tomó por Lenin durante tres semanas. Pues bien, ya tienen el trampolín perfecto para ilustrar que sí, que sigue habiendo disidencia siempre que uno prefiera reír a reverenciar y siempre que sus afectos le amarren a las raíces que le impiden sacarse a subasta.

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