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Poesía

Las palabras pintadas de Javier García Cellino

El escritor langreano publica Famélica legión, un poemario inspirado por algunas notables obras de la historia del arte

Javier García Cellino. FERNANDO RODRÍGUEZ

Hay poetas que hacen todo lo posible por escapar de las rutinas con que suelen proveernos la edad y el oficio, esas dos máscaras que en ocasiones se pone el conformismo. Son personas movilizadas por el horizonte de la perpetua búsqueda: la de una epifanía verbal en la que la vida se ofrece transparente. Javier García Cellino (Langreo, 1947) es uno de esos oteadores a tiempo completo. Cada uno de sus libros de versos (ha publicado también cuatro novelas y ha recibido varios premios por sus obras, del "Gerardo Diego" al "Leonor" o el "Juan Ramón Jiménez") supone un esmerado intento de no dejarse abatir por la palabra ya dicha, por lo ya formulado. Es su manera de plantar cara a las asechanzas del tiempo, a las trampas de los días. Por eso, al igual que Walter Benjamin, se siente fascinado por la figura del trapero: ese tipo que recicla lo que va encontrando a su paso para entregarnos la imagen descabalada de la ansiedad y la angustia contemporáneas.

Con cita del propio Benjamin, lo explica Cellino en la nota con que abre su último poemario, Famélica legión, publicado por el sello madrileño El Sastre de Apollinaire: "'captar el cuadro de la historia en las más insignificantes apariencias de la realidad, en sus escorias, por decirlo así', es la intención que guía estos versos". Dividido en cinco partes, más una introducción, la mayor parte de los poemas toma como pretexto una serie de obras notables de la historia de la pintura -también de la escultura o de la música-: desde el arte rupestre paleolítico de Altamira a los trabajos de Fernando Botero inspirados por las cárceles de Abu Ghraib, aquellas escandalosas imágenes de la tortura como práctica cotidiana. Una muy personal visitación, mediante el recurso de la écfrasis, de algunas conspicuas representaciones artísticas que son metáfora, a su vez, de la andadura de la humanidad y de la dialéctica de los cambios sociales: "contemplo el canto rodado de tus aflicciones.// A mi alrededor se esparce la lana/ de los desposeídos", dice en el primero de los poemas.

Leo Spitzer definió la écfrasis como la "descripción poética de una obra de arte pictórica o escultórica". Y Umberto Eco se pronunció en parecidos términos: "texto verbal que describe una obra visual". Es una figura que ha tenido notables cultivadores en la tradición española. Manuel Machado la utlizó, por ejemplo, en los sonetos de Apolo, publicados en 1910. Cellino rara vez opta, sin embargo, por la descripción precisa, atenta al detalle. Los motivos de los cuadros, figurativos o no (aunque, entre las piezas elegidas, lo son bastantes), sirven al poeta para armar un discurso lírico que no se quiere estrictamente subordinado a los elementos de la composición pictórica. Estamos pues ante una écfrasis de tipo referencial: no hay necesidad de especificar los contenidos del cuadro (aporta un código QR para ver las piezas desde un teléfono móvil al tiempo que se leen los poemas) y el enunciado resultante aspira a una interpretación autónoma que enriquece la visión del cuadro. Escribe a partir de "Expulsión de los cambistas del templo", el conocido grabado de Rembrandt: "Me avergüenzan los mercaderes que fecundan/ los estambres del miedo. Todos ellos/ hablan lenguas infecciosas, recogen/ en sus manos las bujías calcinadas por el dolor.// Saben que es inútil la fruta de los cementerios".

Licenciado en Derecho (fue durante muchos años secretario del Ayuntamiento de Caso) y en Historia del Arte, además de colaborador con una columna semanal ("Velando el fuego") en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas, Cellino envejece mejor que otros poetas de su generación, como hemos dicho, por su capacidad para reinventarse en cada nuevo libro sin perder el hilo de sus características temáticas y estilísticas: la indagación metafísica o social y una imaginería de cuño surrealista (en Famelica legión hay tres textos inspirados por los manifiestos de Breton), también expresionista. Desde su anterior poemario ( Territorio para el fuego, editado por Vitruvio), del que recuerdo los excelentes haikus de "Los misterios de Eleusis", el autor langreano viene avisándonos de que la suya es todavía una obra en fecundo crecimiento.

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