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Música

La ópera, de madrugada

Televisión Española dedica a las retransmisiones líricas horarios marginales

La semana pasada comencé a leer en las redes sociales comentarios indignados acerca de la retransmisión por parte de Televisión Española, a través de su segundo canal, de una representación de la ópera I Puritani de Vincenzo Bellini grabada en el teatro Real de Madrid con Diana Damrau y Javier Camarena como protagonistas. Se trataba de una producción firmada por el director de escena ovetense Emilio Sagi y que alcanzó un gran éxito en julio del año pasado, que es cuando se realizó la retransmisión que ahora se emitió a una hora tan operística como la una de la madrugada. ¡Ya entenderán que se trata de un horario de máxima audiencia! Desde luego es la hora perfecta para luego justificar que no se hacen más retransmisiones de este tipo porque tienen bajo seguimiento.

No es algo extraordinario el maltrato que la cadena pública realiza de forma sistemática a la música, a la ópera o a la zarzuela, por poner tres ejemplos muy deficientemente resueltos en la parrilla de una programación volcada en concursos de cocina, series de segunda fila, algún programa de cotilleos pretendidamente "fino" y otras telebasuras un poco disimuladas para dar apariencia de formalidad pero que, en el fondo, no salir en demasía de la cloaca del resto de canales privados.

Para una televisión pública la difusión de la cultura no se puede confundir con una excusa para rellenar determinadas horas de programación a precio de saldo. Es otra cosa. Falta un criterio de exhibición y difusión cultural que se ha ido perdiendo con el paso del tiempo si es que alguna vez lo hubo. De igual modo que se desaprovecha totalmente la orquesta de la casa -para ver esas retransmisiones hay que tener una fuerza de voluntad a prueba de bombas- tampoco se sabe sacar partido del patrimonio cultural español y, menos aún, del lírico que, a día de hoy, tiene grandes posibilidades gracias a puestas en escenas innovadoras en las que la carga visual adquiere fuerza dramática esencial.

Sinceramente, para tirar de esta forma lo que se emite casi mejor que no hagan nada y que, en ese tiempo, se dediquen a redifusionar cualquier programa que ayude a conciliar el sueño con rapidez. Frente a canales públicos de otros países en los que el compromiso con la lírica e s parte imprescindible de su ADN cultural la televisión pública que pagamos con los impuestos de todos los españoles, también los de los interesados por la lírica, no es capaz de tener un mínimo de sensibilidad en este ámbito. Antes todo esto pasaba un tanto desapercibido. Afortunadamente ahora las redes sociales consiguen amplificar este ridículo, dejando en evidencia a los responsables de la casa. Nada sería más benefactor para el secto musical español que la televisión estatal fuese capaz de articular con el mínimo criterio acciones culturales de mayor calado en el ámbito de la música. La dejadez que ahora se exhibe es mala para todos y hace que nos preguntemos hasta qué punto hay que seguir financiando una televisión mediante los impuestos cuando no cumple sus deberes básicos y primordiales como servicio público.

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