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Arte

La Fundación Martín Chirino y la identidad y universalidad del arte canario

"Una mirada insular" es la primera gran exposición temporal de la entidad que lleva el nombre del artista

Martín Chirino.

"De lo particular a lo universal". Este lema resume, y él quiere que así sea, la ingente tarea que Martín Chirino se ha impuesto y que ha venido desarrollando en una muy larga, fecundísima y brillante trayectoria de creación artística y de labor investigadora. Una tarea inspirada por una única y profunda motivación: la identidad diferenciadora de la cultura aborigen de las Islas Canarias y su conciliación con los valores de la africanidad, de los que participa, y aquellos que determinan el arte contemporáneo universal. De lo particular a lo universal, tanto vale para su obra escultórica, de formulación constructivista y abstracta. pero con intensas connotaciones de una identidad irrenunciable, como para los trabajos de indagación y estudio que le llevaron a concebir y crear el Centro Atlántico de Arte Moderno de las Palmas de Gran Canaria (CAAM) en 1991, que dirigió hasta el 2003, y que inspiraron el ideario de la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino que tiene su sede en el emblemático Castillo de la Luz de Las Palmas en el año 2014, cuando el artista cumplía noventa años.

El Castillo de la Luz es una impresionante fortaleza del siglo XV, la construcción defensiva más antigua de la ciudad y declarada Monumento Nacional. Se levanta cerca de la casa natal de Martín Chirino y de los astilleros del Puerto de la Luz, "donde trabaja mi padre y yo pasaba horas fascinado por la magnitud de los cascos de hierro de los barcos", recuerda el escultor que pone de relieve el valor no solo arquitectónico sino incluso escultórico del propio recinto donde su obra "encuentra una armonía como si siempre hubiera estado allí". Claro que para eso hubo de realizarse una modélica labor de rehabilitación y restauración en la que el acero corten, el hormigón blanco y la caliza blanca consiguieron, sin tocar la piedra originaria, no solo respetar sino reforzar el valor autónomo de los muros históricos. Un cálido y luminoso funcionalismo proporciona al recinto, junto a las poéticas sugestiones espaciales de la construcción, condiciones ideales para la exposición de la obra escultórica.

Entre los muros, precisamente "como si siempre hubieran estado allí" viven admirablemente instaladas piezas representativas de diferentes planteamientos creativos del maestro. Desde los hierros forjados de inspiración aborigen y poética informalista, evocadores de los útiles de la labranza, hasta la espiral, santo y seña de su escultura, emblemático motivo alegórico que, aunque concebido ya en 1958, el año de la creación de "El Paso", permaneció como motivo recurrente en la obra de Martín Chirino, metáfora del viento canario, "cuando a nadie se le había ocurrido esculpir el viento", pero también motivo iconográfico recurrente en las cuevas de los guanches , encuentra su expresión más fascinante y sobrecogedora en la escultura pública que enmarca, estructura y da sentido a la Calle Mayor de Triana, en el centro de Las Palmas.

Están los Aeróvoros, que partiendo de la génesis de la espiral se desarrollan, ingrávidos, horizontalmente. Y los Afrocanes, las impactantes esculturas que evocan máscara africanas, profundizando en los orígenes de la cultura aborigen y que, en este caso lejos del hierro, se pueden ver también representados en un bellísimo bronce del 2012. O, en fin, una representación de la serie "Mi patria es una roca", enigmática formas extrañamente orgánicas, entre la abstracción y reminiscencias del legado canario, del 2006.

Pero más allá de la presencia permanente de la obra de Martín Chirino, la Fundación quiere ser un espacio para el estudio, la reflexión y el general conocimiento de la dialéctica entre canariedad y universalidad, objetivos que se cumplen plenamente ya con la primera gran exposición temporal que hasta octubre estará abierta en su sede del Castillo de la Luz. Con el título "Una mirada insular", la muestra reúne más de cincuenta piezas de los tres artistas canarios más importantes del siglo veinte: Manolo Millares, Martín Chirino, amigos desde la infancia que compartirían la aventura de la proyección internacional de su obra, y el tinerfeño Oscar Domínguez, cuyas raíces canarias pasaron luego por el surrealismo parisino. Con el mejor comisario posible, Juan Manuel Bonet, que hace escasos días inauguraba en el Instituto Cervantes de la capital francesa la exposición París- Lisboa- Madrid de nuestro Miguel Galano, al acto de Las Palmas, y con la presencia de Martín Chirino, asistió un público de la cultura especialmente entregado tanto al arte plástico como a la razón de ser de la Fundación. "Comparten su interés por las raíces prehispánicas, opinan que el sustrato primitivo de las islas sigue vivo hasta el punto de ser una parte esencial del arte moderno canario". Eso dijo Bonet de los artistas reunidos en la muestra en el acto de inauguración, y nada puede coincidir mejor con los fines que se persiguen.

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