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Música

Reflexiones sobre un estreno

Tras las funciones de Maharajá en el Campoamor

Una escena de "Maharajá". IRMA COLLÍN

Han pasado ya unos días de las funciones de Maharajá, el título que cerró el Festival de Zarzuela del teatro Campoamor. Como responsable artístico del ciclo me gustaría hacer un largo listado de agradecimientos a todos los implicados en que llegase a buen puerto el que ha sido uno de los proyectos más relevantes que ha llevado a cabo el Festival y la Fundación Municipal de Cultura durante el 125 aniversario del teatro ahora en curso.

Hay que remontarse a la década de los cincuenta del pasado siglo para encontrar otro estreno absoluto de relieve en el Campoamor. La zarzuela, como género, se ha dado como algo cerrado sin saber muy bien porqué. Incluso algunos de sus máximos defensores tuercen el gesto cuando se alude a una obra de nueva creación en este ámbito. Frente a la ópera o la música sinfónica y camerística que sigue plenamente inserta en el proceso creativo, la zarzuela se había quedado atrás. El género ha tenido muchas aristas y vías de expresión en su longeva historia y por ahí se puede tirar y mucho en la actualidad. Por ejemplo en la crítica social o política, desde el humor y la sátira. ¡Menudo filón!

Por eso creo que el trabajo realizado por Guillermo Martínez y Maxi Rodríguez ha sido ejemplo de buen hacer. He tenido el privilegio de seguir, a lo largo de meses, su entrega, dedicación y entusiasmo con la obra. Ver cómo ésta iba creciendo. Constatar las horas y horas que dedicaron a un trabajo incesante en los bajos del teatro Filarmónica, las continuas revisiones de la partitura y el libreto; un proceso creativo complejo y arduo pero con unas ideas muy claras desde el primer momento.

En el centenario del Campoamor quedó para la ciudad una apuesta cultural nueva, las Jornadas de Piano que hoy siguen adelante y han posibilitado la presencia en la ciudad de los grandes nombres del teclado. Veinticinco años después queda una obra lírica, una zarzuela, para la historia del teatro. Una obra que demuestra que, desde el punto de vista creativo, el género no está cerrado y que, a día de hoy, sus posibilidades son inmensas. Ver el teatro a rebosar en las dos funciones y cómo el público disfrutaba de las mismas; sopesar en su alto valor el nivel de implicación de los intérpretes en su conjunto, de cómo cantantes, actores, figurantes, coro orquesta y todos los técnicos del teatro se implicaron como nunca ante una aventura que, al final, llegó a buen puerto.

Como es lógico a unos les habrá gustado más que a otros. A unos les habrá entusiasmado y a otros no les habrá interesado. ¡Como cualquier otro espectáculo! ¡Cuantas más opiniones y más diversas, mejor! Ha habido sólo en un comentario crítico una especie de exabrupto malicioso, o fruto de la ignorancia que no acabo de entender. Se afirmaba que en esta ciudad no se informa de los cachés de la música clásica. Una vez más, y ya llueve sobre mojado, se miente. Los expedientes de contratación de los ciclos culturales del Ayuntamiento son públicos. Están realizados por funcionarios públicos y hasta el último céntimo se aprueba por los órganos políticos competentes. Se informa en las ruedas de prensa a los medios de comunicación de los costes artísticos de las actividades, de los gastos y de los ingresos, que asimismo vienen contemplados en las memorias anuales que también son públicas. Además, por la ley de transparencia, se tiene acceso a los expedientes previa solicitud y con la custodia de un funcionario, tal y como la ley exige. Si hay interés solo hay que molestarse y trabajar un poco para satisfacer la curiosidad. Desde luego, lo que no se hace es prevaricar o incumplir la ley, todo se realiza conforme a ella. Tampoco se informa, desde el Ayuntamiento, de la ropa interior que el día del concierto portan la soprano o el director de orquesta. Hay una ley de protección de datos y esto obliga a todos. Sin excepciones.

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