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Una manera de asomarse al cielo de Nabokov

Memoria personal, escritura entonada, visión exquisita, todo es estilo en el autor de Gloria, una novela que prefigura otras

Una manera de asomarse al cielo de Nabokov

Leer Gloria ( Podvig), una admirable novela de aprendizaje de N abokov, equivale a asomarse al cielo de su obra posterior; al detallado deslumbramiento de Lolita y a esas descripciones tan tiernas como precisas que hicieron de él un escritor envidiado por sus excepcionales dotes de agudeza y observación. Significa encontrarse años más tarde al experimentado ironista que era librando los primeros combates de su talento, las preocupaciones por la vida y empezando a despojarse de las máscaras del recuerdo. Empezó a escribirla en Berlín, en 1930, en su treintena, inmediatamente después de concluir El ojo. Como él mismo explica en el prólogo, a raíz de su publicación en 1970, Martin Edelweiss, el protagonista de la novela, puede considerarse primo suyo. De hecho algunos de los personajes que pululan a su alrededor, los amigos de Cambridge, son mencionados con iniciales en Habla, memoria, que reúne en un derroche de mordacidad impagable sus desgarradoras y nostálgicas meditaciones.

Martin, ruso nieto de un suizo, por eso el apellido Edelweiss, ve la vida como una aventura romántica desde el mismo momento en que su madre le lee un cuento de hadas que habla sobre un cuadro con un sendero del bosque colocado en la cama de un niño, en una noche centelleante y luminosa, con el cielo cuajado de estrellas, que invita a adentrarse en él. Un tren cruza estruendosamente la campiña, la cara de un risco pide que la escalen, todos los riesgos del amor, una existencia que exige superación, como escribe el propio Brian Boyd, el gran biógrafo del escritor ruso al analizar sus años europeos.

Nabokov había pensado inicialmente en Tiempos románticos para titular su novela que al final llamó Gran hazaña ( Podvig) y que en inglés recibió el nombre de Glory. Cuenta que estaba cansado de leer y escuchar a los periodistas occidentales referirse al materialismo y utilitarismo de la vida. El escritor quería narrar la historia de un joven expatriado que encuentra el placer y que aspira a la gloria en medio de una existencia aparentemente sin sentido. Todo ello recurriendo a una imaginación que le arrastra o empuja a cruzar las fronteras del tiempo a través de las hermosas transiciones literarias que ya entonces anticipaban a uno de los más grandes artistas de la escritura en el siglo XX, que explotaría en su etapa americana.

Tiempos románticos -personalmente prefiero el título provisional de la novela- guarda vínculos estrechos con la vida real de su autor. El partido de fútbol de Martin está en Conclusive Evidence, la primera versión autobiográfica de Habla, memoria ( Speak, memory). Las oraciones perfectamente enmarcadas, que conectan la memoria personal con la ficción, componen una autobiografía velada. Cambridge aparecerá después en La verdadera vida de Sebastian Knight,y los sueños de grandeza lo harán en el tocador de Ada ( Ada o el ardor). La inquietud social y la revolución son apenas piezas decorativas de un escenario en el que Nabokov jamás penetra. Un telón de fondo, ajeno a los puntos de fuga de la novela. No hay que explicarse demasiado. Importan los detalles, los trucos del espejo, la entonación de la escritura: la visión es exquisita, el estilo divino. Todo es estilo. La muerte, mismamente, es una cuestión de estilo, diría Nabokov. "Aquella noche se reconciliaron y se abrazaron y se sonaron la nariz y se aclararon emotivamente la garganta, pero Martin se mantuvo en sus trece" (pag 171). O "Las suelas de goma de sus zapatos recios dejaron huellas en el suelo oscuro de enfrente del portillo, huellas que pronto se llenaron de agua embarrada, y al poco el portillo que había dejado mal cerrado chirrió con un golpe de viento y abrió con violencia. Entonces un pequeño pájaro se posó sobre él, emitió un shi-shi-shi y luego un incha-incha y voló hasta la rama de un abeto". (pag. 261). Gloria, bendita la gloria que descansa en la eternamente bella hermandad del lenguaje. Supremo, Nabokov.

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