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Arte

Ruiz de la Peña, pintura de presentimientos

La dimensión onírica como contribución a la vigencia artística del paisaje como género

Ruiz de la Peña, pintura de presentimientos

Parece que la pintura de Faustino Ruiz de la Peña sigue evolucionando hacia una estética discretamente metafísica, entendiendo esto como la sugerencia en sus imágenes de cierta enigmática ambigüedad, una atmósfera capaz de proyectar otra posible dimensión de la realidad que la imagen representa. Esta ha estado subyacente en su obra desde algún tiempo y de modo más evidente en su última exposición, de 2015, significativamente titulada "Unreal World". Ese mundo irreal no tiene demasiado que ver con el surrealismo pero parece tener la capacidad de destilar de la naturaleza una especie de dimensión onírica que puede contribuir a que el paisaje, como género, no sea considerado la cenicienta, incluso entre la pintura figurativa, y permanezca, conservando su atractivo y vigencia artística. Hay diferentes maneras de integrar en la pintura naturaleza y pensamiento, pero esta es una de ellas y cultivada por un buen número de artistas ciertamente interesantes e importantes.

Entre las obras de esta exposición las más numerosas pertenecen a una serie de casas que parecen deshabitadas o habitadas muy ocasionalmente, situadas en parajes desiertos y nevados. Debo al texto de Luis Feás en el catálogo de la exposición, titulado "Como bola de nieve", la explicación a su vez del título de la muestra, "Snow Ball", como referencia a los pequeños paisajes nevados encerrados en bolas de cristal, souvenir clásico no hace tanto tiempo, que al ser agitado desprendían su nieve llenando el espacio para volver luego a quedar otra vez en reposo. Me alegro de conocer este argumento porque antes, viendo la exposición, pensaba que buena parte del encanto fantasmagórico de estas pinturas tan bien pintadas, y de las sensaciones de serenidad algo perturbadora que transmitían, residía seguramente en el modelo de las casas y en el paraje donde se instalaban y del que partían, exótico diferente de lo habitual, casas como de postal o de revistas de países lejanos. Como en las pinturas no hay figuras humanas, las casas se erigen en los verdaderos personajes de la pintura y su personalidad algo artificial contribuía a la misteriosa extrañeza de la imagen. Esa artificialidad tiene algo de kitsch, como lo tienen también los paisajes nevados encerrados en bolsa de cristal, y el kitsch suele ser un buen ingrediente de las proyecciones oníricas.

Este espíritu evocador de la extrañeza también está presente en el resto de la obra de la exposición, que cuenta además con numerosas e incipientes sugerencias narrativas. Por ejemplo en la presencia de caballos, o un cerdo, o en el espíritu del cuervo, motivo reiterado en la pintura de Faustino Ruiz de la Peña y gran protagonista en el gran formato de su exposición anterior. También en la incongruente y amenazadora presencia del monumental peñón en las orillas del mar bajo el cielo tenebroso, más discreto en pequeños paisajes de exquisito y delicado color otoñal en la hierba y muy poético en la espléndida pintura del gran árbol muerto por el otoño, en el que solo quedan cuatro o cinco hojas, a punto de caer y, entre ellas, como una de ellas, la presencia de un gorrión. Un canto a la melancolía. La obra de Faustino Ruiz de la Peña es una de las más interesantes y personales de la pintura de la figuración asturiana como se puede ver en esta última muestra.

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