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Poesía

El alfabeto de África

Ángel Petisme poetiza el continente en El faro de Dakar

"A menudo cuando no consigo dormir pienso en la lluvia de África", escribe Ángel Petisme, (Calatayud, 1961), en su último poemario El faro de Dakar, un recorrido emotivo y denodadamente sincero por el continente africano. También una defensa de una cultura antiquisíma que se eleva a modo de vida, como apunta otro verso: "Nadie tiene internet. Y nadie llora solo en el mundo del barro." Un redoble de piel tambor al amanecer.

Subyace en la obra esa propensión a pensar en el sensor de la literatura para despertar conciencias: "Todas las artes en general son una extensión de la vida, prótesis humanas que vienen a trascender nuestros desasosiegos, miedos y alegrías. Y otra cosa bien distinta es la cultura del entretenimiento del que mucha "literatura" plantea como único fin, aparte del comercial. En ese sentido la escritura, no la literatura, siempre ha sido un instrumento de búsqueda y agitación de mí mismo, una exposición en voz alta de mis alarmas, de escarbar en mi propia oscuridad y subconsciente para llegar a espacios de luz y lucidez. Si esas palabras se publican y comparten, seguro que nos sacan de nuestra zona de confort diario y desaletargan de la modorra de este apocalipsis zombi que nos ha tocado en suertes", sotiene Petisme. Lejos de encajar en cualquier postura acomodaticia, el contacto con el continente africano abre anchas puertas de percepción para un occidental: "África significa "sin frío". Uno puede irse al paraíso y ser muy desgraciado si te llevas la mochila llena de prejuicios y esterotipos. Así que puedes liberarte y empaparte de todo con la sed del nómada o hacerte un tour turístico, traerte unos "selfies" en el paraíso con los negritos de la canción del Cola Cao y regresar sin haberte enterado de la misa la mitad. Son enormes las lecciones de vida de África: el sentimiento de tribu, comunidad y protección, la reunión, la oralidad, el valor de los sabios y los ancianos, la importancia decisiva que se le da a la educación y al maestro, niños que caminan tres horas para llegar a la escuela, los valores no bursátiles, la esencia pura de la humanidad con todas sus contradicciones", apunta el poeta.

Es palpable la apreciación del continente africano por ese instrumento que ejerce, a veces, de bisturí poético llamado silencio ya que "dice una máxima pitagórica que es la primera piedra del templo de la filosofía. En todo el libro el paisaje y la naturaleza son actores protagonistas, con sus fuerzas desatadas y su inmensidad. Y está escrito con el telón de uno de los grandes tesoros de toda África: la música que esta llena de silencios y vacíos sonoros. Pero también hay un silencio nada poético porque África es el silencio de Dios, el silencio del hambre, el silencio de las potencias neocoloniales que la siguen explotando, no a cambio de espejitos y abalorios como antaño, sino con ayudas simbólicas y tiritas, en vez de incentivar el desarrollo de esos países a los que se les roba todo bajo el gran silencio del terrorismo financiero", señala Ángel Petisme.

El hecho de que el escritor maño haya sido testigo directo de las vivencias que refleja deshecha cualquier subplantación ya que "no puedo evitar esa especie de periodismo poético. Quizás yo soy un refugiado poético, político y ético que hace el viaje inverso y busca auxilio y esperanza, huyendo." Así mismo El faro de Dakar proyecta un recorrido geográfico por África muy exhaustivo: "El viaje es solo una percha y excusa para hacer un periplo emocional y espiritual. En realidad el libro no habla de África sino de las enfermedades y el terror del Norte, del mundo "rico". Hay un vigía en lo alto del faro que observa la condición humana sin cinismo, de forma descarnada pero también tierna. Y en última instancia esa "terra incognita", no dibujada en los mapas, soy yo, un continente herido que quiere salvarse".

Sin ambages se habla en la obra de expolio cultural y aniquilación física, según su autor "toca las zonas oscuras del ser humano, la guerra, la avaricia, el turismo sexual, la enfermedad. Nos muestra la cara y la cruz de unas sociedades tejidas entre la modernidad y la tradición, la empatía y la violencia, el fundamentalismo y el espectáculo, la televisión por satélite y la falta de agua, el móvil y el tantán... Y escapa a ambas categorías mostrando una realidad poliédrica que habitualmente se nos muestra simplificada al entendimiento occidental".

Otra de las verdades palmarias que quiere mostrar el libro es desmentir esa creencia occidental de sentirse a salvo debido a que: "Podemos seguir pensando que son pobres, ladrones e incultos pero hablan tres idiomas al menos cada uno. El racismo no es otra cosa que el miedo a lo desconocido. "Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros? Esta gente, al fin y al cabo, era una solución", decía Kavafis en su poema. Ellos son todo ello". El faro de Dakar logra cambiar el universo del lector y consigue que la poesía no sea una moneda de cambio. Un canto llameante de vida pura.

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