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La indagación íntima de un escritor que invita a reflexionar

No hay un dios que guíe las memorias. Leyendo Entre ellos es fácil darse cuenta de lo difícil que resulta indagar en los progenitores. Tenemos una preocupante falta de autoridad sobre la vida interior, incluso la de las personas más íntimas. La mayor virtud de este relato familiar de Ford está curiosamente en el uso que él mismo hace de esa carencia. Su profundo interrogatorio sobre las cosas que no sabía y no podía saber acerca de sus padres coincide con el hecho de que nadie los conocía mejor o los recordaba con tanta exactitud. Precisamente en los pasajes que dan paso a esta convergencia de conjeturas y conocimiento, memoria y suposición, Ford se acerca lo más posible a comprender con detalle quiénes fueron en realidad.

Su atenta y casi metódica pregunta sobre ellos -en otras palabras, las cosas que pueden ser verdad o no- extrae las realidades privadas de su existencia de la manera más palpable. De su padre, en la carretera vendiendo almidón de lavandería, solo, conduciendo en solitarias carreteras, tumbado en las camas de las oscuras habitaciones de los hoteles, leyendo un periódico a la luz de una pobre lámpara, con el zumbido de un ventilador, y como música externa el sonido de los saltamontes, las puertas de los coches cerrándose y las risas. Se imagina cómo era ser padre, tener una esposa, alquilar una casa en una ciudad donde no conocían a casi nadie y carecían de amigos, y regresar a ella los fines de semana como si se tratara de su hogar. Recrea con tristeza la relación truncada con otro hombre que mantuvo su madre después de quedarse viuda cuando parecía dispuesta a no vivir del todo y finalmente decidió sacrificarse para predicar con el ejemplo.

Se suele decir que prestar atención a los demás es un acto de amor, y Ford lo ha hecho con los suyos, vuelve a mirar la vida para reconocerla y aliviar la carga de la conmoción por lo que perdió. Hay también algo más: con la belleza adelgazada de su memoria familiar nos trae, como sucedió tantas otras veces con sus ficciones, una preciosa y conmovedora historia, o dos, sobre una pareja extraordinaria dentro de lo ordinario que de otra forma jamás hubiéramos conocido. Como él mismo escribió puede que sea verdad que casi todo, menos el amor, desaparece. De este permanece el recuerdo que cada uno se empeña en cultivar. Es ese el tipo de recuerdo que convierte en arte y reflexión un gran autor como es Richard Ford.

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