-Hace muchos años, comenzó a decir, vivíamos en enormes ciudades, continuó. Los niños se miraban con interés; eran grandes urbes llenas de luces y de gente.

-¿Cómo nosotros? Preguntó un niño de unos tres años con la nariz roja por el frío.

-Sí, parecidos. Tan parecidos como una montaña y un valle, continuó. Los niños se miraron unos a otros sin encontrar la relación entre una montaña, un valle y la historia de su pueblo. En esas ciudades vivía millones de personas. Poco a poco, fueron dañando más el planeta, dijo, aclaró la garganta y continuó. En este planeta, había grandes rocas de hielo, tan grandes como está roca. Hizo el gesto de señalar un enorme roca que estaba a su lado.

-¿Tan grandes como esa roca? Preguntó el mismo niño.

-No, mucho más grandes. Enormes. El caso es que estas rocas de hielo se fueron fundiendo con el mar. El mar creció y creció y acabó por hundir las ciudades bajo una gruesa capa de agua salada. Muchas personas murieron. Los niños se estaban asustando, pero no todos ellos desaparecieron. Hizo una pausa para añadir interés. Algunos humanos habían nacido con la capacidad de aguantar más en el agua. Tuvieron hijos, y sus hijos duplicaron sus habilidades. Fueron estos hijos los que decidieron emigrar. Avanzaron con paso lento pero seguro. Su líder, les condujo a una enorme montaña, ésta, dijo señalando al suelo. Los niños mostraron interés y comenzaron a tocar el suelo como si al hacer esto les ayudase a ver la escena del pasado. Éstos decidieron dejar de hacerlo y prestar atención a la historia. Al llegar aquí, se asentaron. Construyeron una aldea, y tuvieron otros hijos, que era más parecidos a nosotros. Ellos estaban felices en ese momento y se creyeron más poderosos. Pensaban que eran invencibles -hizo una pausa para mirar al suelo y continuó- se equivocaban. Un día, uno de los aldeanos, uno joven y fuerte, decidió bajar al valle. Todo el mundo le preguntó el motivo. ¿Por qué iban a vivir allí? El aldeano bajó al valle donde vio que había el doble de vegetación, el doble de animales y el doble de espacio y € Dijo un niño ¿por qué no vivió allí? El niño se levantó y señaló al valle.

-Porque creían que se hundiría antes, dijo con voz profunda. El niño se sentó o suavemente como si una mariposa estuviese posandose en una flor.

El anciano poseyó que un par de aldeanos fuesen allí a vivir. El resto se rieron de el. ¿Sé creerán mejor por vivir allí? Ya volverán aquí arriba. En esa montaña, todos bailaban y cantaban ajenos a la realidad. Se les venía encima una gran tormenta. En el valle se dieron cuenta del gran desastre que se avecinaba, pero no se preocuparon mucho. Allí abajo no afectaría fuerte, pues estaban a menos altitud y tampoco sufrirían por el viento, las montañas les cubrirían. La tormenta llegó finalmente con truenos como tambores y rayos como trozos del sol enfurecidos. Arriba en la montaña las casas volaron por los aires y las personas que allí se encontraban acabaron por sucumbir ante la tormenta. Al día siguiente desaparecida, la naturaleza había ganado terreno. En el valle consiguieron vivir un tiempo más, cientos de años, pero lo inevitable llegó. El valle a cabo por inundarse. Como ya se veía venir, el jefe decidió evitar el nacimiento de más niños. Finalmente sólo quedaba un aldeano vivo para cuando la tormenta anunció su aparición. El aldeano se aferró con fuerza a una soga y consiguió sobrevivir. Malherido, reunió fuerzas para subir a la montaña y contemplarlo todo por una última vez. De pronto, unos sonidos, casi como silbidos, consiguieron que se despertase de un largo sueño. El aldeano caminó con dificultad hacia la cueva donde venían. No cabía en sí de su asombro cuando vio que las almas desgarradas de los aldeanos muertos, había nacido diez niños.

-Nosotros, nosotros, ¡nosotros!, Gritó con alegría una niña. Sí, vosotros respondió ella con una sonrisa en la cara.

Poco a poco los niños crecieron. Había esperanza.

-Bueno debo darme prisa, dijo. Los niños encontraron una forma de continuar, en la vida de estos niños hubo valles profundos pero seguros, y montañas altas pero inestables. Fue en uno de esos momentos cuando consiguieron continuar con sus vidas.

-Un niño se levantó y dijo: habrá montañas y valles allá donde vayáis. Los motores se escucharon acercándose.

-Bueno, dijo, creo que se acercan.

-¿Se acercan qué? Preguntó un niño que se sentaba al fondo.

-Vuestras montañas. Dijo con seguridad.

Un enorme nube se disipó dejando ver un vehículo con forma de huevo de un color negro azabache y que parecía estar tragando la luz. Una enorme escalera blanca se desplegó. Los niños, la miraron algo asustados, otros con curiosidad en sus pequeños ojitos.

-Subir dijo, esta es vuestra montaña. Os dije que siempre queda algo vivo. Pues algunos humanos viajaron a otro lugar lejos de aquí y se asentaron. Es un lugar muy seguro. Con gente como vosotros.

Los niños subieron a la nave. El último de ellos se detuvo miró y dijo:

-Pero Señor, ¿quién eres tú en la historia?

Alzó la mirada y dijo:

-El último aldeano del valle.