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Tinta fresca

Un juego audaz

El refutador teje una brava novela hilvanada con puntadas cómicas, de jugoso lenguaje y frenesí imaginativo

Un juego audaz

Santiago Cobo Quevedo inicia El refutador con la presentación del narrador, un tal Manuel Morales, que sobrevive en un caserón por caridad de un alcalde que le manda un mensajero en busca de unos "papeles valiosos y turbios" acaso heredados de su mentor. Los interlocutores de Morales parecen replicarse sin fin. El autor advierte: "Los interlocutores de Morales parecen replicarse sin fin. Muchos lectores se dejarán llevar por el motivo de la esquizofrenia. La disonancia cognitiva. Esos lectores caerán en la trampa de la voz que nos cuenta la historia". Ahora bien: "El narrador no es un esquizofrénico y no padece disonancia cognitiva". Al contrario. La primera parte de la novela transcurre en los tiempos del derrumbe del ladrillo. Al narrador, "que no es arquitecto ni nada que se le parezca", le ofrecen un contrato para diseñar un proyecto de arquitectura en una zona rural.

"El refutador" está construido como un voluminoso y original libro de estrategia, advierte su autor, "el arquitecto no tiene nada que ver con el agrimensor de 'El castillo' de Kafka. Los gallos (los hombres de 'la gallera') que subestiman al narrador al principio y le ofrecen ese proyecto para inflarle el ego, marearlo y sacarle los papeles por cuatro duros, suspenden la decisión de matarlo y durante dos días preparan la farsa del proyecto de arquitectura. Pero cuando lo ven bajar de la jaula, cuando lo ven salir del matadero, se dan cuenta de que el narrador no es el tonto, el de pocas luces. Es el estratega que andan buscando. No solo un genio cognitivo. Es la resistencia física. Aguanta palos, humillación, miedo, etcétera, como nadie". Los gallos han de modificar su estrategia, "improvisar, y el rollo de la arquitectura se va transformando poco a poco en ese 'esperpento surrealista' cuyo fin es determinar el peso del narrador. El narrador aguanta la paliza. Planta cara hasta el final y, lo más importante, reconoce a su adversario Vautour. Es el error que ha cometido su adversario. El narrador cree haber vencido. En realidad, no ha hecho más que aprobar el examen de ingreso en una asociación de criminales donde la vida que le espera es mucho peor aún que la vida en los dominios del alcalde. Pasa de ser perro de caza a ser perro de presa".

¿Qué es "la gallera", título del primer libro que alberga la obra? Es "una peculiar organización criminal de desplumadores cuyos miembros son expertos lingüistas. Hay cohesores, detractores, indignadores, etcétera. A quien 'indignador' le suene raro, no sé, que encienda la tele. Quienes dominan todas las disciplinas lógicas alcanzan el nivel supremo: el gallo. Se hacen llamar así porque son los artistas del combate mano a mano en recintos cerrados pero nada definidos, en 'contextos de incertidumbre'. El refutador es un asesino, un sicario. No un sicario de tiro en la nuca. Es la estrella y, al mismo tiempo, el obrero más puteado de la gallera porque se tiene que enfrentar solo a un mundo manipulado y falseado, mezcla de farsa y brutalidad, un mundo en el que nadie es quien dice ser y en el que los errores lógicos y cognitivos se pagan con la muerte".

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