Tomarse el cine en serio es la peor manera de denigrarlo, pero la vibrante introducción a la ceremonia de los Goya, con influencias soterradas de Monty Python y del Bob Fosse de All that jazz, impulsaba a soñar que el país había cambiado de gala. O la gala de país. Y alguien debió programar con intención que Sánchez se llevara la primera estatuilla de la noche y de su vida, aunque el apellido correspondiera a Benedicta Sánchez. El presidente del Gobierno también recibió el homenaje de Almodóvar, de Pedro a Pedro.

Cada vez que razono la recreación poco convincente del premiado Almodóvar a cargo del premiado Antonio Banderas en la premiada 'Dolor y gloria', me enfrento a las habituales críticas de antipatriota. Las disuelvo con una contrarréplica elemental, "¿has visto la película pagando?". Y no la han visto. Para sufrir la decepción del último ombliguismo almodovariano, he abonado ocho euros después de combatir el hostil entorno urbano, y recibo los dardos de personas que antes se colocarían frente a un pelotón de fusilamiento que amarrarse dos horas a una película seria española. Los patriotas suelen serlo menos a la hora de pagar, en impuestos o en taquilla.

El mejor intérprete de 'Dolor y gloria' es el piso donde se rodó, un marco que permite soportar los anodinos duetos en su interior. Seguido por Leonardo Sbaraglia, que humilla a Banderas. Sin menospreciar la simpatía incandescente del malagueño, un actor de raza española, el mejor embajador imaginable. Sus admiradores deberían pagar un puñado de euros para comprobarlo. Y si Marta Nieto no gana por 'Madre', qué sentido tiene el premio a la ubicua Belén Cuesta.

El cine español de altura se lo pone difícil a los espectadores. La película más cotizada empieza por la palabra 'Dolor' y acaba con el nombre de una borrasca asesina, 'Gloria'. Demuestra que 'Parásitos' es la película que Almodóvar ya no puede permitirse. La cinta de Amenábar, empatada a la anterior, incluye la palabra 'Guerra' aunque el título correcto sería 'Un Unamuno de Wikipedia'. No eran las favoritas, sino las únicas candidatas, tan débiles que los galardones se desperdigaron.

Otra candidata no solo habla de 'trinchera', sino que le concede la infinitud al suplicio. Y la cuarta va de un niño que durante el franquismo... Se pretende inducir a los espectadores a desafiar los elementos y la falta de aparcamiento, antes de pagar por encontrarse en pantalla con el peor de los mundos posibles. Y cuando dos labores de la trascendencia de la presentación de los Goya y la vicepresidencia del Gobierno se encomiendan a parejas, procede preguntarse si una mujer ha de cargar con el fardo de un marido inútil para coronar un cargo de relevancia. En fin, se acerca el día en que la ceremonia tendrá menos audiencia que las películas nominadas.