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La verdad humana de Pérez Galdós

Tras visitar al mediodía la exposición del Instituto Cervantes dedicada a los hermanos Machado, quien esto escribe se dirige a la Biblioteca Nacional de España para hacer lo propio con la muestra sobre Benito Pérez Galdós, organizada con motivo del centenario de su muerte. No solo se trata de tres clásicos de nuestras letras, que mantienen plenamente su vigencia, sino que además son autores que nos han acompañado -sobre todo Pérez Galdós y Antonio Machado- como referentes que trascienden lo literario para influir, de algún modo, en nuestra manera de ver el mundo. La exposición "Benito Pérez Galdós. La verdad humana", comisariada por el profesor y crítico literario Germán Gullón y por la escritora Marta Sanz, permite adentrarse en la figura de Galdós en un sentido totalizador: el novelista, el autor de los Episodios nacionales, el dramaturgo, el periodista, el político, e incluso el dibujante y el crítico musical. Menciona Antonio Muñoz Molina, en uno de los vídeos que pueden verse en esta magnífica muestra, que Galdós fue un ejemplo "de imbricar vidas privadas y pasiones privadas en un avatar histórico". "No hay un escritor que tenga una visión tan amplia, tan completa, tan política, de la literatura como él", afirma. Y esta perspectiva que ofrece la obra galdosiana está presente también en su propia vida: repasar su trayectoria personal implica rememorar, al mismo tiempo, un periodo fundamental de la historia contemporánea de nuestro país. Así, Germán Gullón ha recordado la importancia de la niñez y la juventud del escritor en la entonces pequeña ciudad de Las Palmas, en cuyo Colegio San Agustín Galdós se forma en ideas avanzadas para la época; y cómo, ya en Madrid, donde se matricula en Derecho, recibe la influencia de su profesor de Literatura Latina, el humanista Alfredo Camús. De igual forma, para Galdós resultó muy enriquecedor el Ateneo de Madrid, del que sería socio durante más de 50 años. Allí fue donde nació su amistad con Clarín y donde escuchó conferencias de Emilio Castelar, del propio Alfredo Camús o de Francisco Giner de los Ríos. Precisamente este último fue quien consiguió, en palabras de Germán Gullón, "que Galdós se dedicase a escribir novelas donde el principal empeño fuera la reforma social, [?] ejerciendo una crítica útil, donde los personajes mostraran su verdad humana". Asimismo, la vida de Pérez Galdós no puede entenderse sin el contacto con la literatura de autores como Dickens o Balzac, sin sus viajes a Francia -en París se encuentra durante la Exposición Universal de 1867-. Tampoco sin su relación con Emilia Pardo Bazán, que, más allá de lo amoroso, fue de gran calado para ambos en el aspecto intelectual y en el literario. Llama la atención la cantidad de manuscritos de obras del autor y de primeras ediciones de las mismas que se han conseguido reunir en esta muestra. Y, por supuesto, una selección de cartas de su importante epistolario. Además, destaca uno de los dos retratos que Joaquín Sorolla pintó del escritor -el que popularizó el billete de mil pesetas-, que refleja su timidez y su simpatía apacible. Otra imagen que quedará grabada en el visitante es la reproducción, a tamaño real, de una fotografía del novelista en el abigarrado salón de su casa de San Quintín, que construyó a finales del siglo XIX en Santander, y que fue derribada tras la guerra civil. Galdós descansa en un sofá con uno de sus perros en el regazo y protegido por los anaqueles de su biblioteca. Da la impresión de que, en ese momento, un sueño ligero le permitiera vislumbrar el rumbo que tomará alguno de los personajes de la obra que está escribiendo. Hay nombres cuyo valor y cuya autenticidad van más allá de las disputas críticas y, por supuesto, de las modas. Galdós, a quien Andrés Trapiello pone al mismo nivel que Cervantes, sin duda es uno de ellos.

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