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LIBROS

Gente corriente e Historia universal

Galder Reguera y Simon Stranger: autobiografías posmodernas, a la busca de una base personal

Cuando alguien escribe una biografía, no cabe duda de que busca en ella algo de su propia historia y de que deja su impronta en la vida que relata, de la misma manera que una autobiografía tiene muy en cuenta la mirada del mundo, pues quien la escribe sale del Yo de la página para verse como el Tú que definirá la persona que la lee. Por eso, Galder Reguera, hijo póstumo de un joven muerto en accidente a los veintitrés años, no sólo busca a su padre en esta obra, sino que, lógicamente, se encuentra con su madre y, desde ella, con su familia materna, con su familia paterna y consigo mismo.

En Libro de familia queda patente la fina red de entramados que sustentan nuestra genealogía y la diversidad de máscaras vitales que adoptamos en situaciones diferentes, de manera tal que según con quien se hable, se descubre una faceta nueva, que con frecuencia contradice la opinión de otra persona cercana. Reguera traza las diferentes ramificaciones que dan cuerpo a la figura de su padre, quien, para el autor, había sido una ausencia desde su nacimiento.

Lejos de conseguir una foto fija, una vida clara y lineal de su progenitor, Reguera va acumulando dudas y preguntas, y va superponiéndolas contra el fondo del desarrollo político y social del país y de su comunidad autónoma. Al hacerlo, no puede por menos que reflexionar sobre sí mismo, sobre sus vivencias, su historia personal, la relación con sus hijos, aún pequeños, y con su madre y su padrastro, que ha sido para él el padre presente en los momentos buenos y en los problemáticos.

Las fotografías han sido siempre un recurso fundamental para recordar, pero no sólo para activar la memoria de un pasado más o menos reciente, sino también para despertar nuestra capacidad de crear historias y producir acontecimientos que pudieron haber sucedido o no, pero que se convierten en el discurso que evoca la fotografía. La Historia y nuestra historia se materializan en verdades admitidas cuando son refrendadas por la imagen y la palabra.

A la necesidad personal de Galder Reguera de rescatar a su padre, "alguien que ha estado ahí, pero al que solo podía acceder a través del relato", se une la aspiración omnipresente de esquivar la muerte definitiva, la que ocurre cuando la última persona que te recuerda te olvida, y ya es "como si nunca hubieras existido".

Este peligro es el que mueve al escritor noruego Simon Stranger a recuperar la vida de uno de sus antepasados, ante el temor de que su nombre y su figura se pierdan entre los millones de judíos asesinados durante la II Guerra Mundial. Stranger relata, al principio de El libro de los nombres (publicado en noruego en 2018), la acción llevada a cabo por el artista alemán Gunter Demnig, quien ideó las piedras obstáculo, "cicatrices visibles en el rostro de [algunas] ciudades", placas con un nombre inscrito que se colocan en el suelo delante de la casa donde habitó la persona eliminada. Así se recuerda al menos el nombre y se personaliza un número.

Pero a Stranger esto le sabe a poco y, como Galder Reguera, a través de fotos, testimonios, cartas, documentos e historia escrita construye un relato de vida de Hirsch Komissar y de quienes le rodearon, tanto los que le querían como los que fueron responsables de su detención, tortura y muerte, y de quienes miraron para otro lado o se sintieron desgarradoramente impotentes ante la tragedia. Así mismo, evoca a las personas que sufrieron, con el transcurso del tiempo, las consecuencias de tales actitudes.

Stranger organiza su novela en torno a las letras del abecedario, con todos los sentimientos, actos y pensamientos que pueden caber de la A a la Z. Él también, como Reguera, se debate entre dudas y preguntas, pero las suyas, aún partiendo de las que nos hacemos la gente corriente ante la adversidad, alcanzan también la insondable negrura de la perversidad y la crueldad históricas.

Ambos autores terminan su narración en un punto cualquiera, porque "la vida sigue" y es imposible poner un punto final, pues no hay nada definitivo mientras sigamos existiendo. Sólo podemos buscar tiempo para escuchar y reflexionar, tanto sobre una piedra obstáculo concreta como sobre las historias "que se ocultan debajo de cada una de las demás".

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