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Luis Martín-Santos y Juan Benet: los inicios

El amanecer podrido, 67 relatos para conocer los precedentes de dos autores que abrieron un nuevo modo de narrar

Luis Martín-Santos y Juan Benet: los inicios

Por los años 60 del XX, se produjo en la novela española un barrido general que mandó al baúl de los recuerdos el modo de narrar anterior y abrió de par en par las ventanas para que entrara el aire fresco de la novela europea y americana, los Proust, Conrad, Faulkner y compañía. Se encargaron de tirar de escoba dos amigos: Luis Martín Santos (nacido en 1924, son importantes las fechas) con Tiempo de silencio (de 1961) y Juan Benet (nacido tres años después) que remató la limpieza en 1967 con Volverás a Región. Los estudios académicos dicen que –tras la Guerra Civil− se vivieron unos años 40 dominados por Cela y su La familia de Pascual Duarte, amén de Nada, de la muy joven Laforet (y Delibes, que ya apuntaba maneras). “Tremendismo”, se llamó a aquel modo de contar. La década de los 50 la marcaron otra vez Cela con La colmena, y El Jarama de Sánchez Ferlosio (además de Martín Gaite y Ana Mª Matute). “Novela conductista” se vino a llamar aquella moda. Y en eso llegaron a alborotarlo todo Martín-Santos y Benet.

Pero, ¿cómo ocurrió? ¿Surgieron de la nada ese par de novelas tan radicales y opuestas a lo anterior? ¿Había una obra no publicada anterior e inédita, una etapa de tentativas, pruebas, tanteos, preparativos, inicios o como se quieran llamar, de las dos figuras más representativas de aquella ruptura con el realismo chato y costumbrista? Gracias a El amanecer podrido −inédito en su conjunto: razón, entre otras, por la que no lo menciono ni en mi tesis doctoral ni en mi libro de 1998 Una meditación sobre Juan Benet− podemos responder que sí y que quedan abiertos al público aquellos primeros pasos, aquel “bajorrealismo”, como dieron en bautizarlo. Son 67 relatos breves o brevísimos, escritos o revisados a cuatro manos, redactados entre 1948 y 1951, es decir, siendo veinteañeros nuestros autores. Van desde el disparate puro al fingido comedimiento; desde la imagen surrealista de cuyo hilo se tira al relato más onírico; de Kafka a Baroja, por decirlo a lo bruto.

No sabemos qué opinarían hoy aquellos amigos al ver publicado este libro. MS, el psiquiatra, falleció a sus 40 años en un accidente de tráfico; el ingeniero JB, a los 65

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No sabemos qué opinarían hoy aquellos amigos al ver publicado este libro. MS, el psiquiatra, falleció a sus 40 años en un accidente de tráfico; el ingeniero JB, a los 65. Sí sabemos lo que este último pensaba en la primavera de 1964, merced a una carta que se incluye en el presente volumen: “Aparte de que Luis considerara esa parte de su obra [la de los años anteriores a 1952 o 53] como la preparación y el sacrificio necesarios para la carrera ulterior, está el hecho de que nunca se decidió a publicarla y no porque no le faltaran ocasiones, sino porque nunca debió [sic] considerar provechoso hacerlo así. Y si me refiero a los cuentos que escribimos en comunidad estoy seguro de que, por lo menos en la misma medida que a mí, hoy le horrorizaría la idea de publicarlos”. Fueron, en efecto, muy amigos. A raíz de Tiempo de silencio se distanciaron. JB estimaba que aquella novela contenía demasiado Joyce −autor que detestaba− y también mucho costumbrismo naturalista: no le gustó. Pero demoró el comentarlo hasta que el silencio se hizo respuesta.

El libro se abre con un Prefacio del gran Mauricio Jalón −inestimable y finísimo autor de magníficas ediciones benetianas−, quien también parcela en VII apartados el conjunto de cuentos o microrrelatos o como se dé en llamar hoy a El amanecer podrido. Siguen dos divertidísimas odas poéticas del uno al otro autor. Luego, los 67 relatos dichos. Unas cuantas fotos y reproducciones de dibujos. Un par de cartas sobre el bajorrealismo. El excelente “Luis Martín-Santos, un memento”, ya publicado en Otoño en Madrid hacia 1950 por JB, ejemplo de digresión como método memorialístico. Cinco cartas a cual más esclarecedora. Por fin, unas “Notas” de Jalón más que muy ilustrativas del contenido. Así sabemos que JB reconoce como solo suyos −si bien, insisto, la autoría de firma es común− los números 2 (el protagonista desea pasarse un día en el interior de una sopera: por ahí van los tiros), 12 (ay, el burdel), 19 (las putas irlandesas y santas), 24 (el bicho estomacal y Jesucristo Bendito) y otros pocos. Como de un festín literario se trata, no me resisto a copiar entero el que JB (y MS a la revisión) repetía en reuniones de amigos como objetivo final del matrimonio: “Cuando encuentre a una mujer cariñosa me casaré. Entonces le diré: ‘Ráscame ahí’, y ahí seré rascado”. Que tanta ruptura, vista en perspectiva temporal, sea leve al lector pacato.

El amanecer podrido El amaner podrido

El amanecer podrido

Luis Martín-Santos y Juan Benet 

Edición, prefacio y notas de Mauricio Jalón

Ed. Galaxia Gutenberg 348 págs. 22 €

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