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La ilustre Francia

José Havel prepara la edición y traducción del diario de Edmond de Goncourt

Quizá una de las cuestiones más importante en crisis sanitarias, como la que nos azota en este momento, es la existencia de parámetros claros e instrucciones precisas, en la medida de lo posible. Todo el mundo entiende que el conocimiento en los factores de riesgo al contagio de un virus obliga a ir modificando normas y a cambiar protocolos en función de los riesgos que se van analizando cada vez con mayor precisión. Por eso es tan relevante acudir a la evidencia científica y al estricto cumplimiento de las instrucciones de seguridad que debieran ser las mismas en cada territorio porque, que sepamos, los virus no tienen fronteras y su capacidad dañina es capaz de colarse hasta en los lugares más remotos. Nadie estamos a salvo y toda precaución es poca.

El cierre total y el confinamiento de la pasada primavera desembocó en una progresiva apertura de la que participaron todos los centros culturales dotándose de unas normas de funcionamiento muy estrictas en cuanto a aforos, uso de mascarillas, etc., y también con exigencias claras de ventilación de las salas tanto de manera directa como a través de los sistemas de ventilación mecánica. El estricto cumplimiento de las indicaciones establecidas por parte del público y los intérpretes –en este caso casi se ha institucionalizado la realización de pruebas diagnósticas de manera estable, algo similar a como se está haciendo en el mundo del deporte– ha llevado a que, desde la apertura de teatros y auditorios, los brotes en estos equipamientos hayan sido muy menores en el conjunto de los detectados por las autoridades sanitarias.

De manera paralela, varios países han llevado a cabo numerosos estudios que han venido a confirmar la seguridad de los equipamientos siempre y cuando se realicen de manera estricta las medidas de control, sobre todo en la ocupación que conviene no sobrepasar el cincuenta por ciento del total. Con estas premisas se acuñó el lema de “cultura segura” que intentaba animar al público a regresar a los espectáculos y a una tímida recuperación de uno de los sectores más dañados por el cierre primaveral. En verano, la actividad al aire libre concentró, de manera mayoritaria, la oferta y los teatros comenzaron a abrir sus puertas en el mes de septiembre con mucha cautela y asistencias muy ajustadas.

Sin embargo, la segunda ola ha llevado a un nuevo repliegue generalizado, si bien las medidas no son iguales en los diferentes territorios y aquí no parece que el criterio científico sea predominante, sino que se va al trazo grueso con un cierre casi total que se lleva por delante a los sectores que han sido un ejemplo a la vez que otros que no han estado a la altura. Ahora el problema se centra en la movilidad, pero el argumento, en el caso de los teatros y auditorios, es muy endeble. Veamos el caso asturiano: actualmente existe un cierre perimetral en las tres grandes ciudades, con lo cual la movilidad externa a las mismas es inexistente: igual a cero en el que caso de una obra de teatro, una ópera o un concierto. Por lo tanto, ese movimiento queda circunscrito al ámbito interno de cada urbe. Si tenemos en cuenta que los aforos a la venta están de media en las quinientas localidades –en el caso del teatro Filarmónica en Oviedo ¡poco más de cien!– no se puede argumentar que grandes masas urbanas se desplacen a ver una película o a escuchar un recital de piano. Además, la entrada en las salas se escalona desde una hora antes del comienzo del espectáculo y en las escasas colas que se pueden formar en los minutos previos al espectáculo se guarda de forma estricta la distancia de seguridad y el personal de los equipamientos controla para que no se realice ningún movimiento fuera de los cauces establecidos en el protocolo.

La mayoría de los espectáculos, además, han eliminado el intermedio con lo cual también se han borrado los corrillos y, en el Auditorio Príncipe Felipe, por ejemplo, no hay posibilidad de sacar dos entradas juntas, ni siendo convivientes, porque se ha afinado al límite para que cada localidad no tenga nadie al lado. A la salida, con el toque de queda y los bares y restaurantes cerrados, la socialización es prácticamente inexistente. Es comprensible, por tanto, el malestar de un sector –el de las orquestas, los teatros líricos y los espectáculos escénicos en general– que ha estado en primera línea para evitar los contagios y que, pese al éxito obtenido en ello, ve como se extiende una penalización mayoritaria, aunque no uniforme. Si usted vive en Madrid tiene, en medio de las medidas, opción de vida cultural, escénica y musical, pero en Asturias y otras comunidades, con problemas similares, no. Y aquí está la clave. ¿Por qué falta también aquí un criterio unánime?

Con un meditado y analítico estudio, el crítico José Havel publica el Diario de Edmond de Goncourt, del que se ha encargado además de la edición y traducción. El traductor asturiano también ha preparado de la selección de textos, como sucedió con el primer tomo, para que este inestimable testimonio literario vea la luz en castellano. A la concatenación de hechos históricos como la guerra con Prusia, el Sitio de París, la Comuna y la guerra civil en Francia, entre otros, se ponen de relieve en la aguda y persuasiva capacidad de observación de Edmond, dentro de El Año Terrible del país galo, des 1870 a 1871.

La literatura deja retazos excelentes de constatable historia en la pluma de Edmond Goncourt, entre el bullicio de las calles y el silencio de su estudio. El libro, afirma Havel, tiene valor literario, de documento histórico y testimonio de vida: “El Diario de Edmond y Jules de Goncourt es una obra capital del siglo XIX. Pese a subtitularse ‘Memorias de la vida literaria’, va mucho más allá del mundo de la cultura. De 1851 a 1895 refleja, sin pelos en la lengua, las diversas figuras y los diferentes ambientes (altos y bajos) de aquel tiempo, la época de Victor Hugo, Georges Sand, Gautier, Flaubert, Zola, Maupassant… Y eso lo hacen los hermanos Goncourt con un estilo literario vocacionalmente artístico, lleno de pequeños detalles exactos que, por su autenticidad, producen toda una experiencia inmersiva, muy visual de puro pictórica, filtrando todo a través de su particular perspectiva que siempre persigue la verdad última de las cosas”.

En este segundo volumen el proceso de documentación, investigación y situación histórica fue también muy arduo, con una extensa introducción que contextualiza el diario. “En la introducción no solo me ocupo del Diario de los Goncourt correspondiente a los años 1870-1871, cuyo texto además he anotado explicativamente; también abordo la Guerra franco-prusiana y la Comuna de París. He procurado ofrecer un estudio preliminar tan riguroso como divulgativo, construido como un relato secuenciado de los hechos que no caiga en lo demasiado genérico ni se pierda en el exceso de detalles. Señalo la gran importancia de aquella terrible guerra, ya moderna, con la que nacieron Alemania y varios de los posteriores contenciosos europeos. En cuanto a la Comuna de París, analizándola objetivamente conforme a los hechos, desmonto el falaz mito partidista que suele contarse a propósito de ella. Porque la verdad histórica nos dice que en realidad no fue una revolución proletaria y, asimismo, que poco o nada tuvo de movimiento libertario, sino más bien al revés”, explica Havel.

El diario de Edmon Goncourt muestra bien a las claras la alianza entre literatura e Historia, según Havel: “No puede ser de otro modo con un estilo literario como el goncourtiano, consciente de su voluntad artística que, en pos de lo verdadero, se elabora en primera persona a pie de acontecimiento histórico”. El espíritu de perfección de Edmond de Goncourt supuso un reto para el estudioso asturiano a la hora de traducir el texto, como él mismo resume: “Su prurito estético, sus barrocas maneras y su elevado lenguaje llevan al traductor a todo un combate cuerpo a cuerpo con la lengua, para trasladar fielmente lo que Edmond decía sin desfigurar su manierista estilo, siempre tan importante para él , como también lo fue para su hermano Jules, muerto en junio de 1870”.

Lo que más sedujo y tuvo en consideración José Havel de Edmond de Goncourt a la hora de perfilar los textos como persona y escritor fue que “si bien me interesan mucho como esforzados artistas de la escritura, con su pionero ‘impresionismo naturalista’, los Goncourt me seducen poco como personas, pues no comparto su poco democrática visión del mundo. Pero, por ejemplo, sí valoro la lucidez de Edmond con respecto a que la República no es necesariamente el mejor y más justo de los sistemas. En malas manos, el régimen republicano constituye una soberana coartada para canallas que insidiosamente liquida el Estado de Derecho. Ejemplos de ello abundan desde la Revolución francesa hasta hoy mismo”.

Hay grandes diferencias con la primera parte del Diario, en la que está presente Jules Goncourt. “Temática y narrativamente, este tomo goncourtiano centrado en el Sitio y la Comuna de París presenta mayor cohesión. Menos fragmentario y epigramático, se erige como un vibrante reportaje periodístico dietarizado”, a juicio del responsable de la edición.

El diario de los Goncourt tendrá continuidad y el proyecto está ya en tránsito. “De la primera parte del Diario de los Goncourt, la referente al Segundo Imperio (1851-1870) y que los dos hermanos escribieron juntos, acabo de terminar una nueva traducción corregida y bastante aumentada con relación a la que ya publiqué en 2017. Y ahora preparo una nutrida selección de lo que me queda por traducir del Diario: los años de 1872 a 1895. Así, repartida en tres volúmenes, los lectores en lengua española podrán disponer por fin de una amplia muestra de conjunto de esta obra literaria fundamental”, señala Havel.

Diario. El sitio y la Comuna de París (1870-1871)

Diario. El sitio y la Comuna de París (1870-1871) 

Edmond de Goncourt Edición y traducción de José Havel

Renacimiento, 2020 440 páginas, 20,80 euros

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