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El ocaso de la minería

Los libros de Cecilia Orueta y Noemí Sabugal sobre un mundo que se acaba

Cultura - Libros

Hay libros que siguen las modas y la ideología en voga de ese momento, y estos pasan como pasan las modas mismas que los originaron. Los hay que narran historias reales o ficticias y las reacciones ante determinadas situaciones dichosas o adversas, libros que nos emocionan, porque hacen que nos identifiquemos con los protagonistas. Y entre estos hay libros escritos con pasión para mostrar las heridas de una injusticia social, para denunciar una situación penosa, y estos libros son los más necesarios, porque nos llevan a comprender, a solidarizarnos, haciéndonos reflexionar. Como ejemplo de estos últimos quiero señalar dos reciente, que centran la mirada en la desaparición de la industria minera del carbón en nuestro país, las consecuencias que derivan de ello para la economía de las regiones afectadas y el desamparo en que han quedado sus habitantes. Uno es un libro de la fotógrafa Cecilia Orueta, The End y el otro Los hijos del carbón (Alfaguara, 2020) de Noemí Sabugal.   

The End es un libro bellísimo que ilustra con imágenes y textos la vida, el abandono y la ruina de los poblados de León que en su día prosperaron en torno a la minería, y que ahora, tras el cierre de los últimos pozos, están habitados por gentes que, como fantasmas llenos de melancolía, deambulan por sus calles ante los locales cerrados y las ruinas de las naves y almacenes abandonados, entre los recuerdos y las pérdidas. Seres que han visto desaparecer su mundo y su medio de sustento, ante la ineficacia de las instituciones que, no obstante supieran a lo que estaban condenados, no han sido capaces de cautelar sus derechos y de prever una salida digna para ellos ni para sus hijos.

Cecilia Orueta nos muestra el lado más humano de la tragedia a través de hermosas fotografías tomadas en las minas y en los poblados antes y después de la deriva de esa situación. Fotos antiguas y recientes, las cuales, con un excelente montaje narrativo, como si se tratara de una secuencia fílmica, ponen al descubierto, más allá de las imágenes, lo que se ha perdido, una cultura, una forma de vida basada en el esfuerzo y el coraje, en el trabajo en equipo, en sentimientos de solidaridad y compañerismo, con una integridad moral que antepone los intereses del grupo a los personales, hasta el punto de arriesgar la vida para salvar a los compañeros. Imágenes connotativas llenas de lirismo, que reflejan la nostalgia de la pérdida y que como en el cine mudo se complementan con textos de autor y declaraciones de algunos de los protagonistas-supervivientes, a modo de intertítulos. No es un libro al uso de bellas fotografías, es un documental en el que el recuerdo en blanco y negro, como el paisaje predominante de las cuencas, se intercala en el color desesperanzador del presente.

The end

Cecilia Orueta

Eolas, 2020, 160 páginas. 26 euros

El libro es un homenaje a los mineros y también un acto de amor, porque su autora, que es extraña a ese mundo que con tanto arte nos muestra, como dice en la introducción, llega a él a través de Julio Llamazares, que sí lo ha conocido porque vivió hasta la adolescencia en un pueblo minero, Olleros de Sabero, donde su padre ejercía de maestro, un mundo que describe en su libro Escenas de cine mudo (Alfaguara, 1990). Fue él –dice Orueta- quien le mostró por primera vez ese mundo que recordaba tanto los westers, las películas del Oeste de los colonizadores americanos y que acababan siempre con la imagen en la que se cerraba el telón mientras aparecían sobreimpresas las letras: The End. Y la razón de ello, como decía Sam Peckinpah, era porque “el final de una película es siempre el final de una vida”.

Y si The End está escrito desde el corazón, Los hijos del carbón de Noemí Sabugal lo está desde el alma, porque es el homenaje de una de las hijas-nietas a ese mundo minero que vivió desde niña y al que ha querido honrar porque lo siente humillado. Un libro que narra su amor y respeto por él a través de las vivencias propias y de su familia, donde se cuentan dos generaciones de mineros. Como si quisiera iluminar con su candil, en ese hueco que ha quedado a oscuras, el coraje de aquellos hombres y mostrarle al mundo la injusticia que se les ha hecho.

La obra mezcla autobiografía, memoria, ensayo y reportaje. Sabugal no solo ofrece su testimonio en primera persona, a través de los recuerdos y la memoria de sus padres y abuelos, sino que desea hacernos reflexionar sobre el mismo y denunciar la situación, investigando para ello como periodista no solo en el entorno de León, sino en las cuencas mineras de toda España: Galicia, Asturias, Palencia, Córdoba y Teruel. Y en cada etapa de este viaje a los distintos lugares de la minería conversa con políticos, con los comerciantes afectados por el cierre, con los últimos mineros, con todos los que sufren las consecuencias de una transición energética que conlleva el fin de una cultura y de una forma de vida. Por ello su libro resulta imprescindible para conocer mejor ese mundo y para poder transmitirlo a las generaciones venideras cuando haya quedado sepultado por completo en la niebla del olvido.

Y que sea una mujer, la nieta, la que ha dejado testimonio de ello, nos dice además que aunque se crea que el mundo de la minería ha sido de hombres, eso no es cierto. Estaba formado por colonias de familias, hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños, y su historia afecta a todos los individuos, a toda la población minera. Ellas, las mujeres, fueron a menudo quienes más sufrieron por sus padres, maridos o hijos. Vivían fuera con el corazón dentro de un pozo. Además muchas de ellas llevaban a cabo labores en la mina, aunque fueran consideradas subalternas y estuvieran malpagadas.

Este país desde antiguo ha avasallado a la España rural y tras la guerra civil, en aras de un desarrollo que penalizaba la agricultura, ha impulsando a sus pobladores a irse a las ciudades a trabajar en las fábricas, vaciando los pueblos, o bien, como alternativa, a trabajar en las minas muchas veces en condiciones pésimas de seguridad. Por ello, aunque no se pueda ya remediar el daño infligido al campo ni las vidas perdidas en las minas, un mínimo de justicia sería hacer que al menos los que han resistido en los pueblos semidespoblados, sin ayudas, sin internet, casi sin servicios, atenazados con impuestos irrazonables, puedan vivir con dignidad desarrollando el medio rural y situándolo a la par del resto de los países europeos. Asimismo, como sostiene Sabugal, urge desarrollar en las cuencas mineras una industria sustitutiva –si se quiere con empresas relacionadas con la energía renovable o el uso del carbón para obtener grafeno– que cree empleo para las nuevas generaciones, que sanee la herida infligida al territorio y dé esperanza a las familias de aquellos hombres que por engrandecer una industria que contribuyó al progreso y al bienestar de todos ofrecieron muchas veces sus vidas. 

Hijos del carbón 

Noemí Sabugal

Alfaguara, 2020, 336 páginas. 18,90 euros

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