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El vértigo existencial

Hermann Broch murió bajo el peso de los asuntos pendientes dejando como legado una obra impresionante; ahora ve la luz por primera vez en español El valor desconocido

El vértigo existencial

Quedarse simplemente con la idea de que Hermann Broch (Viena, 1886-New Haven, Estados Unidos, 1951) es uno de los mejores novelistas de la primera mitad del siglo XX, un Joyce en lengua alemana, significa perder una parte importante de la perspectiva.

Broch entendía la cultura en términos de una totalidad unificadora y la consideraba cíclica, definida por un avance, un retroceso y una nueva progresión. Vio su propio tiempo como el nadir cultural de un declive de 400 años que había comenzado durante la Edad Media, y que contemplaba como el vértice ideal de un sistema de valores simbólicos armoniosamente unificado. A lo largo de su vida de escritor en Austria y, desde 1938 hasta su muerte en Estados Unidos, no dejó jamás de preocuparse por el estado de los valores culturales europeos. Su obra, tanto de ensayo como de ficción, es un examen agudo de la modernidad artística, estética y cultural, que a menudo ofrece testimonio de lo que Broch considera “una decadencia de los valores”. Al observar las primeras décadas del siglo XX como una etapa de transición, atrapada entre los ideales del pasado y los venideros, Broch se siente molesto por la posibilidad cada vez menor de reintegrar esos valores en una especie de concordia cultural. El agitado y convulso tiempo que le tocó vivir obró, además, en él una suerte de desesperanza.

El arte, y especialmente la literatura, escribió Broch, es una expresión de su tiempo y, por lo tanto, es capaz de capturar la cultura de manera simbólica. Si el verdadero arte puede reflejar esas condiciones temporales en su totalidad en un solo acto de reconocimiento, también debe indicar el potencial de progreso cultural en circunstancias menos perfectas. Esa unidad que definía “el gran estilo” era la “expresión de épocas fundadas en un valor central que albergaba y marcaba todos los demás”, recuerda Josep Casals en su formidable ensayo Afinidades vienesas (Anagrama, 2003), donde el autor recrea la gran aventura intelectual de las primeras décadas del XX enraizada en el corazón de Europa.

Broch viajó en los mismos círculos que los artistas de la secesión vienesa y las vanguardias, y formó parte de una red cultural en el exilio estadounidense. Estaba empapado de la teoría estética desde Greenberg hasta Worringer. Ello, según se ha dicho, influyó en su compromiso con pintores como Manet, Cézanne, Van Gogh y Picasso. Broch compartió inesperadamente con Adolf Loos preocupación: la crisis de la cultura europea y su potencial salvación en el arte. Profundizó en el discurso cinematográfico de la época, amalgamó las convenciones de género y adoptó enfoques de vanguardia con respecto a los diseños auditivos y visuales para aprovechar el potencial del medio moderno paradigmático, que asumía un papel cada vez más importante en las deliberaciones estéticas y teóricas del escritor vienés.

El valor desconocido Hermann Broch Traducción de Isabel García Adánez Sexto Piso, 2020, 164 páginas 17,90 euros

Publicada en 1933, El valor desconocido (Die Unbekannte Größe) es su novela sobre el caos subyacente de la vida en una sociedad cuyos valores están en decadencia. Mientras el suave y sensible protagonista Richard Hieck busca reconciliar las demandas conflictivas del amor y la ciencia, de la pasión y la razón, los valores sociales y familiares se encargan de socavarlo a él y a quienes orbitan a su alrededor. El proyecto de esta pequeña gran novela, que permanecía sin traducir al español y ahora ve la luz gracias a la editorial Sexto Piso, surge en Altaussee, una colonia veraniega de artista intelectuales, junto a otras cinco novelitas cortas experimentales que más tarde engrosarán su obra en once narraciones, Los inocentes, publicada en 1950. Por entonces Broch se encontraba bastante deprimido. La llegada al poder de los nazis en Alemania presagiaba el tiempo convulso que concluiría unos pocos años más tarde con el Anschluss, la anexión de Austria. Es el tiempo en que se empieza a fraguar la idea de la editorial antifascista en colaboración con otros escritores: Döblin, Heinrich, Remarque, Zweig y Thomas Mann, entre ellos.

Muy ilustrativo de su dilema cultural entre la vida y la obra artística resulta que el personaje principal de El valor desconocido enseguida se da cuenta de cómo perseguir únicamente las matemáticas y la física nunca puede traer un conocimiento completo de la condición humana. Del mismo modo que el gran protagonista de su colosal novela La muerte de Virgilio (1945), el poeta clásico, vive torturado por el pensamiento de que su poesía haya servido para embellecer la triste realidad y reforzar el absolutismo político. Broch jamás se pudo abstraer del tiempo en que vivió, ni siquiera cuando se deshizo de la empresa textil de su padre para dedicarse por entero a una vida espiritual y creativa. Los hechizados, que escribió a mediados de los años treinta, se publicó póstumamente en 1953 y acabó siendo el único volumen completo de una trilogía inconclusa, es una alegoría sobre los inicios del gobierno de Hitler en Alemania y cuenta la histeria masiva provocada por la irrupción dominante de un ser extraño, Ratti, recién llegado de un remoto pueblo de montaña. Un demagogo que predica actitudes antimodernas, un retorno a la “vida pura” y el odio a quienes se ven “diferentes” a los demás; incluso persuade a su masa frenética de seguidores para que cometan un asesinato ritual. Seguro que les suena.

Tanto Los sonámbulos, su ambiciosa trilogía de novelas polihistóricas, como La muerte de Virgilio, su obra cumbre, encarnan con la visión que otorga el transcurrir del tiempo, el fin de una cultura. Pero con el Anschluss el presente adquiriría una nueva dimensión para su autor. También el peligro. Como cuando escribió El valor desconocido, Broch vivía en Altaussee en el momento en que fue arrestado en 1938 por pertenecer a una familia judía y puesto bajo custodia durante tres semanas. Tras esa penosa experiencia huiría poco después a Estados Unidos ayudado por Thomas Mann y Albert Einstein. La muerte de Virgilio, que logró concluir por etapas, estuvo influida por la impotencia, el riesgo personal, el sopor que le producía una masa idiotizada y el sentimiento de futilidad de la literatura que le embargaba. Es en buena medida el vértigo de la existencia que resume la magnífica novela El valor desconocido, que acaba de publicarse en España. Nominado al Nobel en 1950, Broch murió bajo el peso de los asuntos pendientes dejando como legado una obra impresionante que puede considerarse parte de su fracaso quizás por las propias pretensiones.

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