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Las cuentas cantan

Ni la lírica ni la música clásica logran remontar en Asturias los niveles de la crisis de 2008, según el Anuario de la SGAE

Cultura - Música

Demasiadas veces escuchamos discursos –a veces bastante pomposos– sobre los procesos culturales que tienen escasa base argumental. Pero la realidad es tozuda y ahí están las cifras que desmontan afirmaciones, demasiadas veces centradas en el interés particular y no en el general. El anuario de la Sociedad General de Autores de España (SGAE), publicado hace unos meses, supone una foto fija que, cada año, nos va mostrando la realidad de la cultura y de los espectáculos y, como ya abarca una serie histórica importante, nos permite hacer análisis sosegados y comprobaciones sobre la evolución de cada uno de los sectores. Quiero aquí poner el acento en la música clásica y en la lírica, dos de los ámbitos que sufrieron, con mayor intensidad, la crisis de 2008 y que, por desgracia, no han llegado ni a remontar en el año previo al “tsumani” del covid-19.

En lo que a la actividad clásica se refiere –y aquí la SGAE incluye música sinfónica, camerística, solistas, bandas de música, rondallas y música coral– el desplome en los últimos quince años ha sido superior al cincuenta por ciento. En Asturias en 2005 se celebraban 722 conciertos anuales. En 2008 se produce un punto de inflexión brutal y se pasa a 420 para quedarse el pasado año en 350. Se estaba observando una tímida recuperación en los ejercicios previos a la crisis pandémica, pero los datos son claros: no se llega ni a la mitad de las propuestas que estaban consolidadas en el Principado hace tres lustros. Es alarmante que, con semejante retroceso, no exista, desde todas las administraciones públicas, una acción conjunta hacia lo que es patrimonio –no hay que olvidar que la música clásica forma parte de nuestra herencia cultural igual que la conservación de edificios históricos, los museos que preservan el legado artístico o las bibliotecas y archivos que protegen libros y documentos de gran valor histórico, por poner tres ejemplos–.

Representación de “Don Carlo” de Verdi en el teatro Campoamor.

Representación de “Don Carlo” de Verdi en el teatro Campoamor.

Pero esta caída no implica únicamente a la música clásica. Tampoco la lírica sale bien parada en los datos del Anuario. Ópera y Zarzuela manejan unos números menguantes que pueden llevarlas a la irrelevancia a corto plazo –la danza va por un camino muy similar–. Sesenta y tres funciones de ópera y zarzuela escenificadas se realizaron en nuestro territorio en 2006. El año pasado se quedaron en 48.

¿Qué hay detrás de estas cifras? Pues algo muy sencillo de explicar: una contracción de los presupuestos públicos que se ha llevado por delante buena parte de la actividad. Sacar adelante una ópera o una zarzuela tiene un coste elevado por una razón muy sencilla: se necesitan entre 150 y 220 personas trabajando. Hay otras actividades que con ocho o diez personas ya funcionan. La cantidad de empleo que se genera en ambos sectores es relevante; además estamos ante un perfil laboral estable y eso es significativo. Y la actividad económica –directa e indirecta– también lo es. Ahí están los estudios realizados, de manera continua, en diversos países. De cada euro invertido en música clásica o lírica por las administraciones acaba recuperando cuatro, vía impuestos y por el valor añadido de actividad transversal que se ve afectada por estos espectáculos.

El único dato positivo es que en cuanto la oferta pública aumenta, lo hace en mayor medida el público, con un crecimiento de en torno al cuatro por cierto en el último ejercicio analizado. Este año, para todos los sectores va a estar en blanco. La pandemia cerró todo en primavera y también ha irrumpido con enorme fuerza en el inicio de la temporada. Veremos a ver qué nos depara 2021.

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