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La verdad sobre el “caso Pujol”

Jordi Amat muestra el sustrato oscuro de la Cataluña actual en El hijo del chófer

Cultura - Libros

Desenredar la urdimbre de la Cataluña actual es una aspiración permanente en la obra Jordi Amat (Barcelona, 1978), filólogo y ensayista, firma habitual en la prensa. Largo proceso, amargo sueño, su anterior libro, resulta una vía magnífica para adentrarse, como ilustra el subtítulo, en la “Cultura y política de la Cataluña contemporánea”. En un mercado anegado de títulos sobre la cuestión catalana –asunto cansino para quien no esté envuelto en él aunque a todos nos afecte– ese libro de Amat quizá no tuvo el relieve que ahora adquiere El hijo del chófer, con el que el autor vuelve a su asunto primordial pero desde una perspectiva muy distinta. El hijo es el periodista y abogado Alfons Quintá (1943-2016), personaje crucial en algunos de los episodios fundacionales del pujolismo, de tanta altura profesional como venalidad a cambio de poder, una personalidad con rasgos patológicos de los que dejará muestra constante a lo largo de una vida con violento final. El chófer es el padre de Quintá, Josep, mano derecha de su tocayo Pla para todos los requerimientos de la vida cotidiana en los que el escritor no debe distraerse, un cometido de confianza con el que acaba por instalarse en el núcleo intelectual de la catalanidad. A la sombra de ese grupo crecerá, y medrará, Quintá hijo, quien pronto despunta por su gran habilidad para valerse de los contactos que ese entorno genera, a los que recurre hasta llegar incluso a la extorsión, de la que propio Pla será víctima, si el valedor se resiste.

Con la figura de Alfons Quintá en primer plano, Amat dibuja la mecánica interna de toda una época, el origen de un proceso que ahora toma la forma de una huida hacia adelante de los herederos de aquellos que tejieron un poder político con capacidad de cegar las partes más inconfesables de su voracidad económica. En la estela, reconocida de forma explícita por el autor, de otros libros que “estaban ensayando una nueva manera de moralizar la prosa de no ficción”, Amat traza el paralelismo entre dos males, el del propio Quintá –aquejado de forma permanente de abandono paterno, que lo empuja a ser un cabrón monumental y a la iniquidad de asesinar, antes de suicidares, a la pareja que lo asiste en su enfermedad– y el del mundo construido por y entorno a Pujol, del que deriva la insania de la actual cuestión catalana.

El hijo del chófer nos habla, en última instancia, de la verdad, desde la cita de Pla en el umbral del libro – “En este aspecto está la clave de nuestra vieja discusión: ¿por qué, en nuestro país, nadie dice la verdad?”– hasta la perversión por roce con el poder de ese instrumento de vislumbrar alguna certeza, siempre revisable, que es el periodismo. Alrededor de Banca Catalana –el episodio oscuro del que Pujol consiguió desligarse por su triunfo político y que, con la perspectiva de casi cuarenta años, tantas similitudes tantas similitudes se aprecian con la sospechosa fortuna familiar– orbita desde el “crimen de leso periodismo”, que Juan Luis Cebrián reconoce que fue la decisión de que “El País” abandonara un asunto informativo tan comprometedor para Pujol, como el momento en que el presidente de la Generalitat se ufana ante la evidencia de que “no habrá verdad judicial sobre el caso Banca Catalana”, al frustrar los magistrados de la Audiencia Territorial de Barcelona la apertura de juicio. Ese momento “es poder. El poder entendido como la producción de los efectos deseados. Política sin máscaras. Sin la virtud. Política más allá de la ley”. Y es también un momento fundacional de la Cataluña contemporánea.

El hijo del chófer

Jordi Amat

Tusquets, 2020

256 páginas

18,50 euros

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