Carlos Giménez y Miguel Gallardo se han puesto a pensar en la muerte

Giménez culmina en Es hoy la trilogía del crepúsculo que inició hace cinco años y que se abre y cierra con esa dos palabras, la última que había escrito su amigo Raúl en el álbum inicial, Crisálida. “Es hoy”, para entendernos, es el día de la muerte, la respuesta correcta a los versos de Manuel Alcántara (el día menos pensado/ ese en el que pienso siempre). El título del poema “No pensar nunca en la muerte” tiene una simetría inversa o reflejo de la idea de Giménez “empezamos a morir el día en que empezamos pensar seriamente en la muerte”.

Autorretrato de Miguel Gallardo.

En Es hoy, el personaje Pablo habla con su muerte, que también es Pablo, en buen tono y le comenta que hubiera querido ser tres pablos. uno que sólo aprendiera, otro que sólo dibujara y otro que sólo ligara y viviera. El Pablo que no fue tres contiene todos los pablos que ha sido Carlos Giménez: el Pablito de los hogares del Auxilio Social, el Pablo del Barrio madrileño de los años cincuenta, el Pablo dibujante de Los Profesionales en la Barcelona, Rambla arriba, Rambla abajo, de los sesenta y setenta, el Pablo de los amores de Amor, amor y de Sexo y chapuza, y el Pablo opinador radical de España, una, grande y libre y de las Historias del tío Pablo, ahora cascarrabiado por la edad. Para que nada quede fuera hay referencias visuales a sus autores de cabecera y obra (Jack London, H.G. Wells, Francisco Candel).

Hay un poco de todo Giménez en este último libro del introductor del género autobiográfico en el cómic que ha dibujado en centenares de páginas una crónica en forma de biografía generacional, armada con remembranzas propias y prestadas y autoficción.

Es hoy es lo mejor de sus últimos años de creación incansable. Sobre el lecho temático de la vejez (la soledad, el miedo, la debilidad) tiende relatos que tienen humor, melancolía, ternura, mala uva y reflexión, uno de una levedad inédita, otros en su doble bordado habitual, que hacen llevadero este ejercicio de egotismo sobre las edades del hombre llamado Giménez. Visualmente, tiene acertados juegos narrativos en la superposición de pablos, en la llegada de la muerte, en la escena onírica y en la rotunda irrupción del plano picado final a toda página.

Si para Giménez la muerte es la conclusión de sus reflexiones y narraciones crepusculares, para Gallardo es un temor sobrevenido. En Algo extraño me pasó camino de casa el autor gráfico de Makoki, hijo biógrafo de Un largo silencio y padre biológico de María (María y yo; María cumple 20 años) cuenta que en 2020 le extirparon un tumor cerebral de cuatro centímetros y convaleció perplejo en la pandemia de primavera. Lo resume en boniato en la cabeza + pandemia + confinamiento.

La enfermedad es un clásico de la novela gráfica, un subgénero del tebeo testimonial encuadernado al que Gallardo pone su estilo abocetado y rápido de cuaderno de viajes –en el que ha hecho casi toda su obra en el siglo XXI– y un tono sin épica ni melodrama que demuestra hasta dónde llegan su genio y su figura.

El álbum del 2020 de Gallardo está construido sobre ilustraciones, páginas de texto rotulado, capítulos dibujados de una o dos planchas, variaciones de estilo y parodias gráficas, el repertorio de destrezas con el que se ha ganado la vida, puestas al servicio de una aproximación ligera a la muerte, ese asunto grave.