Neandertal y sapiens, el reencuentro

Nunca conoceremos con detalle cómo fue ese primer cara a cara. La rehabilitación del neandertal, el largo proceso que va de su perfil decimonónico como bruto tarado hasta emparentarnos con él, como un primo más cercano de lo que las categorías biológicas establecen, es una línea constante en la paleoantropología de las últimas décadas. En ese camino, ampliamos el saber sobre el oscuro período que va de hace 50.000 años, cuando los neandertales ocupaban Eurasia, hasta 30.000 años atrás, cuando se dan por extinguidos. Esa desaparición es una de las grandes incógnitas de la historia de la humanidad. Hace tiempo que la (falsa) supremacía del hombre moderno frente a cualquier otra especie dejó de ser una explicación única de la pérdida de aquellos seres en otro tiempo exitosos en su medio. El aislamiento en grupos reducidos y la endogamia son hipótesis más solventes para entender esa sorprendente extinción.

El desciframiento del genoma neandertal fue un paso decisivo para ponerlo en su lugar evolutivo, muy revelador de que en los miles años de coexistencia entre especies no todo fueron fricciones, también hubo intercambios más placenteros, algunos de ellos con el resultado de una hibridación inesperada. Esa sería la cumbre de la rehabilitación del neandertal, el momento en que deja de pertenecer a la humanidad fósil con el hallazgo de su pequeña huella genética, la constatación de que todavía algo de aquel primo lejano vive en nosotros.

En un hipotético reencuentro, el sapiens estaría en condiciones de poner al día al neandertal en el conocimiento, acumulado durante su larga ausencia, sobre el lejanísimo pasado común en que un antecesor de ambos comenzó a dar los primeros pasos y a liberar las manos. Eso es lo que hace Juan Luis Arsuaga –(Madrid, 1954), catedrático de Paleontología, codirector del yacimiento de Atapuerca, divulgador prolífico– con Juan José Millás –(Valencia, 1946), escritor que, rompiendo con la vieja tesis de las dos culturas, muestra una predisposición hacia la ciencia poco usual en su gremio, muy especializado en química farmacológica– en La vida contada por un sapiens a un neandertal.

De la conjunción de ambos sale uno de esos libros que rompen la atonía del mercado editorial, como corresponde a quienes ya son autores de éxito por separado. Arsuaga muestra su destreza profesoral, el empeño en contar con claridad sostenido en su dilatada carrera académica. Millás consigue perfilar a ambos interlocutores con el papel que asumen en el artefacto de su encuentro. El autor literario ejerce de autoconvencido neandertal emboscado en sí mismo, que se desenvuelve con cierta torpeza en el mundo actual, sorprendido por el dinamismo de su partenaire científico, un hombre volcado en la naturaleza, que cabalga con brío el discurso del saber, llega por sorpresa y siempre está yéndose a otra parte.

Ambos recorren juntos el sinuoso camino de la búsqueda de lo que somos. Millás, que tanto juego narrativo saca a las oquedades, incluso se adentra en una nueva dimensión, como relata tras su inmersión en uno de los tesoros del arte rupestre asturiano. “Más tarde, en la cama, al precipitarme con los ojos cerrados al interior de mí mismo, caí en realidad en el interior de La Covaciella y volví a ver las pinturas como en una alucinación que todavía no ha cesado, pues la cueva está ya dentro de mí”. El del paleontólogo y el escritor es, en definitiva, un diálogo entre ciencia y literatura revelador del potencial de ambas vías de conocimiento.