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Tinta fresca

Tirando de la cadena genética

La actriz Ángela Cremonte debuta como novelista con una autoficción de secretos y amor

Cultura - Libros

A finales de 2018, una editorial propuso a Ángela Cremonte “intentar escribir una novela, un poemario, algo. Yo no sabía por dónde empezar. Siempre he escrito. Tengo aún guardados los primeros cuentos con los que gané alguna piruleta extra en primaria y que ya consideré como llevar el pan a casa (de muñecas, se entiende). Pero nunca me había atrevido con algo que fuera entre tapa y tapa”. Agobio: estaba rodando “Las chicas del cable” y a punto de estrenar una producción para el Teatro Español: “No tenía tiempo. Que perder, añado. Sabía que el tren de ‘¡El Señor Planeta, mamá!’ no era uno que pudiera dejar partir sin mí”. Durante toda la entrada de público, Cremonte esperaba “tirada en el escenario cubierta por una sábana. Tenía un media hora antes de comenzar la función para una intimidad expuesta en la que podía conectarme y concentrarme antes de descubrirme e interpretar. Y media hora para pensar en qué, sobre qué, para qué, por qué, quién y dónde y cuándo situar mi novela. Tenía que darme prisa”.

Bajo esa sábana, “esperando a que cada trasero encontrara su corazón o medio euro en su butaca, dentro de esa crisálida que me separaba del público, me acercaba cada minuto más a mí. A quienes vinieron antes e hicieron a todos los seres anteriores que me construyeron (me obsesiona la acumulación de células)”. Ahí, “empaquetada sobre el escenario, empezaron a aparecerse mis abuelas. Especialmente, la última (o primera) de quien recordaba noticia en mi familia, allí donde se pierde el eslabón: Eufrosine Ambroggi, mi trastatarabuela, la madre de mi tatarabuela Angela. Y ahí empecé a tirar de la cadena genética. Y a rellenar los huecos (o suplantarlos, según interés arbitrario) con ficción hasta conectarla conmigo hoy”.

“Todos mienten a la noche” es una autoficción que parte de “aquella trastatarabuela que emigró desde el Piamonte italiano hasta Argentina, que atraviesa mi infancia como la inyección de una humanidad desglosada en partículas dentro de mi sangre (familia) y termina hoy día no sé muy bien donde, pero bastante cerca de quién soy, esta mujer. Empieza más como una novela de aventuras para entra en otro sitio después. Hay alguna parte que la he escrito llorando. Hay otra que me ha hecho llorar luego. Y lo que me queda, mañana. Entiendo que eso es parte de mi catarsis personal y lo considero un regalo, también, de es@s que vinieron antes”. La asombra “cómo nuestras estirpes nos han traído hasta aquí a todos sanos y salvos. Me cuesta creer que como parte de esta humanidad sigamos vivos, con lo difícil que ha sido engendrarse, perpetuarse, no enloquecer, crecer, cruzar el charco, descruzar el charco, seguir creyendo, seguir peleando, acostumbrarse al hambre, ignorar el frío, ignorar el dolor. Utilizar el dolor. Es un éxtasis genético el que siento. Me paralizo ante las huellas que nos han dejado como si rozara el fémur del primer homínido en la playa más bonita del mundo”.

Cubierta del libro

Cubierta del libro

Todos mienten a la noche

Ángela Cremonte

Planeta, 320 páginas, 19,90 euros

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