La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un canto que dé cuenta de ti

Diego Llorente, poeta y cineasta, confía en la luz para encontrar algo de verdad

Cultura - Libros

Para hablar de “Tragaluz”, el libro de Diego Llorente, me parece oportuno tratar también de cine. El cine y la poesía del autor asturiano transmiten un registro de escritura similar: detenerse y mirar, en silencio, lo que el pensamiento mueve. Fijar la cámara y que la realidad pase delante. El encuadre adquiere profundidad, la duración concede peso a lo expuesto, a la textura que van alcanzando los sonidos. Apurar las posibilidades de la duración del plano es uno de las decisiones más radicalmente creativas de la escritura cinematográfica. La escritura poética se mueve también en cadencias y silencios: uno de los niños protagonistas de “Les estaciones” (serie documental de Diego Llorente, en torno a una escuela rural en el alto Nalón) mira a cámara fugazmente y sigue su juego. El espacio en “off” que ha creado su mirada contrasta con el entorno amplio y montañoso que acoge las voces y juegos, de manera que ese paisaje cobra la identidad única que le concede su presencia, invitándonos a mirar la montaña de otro modo.

Cineasta y escritor es quien confía en la luz para encontrar algo de verdad, confía en que nombrar es el primer paso para entender y que la oscuridad es el umbral que otorga fulgor a lo iluminado. Diego Llorente es ambas cosas y en el título de su libro, “Tragaluz”, convoca la imagen de un haz de luz que traza su brillo sobre una parte del espacio, mientras el resto se mantiene a la sombra o en lo oscuro: la imagen es ambivalente, un equilibrio de contrarios: la luz proyecta líneas poderosas, pero la penumbra imprime su ley al resto.

Llorente ha dirigido los largometrajes “estos días” y “Entrialgo”, la serie documental “Les estaciones”, y publicado el poemario “habitación” (La Bella Varsovia, 2009) y el que protagoniza esta reseña, editado por la Universidad de Zaragoza.

“Tragaluz” es un libro en el que el ejercicio de la síntesis genera un movimiento de reflexión, de introspección, mediante poemas breves. Los textos se estructuran en tres movimientos, como si de una sonata se tratara, en tres partes tituladas: “Hasta”, “Traviesas” y “Arde”. Los tres movimientos entrelazan referencias al padre, la madre, el hogar, los pájaros, la muerte, la verdad. Las menciones al canto recorren todo el poemario (“Cada noche / entre las sábanas / arrullas el canto del día”); también la oración, la plegaria, o aquel decir que rescate un conocimiento que se desea retener, que se pretende crear. La necesidad del canto como revelación y también como disolución, olvido, matriz, vuelo y tarareo que consuela, precariamente: “Haz por delimitar esta oscuridad”.

El pensamiento se recoge al abrigo de una poesía de tonos suaves, sin estridencias, más bien deseosa de armonía: “No conviene danzar con las palabras: / trenza, raigambre, devaneo. / Más vale buscar la verdad, / el pan caliente”.

La presencia reiterada de los pájaros en “Tragaluz” me recuerda a otra escritora, Olvido García Valdés, y en mi recuerdo lector se cruza con las imágenes de los poemas de Diego Llorente. Uno de los textos de Olvido G. Valdés alude a una experiencia vital: en el camino, tras una lesión inesperada, se queda sola, en medio de la montaña. La tarde cae y, quieta, en silencio, empieza a bullir la vida en su entorno. El espacio que parecía vacío se va poblando y lo que asemejaba un hábitat confusamente unitario se vuelve en entidades diferenciadas e individuales. La transformación fascina e inquieta, da una oportunidad al conocimiento pero resulta perturbadora. Con cuál de las dos impresiones se queda uno es una respuesta poética diferente.

En “Arde”, el tercer movimiento de “Tragaluz”, se expresa la voluntad creativa de enfrentarse a una renovación, desde la incandescencia, que sería el rito de paso para perder el miedo y crear canciones nuevas. Y, por entrelazar, el final del libro me remite de nuevo a un poema de Olvido García Valdés, en “caza nocturna” (1997): “Sólo lo que hagas y digas / eres, incierto lo que piensas, invisible / lo que sientes dentro de ti”. Porque al leer, como un cineasta, uno también hace montaje.

Cubierta del libro

Cubierta del libro

Tragaluz

Diego Llorente

Prensas de la Universidad de Zaragoza, 92 páginas, 13 euros 

Compartir el artículo

stats