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42.ª selmana de les lletres
Martín López-Vega Poeta, publica “Egipcíaco”

“Dos males asturianos: café para todos y grandonismo”

“LABoral es un proyecto para el centro de una gran ciudad, no para las afueras de Gijón; tal y como está concebido, está condenado al fracaso”

Martín López Vega, ante la catedral de Milán.

El poeta Martín López-Vega (Póo de Llanes, 1975) publica “Egipcíaco” (Visor libros), nuevo escalón literario que sube tras obras como “Árbol desconocido” (2002), “Adulto extranjero” (2010), “La eterna cualquiercosa” (2014) y “Gótico cantábrico (2017)”.

–Su nuevo libro es...

–Una colección de poemas escritos en los últimos tres años. Creo que es el libro que he escrito más sin bisturí, pues una crisis vital me ha hecho escribir sobre temas que antes sólo había tocado de refilón, como la no relación con mi padre, por ejemplo. Por lo demás, un libro mío, como siempre: mucho paisaje de fondo (Tokio, Sidney, Pekín, Niembru)... por el que vaga el personaje de los poemas intentando extraer lecciones de las preguntas que la vida le plantea.

–¿“Egipciaco” le ha curado alguna llaga?

–¡Sí! La poesía que no es de autoayuda es inútil. Uno escribe poemas por necesidad, para responder las preguntas que la vida le pone delante. Si no te sirven a ti, ¿cómo van a servir a nadie tus poemas? Un buen poema responde a un sentimiento con un pensamiento que lo supera. La vida es como un examen de matemáticas: está llena de problemas. Un buen poema es una fórmula que resuelve uno de ellos.

–¿Escribir un buen poema garantiza un día logrado?

–Garantiza que el día no se pierda; porque aunque haya sido un mal día, si lo has entendido gracias al poema, te aseguras de que si se repite será menos malo. Los poemas son la arquitectura de la vida, su columna vertebral.

–¿Hay mucha luz coagulada en su libro?

–La misma que en la vida. Me gusta eso que escribió mi maestro Adam Zagajewski: soy un turista distraído en el mundo visible, pero amo la luz.

Vivo rodeado de fantasmas, y algunos tienen cosas que echarme en cara; pero no hacen daño, acompañan y me enseñan

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–¿Ayuda alguna vez la poesía a sobreponerse?

–Sí, la poesía hace con la vida lo que las ostras con el agua: la purifica, aunque un mal poema pueda provocar una intoxicación, lo mismo que una mala ostra.

–¿Elige usted el motivo o el motivo le elige a usted?

–La vida pone la pregunta y el poema le da respuesta. Uno siempre elige entre un número limitado de opciones: ningún preso elige el tamaño de su celda. Lo que sí elijo es lo que después va a parar al libro. Cuando escribo pienso en mí, pero cuando compongo un libro pienso en los lectores, en si el poema le va a decir algo a quien no soy yo.

–¿Cómo poeta procura ir siempre por libre?

–No lo sé: no me comparo. Mi relación con la poesía solo tiene que ver con ella y la verdad es que hago lo que me da la gana, así que imagino que sí. A cambio sólo tengo que aguantar una reseña picajosa de García Martín cada cuatro años, así que vale la pena. Además, hay que tener entretenidos a nuestros mayores.

–¿Es útil para algo tener fe para la poesía?

–Es útil para todo; la fe es útil porque cancela preguntas. Pero también cancela la curiosidad. Yo prefiero la confianza, que es la fe razonada.

–¿Qué tipo poesía se encuentra en la antípodas de la suya?

-La poesía poética, que se dedica a repetir tópicos. Ya sé que voy a morirme; al poeta que me lo repite lo que le digo es: ¡muérete tú! La poesía autorreferencial. No me interesan los poemas que sólo son cacharros estéticos, o los que se limitan a reflexionar sobre el lenguaje. Todo buen poema es por definición antipoético: libera las palabras de capas de barniz inútil. La poesía que me interesa es un manual de instrucciones de la vida.

Cuando a uno le pagan con dinero público, tiene que hacerlo lo mejor posible, sobre todo si lo mejor es irse

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–¿Qué aporta el orientalismo a sus versos?

–Espero no ser orientalista en el sentido de Said. La poesía oriental hace un par de siglos que es parte de nuestra tradición común, y nos enseña lecciones fundamentales como la importancia del detalle exacto o la exaltación de los valores fundamentales que nos hacen humanos.

–“Solo es belleza cuando hiere”, leemos. ¿Qué la diferencia de la hermosura?

–La hermosura reclama contemplación; la belleza nos toca donde no esperábamos. Yo prefiero tocar y que me toquen a pasar por la vida de miranda.

–¿Se considera partidario de la resignación?

–¡Nunca! Por eso es mejor considerarla una tentación; la única en la que no vale la pena caer.

–En estos tiempos de ruido y furia en lo real y en lo virtual, ¿para qué sirve la poesía?

–Cuanto más ruido hay ahí fuera, más necesario es el silencio de la poesía. Cuanta más furia, más fundamental su paz.

–¿Ha aprendido ya a reírse de la muerte?

–He aprendido a no preocuparme por ella. A estar preparado. Pero sin ninguna gana.

–La poesía de su abuela era…?

–Mi abuela no sabía leer, pero andaba siempre con coplas y refranes en la boca, parte de todo ello inventado. Tenía una creatividad popular de la que espero haber aprendido algo.

–¿Por qué un poema en asturiano, “Ivierno Mandadero”?

–En realidad está en montañés, que según Pidal es un dialecto del asturleonés. Precisamente después de escribir los poemas sobre mi abuela me apetecía recuperar las palabras que se decían en su casa y en esa rama cántabra de la familia, aunque he tenido que buscar bibliografía y habrá cosas que suenen raras a quien lo conozca mejor. Es una reconstrucción arqueológica familiar, y yo no soy arqueólogo, así que he ido un poco por libre, para variar.

–¿Viaja y observa el mundo con ojos de poeta?

–La mejor herramienta del poeta es la curiosidad, y yo estreno una nueva cada día. Aunque uno siempre acaba comparando con lo que conoce; el otro día estaba en Dakar pegándome un atracón de oricios y percebes (allí no hay afición y no cuestan nada, no crea usted que despilfarro) y sólo pensaba: ¡mi reino por unas botellas de sidra!

–¿Se siente inmune a la memoria?

–Qué va. Vivo rodeado de fantasmas, y algunos tienen cosas que echarme en cara; pero no hacen daño, acompañan y me enseñan.

–¿Se puede hablar de religiosidad en un libro que defiende la existencia del alma?

–Yo no creo en lo que no veo, pero sé que existen más cosas de las que veo. Creo en el misterio y lo investigo, pero no le pongo barba ni conspiración.

–¿Qué fue usted en una vida anterior?

–Poeta chino. Le diría cuál, pero no quiero parecer presuntuoso.

–¿Ya sabe cómo llegar a la Atlántida?

–Todos lo sabemos, pero el camino es tan entretenido que nos distraemos más de la cuenta.

–Cuatro ingredientes para un buen poema.

–Verdad, juego, amor, misterio.

–De la P de poesía a la P de política, en recuerdo de su paso fugaz como director general de Cultura y Patrimonio Principado de Asturias. ¿Cómo valora que LABoral prescinda de sus dos directoras?

–LABoral es una idea buena en un sitio equivocado. No tenía sentido que tuviera dos directoras, pero hay que defender la labor de Karin Ohlenschläger, una profesional muy reconocida que ha hecho una programación espléndida con muy pocos recursos y en muy malas condiciones. Pero ese es un proyecto para el centro de una gran ciudad, no para las afueras de Gijón. Tal y como está concebido está condenado al fracaso, y más con la apertura de Tabacalera en el horizonte.

–¿Qué diagnóstico hace de la política cultural asturiana?

–La cultura en Asturias tiene dos grandes males que a priori resultan contradictorios, ambos herencia del arecismo: el grandonismo y el café para todos. Grandes proyectos que no tienen sentido en una región del tamaño de la nuestra, a menudo destinados a epatar fuera más que a crear tejido, y luego reparto de las migajas entre los creadores asturianos sin diferenciar entre lo que vale la pena y lo que no. Hay que hacer proyectos dimensionados y primar la calidad. Es decir: tomar decisiones.

–¿La cooficialidad del asturiano está más cerca que nunca?

–Es un mandato constitucional. Llegue cuando llegue, llegará tarde.

–¿Y qué opina de los políticos que aseguran que no entienden el asturiano?

–¿Como Gloria García, que un año lee un poema de Berta Piñán en asturiano en la Junta y al año siguiente dice que no lo entiende? Me preocupa que se haya convertido en una moda que los políticos presuman de analfabetismo.

–Explíqueme qué es eso de la “oficialidad amable”.

–Se lo diré cuando lo sepa, porque no lo he visto desarrollado. Ojalá una que defienda derechos sin generar privilegios, que proteja sin imponer, y que permita que la llingua se propague como todas las cosas que merecen la pena: boca a boca.

–“Solo es fracaso si no has aprendido nada…” ¿Qué lección aprendió de su paso por la administración del Principado?

–Aprendí muchas cosas, pero no lo consideraría un fracaso. Dimití por honestidad y por lealtad a quien me había nombrado: lo que me encontré no era lo que esperaba y los problemas que había en patrimonio requerían una persona con criterio técnico, que yo no tengo porque esa no es mi formación. Darme cuenta de eso a tiempo creo que es un éxito. La consejería está mejor con Pablo León y yo estoy mejor en el Instituto Cervantes, así que todo bien. Cuando a uno le pagan con dinero público tiene que hacerlo lo mejor posible, sobre todo si lo mejor es irse.

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