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Café para todos

Las iniciativas musicales privadas no encuentran el debido apoyo institucional

La pasada semana, Martín López-Vega, en una entrevista de Tino Pertierra en estas páginas, señalaba los que son, a su juicio, dos de los males que más daño hacen a la cultura asturiana: el grandonismo y el café para todos. Efectivamente estamos ante dos problemas endémicos que han lastrado multitud de proyectos víctimas, por una parte, de posiciones fuera de escala, y posteriormente, por otra, del característico decaimiento trufado de conformismo letal, tan gustoso, y bien sazonado, en nuestra región.

Pensar lo que pudieron ser, y la realidad actual, de infraestructuras escénicas como las de los teatros de la Laboral o del Niemeyer, es verdaderamente descorazonador. Comprobar la incapacidad política para realizar una reforma en profundidad de la caja escénica del Campoamor, tampoco invita a ningún optimismo, mientras el equipamiento de más intenso uso del Principado languidece entre carencias graves que se sortean mediante parches continuos que poco resuelven en lo que se refiere a sus déficits estructurales, perfectamente diagnosticados por los profesionales y absolutamente olvidados por los responsables institucionales.

Y en el sustrato de ese conformismo la singularidad asturiana está en igualar por abajo hasta triturar aquello que destaque. Habitualmente me llegan proyectos cuya única virtud es la de destacar el lugar de nacimiento de los que proponen determinada actividad. Ante esa continua catarata de propuestas lo más fácil y cómodo es repartir baraja y dar una carta a cada uno, como si estuviésemos ante una mesa petitoria. Lo complicado es la apuesta por iniciativas de ambición artística, por lo que sí tiene valor añadido y aporta. En el mundo de la música, de las artes en general, no todo pesa lo mismo ni tiene idéntico calado. La calidad artística no conoce de fronteras y el artista que se las autoimpone, mal asunto. Es indicativo de que quizá lo que ofrece no está a la altura de lo que ambiciona. Sin embargo, si observamos con detenimiento la oferta pública, salvo contadas excepciones, no se aprecian vectores novedosos y la confusión entre cultura y entretenimiento está dañando, quizá de manera irreparable, a la primera.

Hay proyectos, fruto de la iniciativa individual, en Asturias que han conseguido salir adelante, precisamente, por el esfuerzo y la capacidad de sus integrantes. Voy a señalar alguno de ellos. En el ámbito coral, el coro El León de Oro que lidera Marco Antonio García de Paz ha conseguido unos umbrales de prestigio nacional e internacional asombrosos en un proyecto que creció modesto en medios materiales pero que, a la vez, tenía un horizonte artístico elevado y un criterio firme en la consecución de cada meta. Estamos, sin duda, ante un perfil que en el que la clave ha sido el tesón y el entusiasmo de los implicados, pero no ha gozado de un firme y decidido apoyo institucional que tardó y mucho en llegar, no fuera a ser que se molestasen otras agrupaciones si se contribuía a empujar a una de manera decidida.

Hay muchos más ejemplos, pensemos en Forma Antiqva, referencia en el mundo de la música antigua -la formación de los hermanos Zapico ha sabido reivindicar su posición artística en un mundo de una exigencia total, y ese mérito ha requerido de un esfuerzo titánico- y a estos dos ejemplos podemos unir decenas de intérpretes que están en los circuitos internacionales, trabajando en orquestas de primer nivel, etc. Las instituciones muy pocas veces han sabido estar detrás de lo relevante. Las becas que antes amparaban fundaciones han desaparecido, y el café para todos es la tónica de un territorio que, poco a poco, va perdiendo pie y arrinconando la música patrimonial con un descaro que no sonroja porque el nivel cultural de nuestra clase política parece sumergido en las profundidades de la sima del Cachucho.

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