Frente al dolor

García Montero pone marchita belleza en la desolación de un campo de refugiados, un alegato de vida superviviente ejecutando al dolor titulado “Adán y Eva” y dedicado a Raúl Zurita: “Ahí estaba la historia / resumida en dos cuerpos”. El tiempo detenido, una de las constantes de la poesía del granadino, es ofrecer una secuencia vivencial ante un lunes “que tiene maneras de lector de poesía” y no deja de ser el trasiego de la vida. Define el verso como lo apremiante y urgente frente a la tiranía de lo establecido, el cometido de articular un mensaje: “En cada uno de nosotros vive / un misterio carnal, / la respuesta que somos / incluso a lo que no tiene respuesta”, ejemplificado también en el poema “La casa”, que homenajea con toda su consonancia a Joan Margarit.

Este libro acendra también su registro de defensa de la vida ante las gotas crueles del sufrimiento, la vuelta una y otra vez a la palabra a modo de Prometeo para robar el fuego a los dioses. Dar un sentido y coherencia a la historia, refundirla en primera persona como testigo ejemplar de resistencia: “Creo en el sudor y el relato”. La búsqueda de argumentos para consolar el paso del tiempo, la tregua de unos ojos o un libro. El artista ante la sociedad ególatra y perdida interpreta el mundo sin fundamentalismos, la necesidad de bullir de nuevo. La belleza del universo bien pensado frente a los conquistadores, hacer de la creación una aventura razonable, sin olvidar el destino humano. La recuperación digna de personajes como Galileo, Cristóbal Colón, Núñez de Balboa, Juan de la Cruz, Cervantes u Olympe de Gouges es uno de los ejes de la obra, con el recuerdo debidamente apuntalado: “Heredamos los siglos, sus metales preciosos, épica de una historia que quiere ser novela, dorada calidad hecha de barro / y carne de cañón”.

El covid deja su funesto rastro erigiéndose en refugio solidario de la colectividad y los seres queridos. La poesía reclama su función social en este tiempo desabrido, el espacio fructuoso de un poema de amor. Late la conciencia de que la vida no es una bagatela, ni una herencia de traiciones, lo irremediable del ser con su carga a modo de peaje, como el poema que da título al libro. En los versos de García Montero afloran las relaciones humanas en carne viva. Fechas grabando en arrogante signo los recuerdos. Querer vivir y recorrer el mundo desprendiéndose de ataduras lacerantes, solamente vinculadas a la emoción resguardada de un cuarto de hotel. La búsqueda, como en el titulado “Kavafis”, de “belleza y porvenir”.

En “No puedes ser así” la literatura mira de reojo a las dictaduras, siempre vigilante ante las promesas fútiles de la política. Hay muchas connotaciones sentimentales en el poema “2015”, que homenajea a Neruda, Lorca, Vallejo, María Teresa León y Alberti. Personajes que recorren el mundo y fueron fruto de una perversidad nada casual, para reclamar después dignidad para mirar el futuro, como es el caso de Jesse Owens. Lo escrito es una huella atemporal y fúlgida. El lúcido testimonio de dejar una palabra válida, a modo de testamento, igual que se rescata el barco agrietado de la vieja Europa. El mercantilismo aparecerá segado en poemas como “Presidente”.

Luis García Montero ama y desmitifica el oficio de poeta, para conversar con Juan Ramón Jiménez y mirar sin resignación al virus: “También está de moda el verbo confinar / que no es destierro sino reclusión / en una residencia. / Vivir dentro de límites precisos / según el diccionario”. Un bisturí literario que aúna presente, pasado y futuro, obvia la indiferencia y masacra todo cercenamiento.