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El naturalismo de la prensa escrita

Rescate editorial: retrato de la epidemia de cólera que golpeó los arrabales de Madrid en 1885

Cultura - Libros

El periodista Julio Vargas (La Orotava, Tenerife, 1839- Madrid, 1899) dedicó buena parte de su vida profesional a hacer reportajes naturalistas de la misma manera que Émile Zola se internaba en las minas o viajaba a bordo de una máquina de ferrocarril. Periodismo de ese que ahora se llama comprometido y que tan bien popularizaron Jacob Riis en “Cómo vive la otra mitad” (1888) o Jack London cuando se vistió de vagabundo y se camufló por las calles oscuras del East End para escribir “La gente del abismo” (1903).

Pero eso fue después de Vargas.

Lo singular es que este periodista decimonónico se adelantó en su desempeño a los dos anglosajones desclasados. En 1885 la imprenta de “El Liberal” publicó “Madrid ante el cólera. Viaje de exploración”. Ahora, en pleno 2021, la benemérita editorial La Felguera ha rescatado un libro más que centenario y lo ha hecho acomodando el título que puso Vargas, de tal modo que ahora el periodista es autor de “Cólera. Viaje de exploración por los arrabales de Madrid (1885)”.

No dice Servando Roche, el responsable de la reedición de este librito, por qué han optado por la retitulación, pero da igual. Lo importante es que los escritos de Vargas vuelvan a existir: una decena de reportajes en la línea que separa la civilización de la barbarie. Y es que la barbarie estaba allí: en el barrio de la Prosperidad (que no deja de ser paradójico), en el de las Injurias (al sur de Campillo del Mundo Nuevo, que el nomenclátor madrileño es pura delicia) o en Vista-Alegre, antes de Podemos, cuando era ciudad de veraneo. Después del final de Madrid, comenzaba la destrucción. “Cólera” es buena muestra de ello: antes de Galdós y su “Misericordia”; antes de Baroja y “La Busca”. El naturalismo descarnado llegó a la prensa antes que a la ficción y eso sigue causando desbordamiento moral siglo y medio después.

Los editores quieren equiparar el librito de Vargas (donde habla de las afectaciones por el cólera en las clases bajas) con las infecciones por el covid-19. Y sería una buena intención si las dos epidemias corrieran por el mismo lado salvaje de la vida. Pese a esto, que es evidente, hay retazos que podrían estar escritos ahora mismo. Habla de un chaval de 23 años, vecino de las Injurias desaparecidas: “Hace cuatro días fue atacado del cólera y ayer, a las diez de la mañana, falleció con el dolor de haber trasmitido la epidemia a las que iba a ser su esposa, a una niña de 3 años, hermana de esta, a un hermano suyo y a la mujer del anciano que lloraba tantas desdichas” (pág. 91). Vargas, en “su exploración”, descubre que la vida es más triste de lo que se cuenta en los barrios ricos. Y ahí está su tesoro. El de haber previsto el presente pandémico actual, pues no. El covid es enfermedad de todos; el cólera, no, el cólera se cebaba con los pobres.

Las notas añadidas al texto original son cartográficas (“La puerta de Bilbao fue un acceso abierto en la cerca de Madrid”) o históricas (identifica quiénes eran los actores Carlos Latorre o Julián Romea). Llama la atención que no se señale el error de Vargas cuando dice que unos soldados gallegos en la Virgen del Puerto sueltan “su morriña” al grito de “Viva Pravia” o “Viva Piloña”, que ya es tener mucha morriña. Aparte queda una errata gorda en el índice, pero ya digo, es lo de menos. Lo importante es sacar del olvido de la prensa publicada a un pionero naturalista, un escritor al modo de las topografías médicas de principios del siglo pasado, un adelantado al que da gusto haber podido conocer estos días que pasé leyéndolo.

Cubierta del libro

Cólera. Viaje de exploración por los arrabales de Madrid (1885)

Julio Vargas 

La Felguera, 172 páginas, 13,30 euros 

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