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Poemas humanos

La escritura rotunda y precisa de Marta Agudo en “Sacrificio”, su nuevo poemario

Cultura - Libros

Jugando con una dicotomía que la propia Marta Agudo maneja en uno de sus poemas, diría que no hay periferia posible en “Sacrificio”, su nuevo libro, publicado por Bartleby Editores. Todo en él es centro, entendido lo de “centro” como lo sustancial, aquello de lo que no se puede prescindir: “Puro centro, puro milímetro donde asentir lo humano”, se dice al comienzo del poemario. Y ese asentimiento se perfila como clave, desde mi punto de vista, para no leer “Sacrificio” en una línea tal vez natural pero indeseada: la del exorcismo del dolor, la de la desdichada pero humana visión del poema como terapia. Lejos de dicho propósito está siempre Marta Agudo. Los poemas en prosa de su libro modulan más bien un lenguaje (casi diría un idioma) con el que leer la condición dura y humana que supone padecer una enfermedad: “No es un estado, es una condición”, se dice en el mismo texto que antes citaba.

El lector de “Sacrificio” asiste, poema a poema, a la construcción de una serie de contextos que se alimentan unos de otros, pero que poseen la capacidad de mostrar su autonomía. La poesía que sobrevive a sus propios tópicos es aquella que nos propicia releer la realidad y el entorno a través de los ojos desorbitados y precisos del lenguaje. Leer “Sacrificio” significa releer sobre asuntos de los que parece que se han dicho muchas cosas, pero que el cruce entre la experiencia particular y el borde rebasado de las palabras renueva lo que parecía ya sabido.

Dotada de una brillante mezcla de rotundidad y precisión, Agudo afila expresiones y las coloca al borde del abismo: “Como los avisos de los aeropuertos repito mi nombre para recordarme. Válvulas de un oxígeno ya respirado, juegos de identidad contra una tarde gastada. Hoy viste demasiado el mar... [...] agujas, saetas sin melodía”.

La poesía, en no pocas ocasiones, ha de salvarse a sí misma de su redicho lirismo o de su vacía emotividad. “Sacrificio” nos sirve para comprobar aquello que el autor mejicano Julián Herbert dijo: “Escribir un poema es agarrar un cuchillo por el filo”.

“Me siento y me avizoro”, así se abre otro de los poemas. El diccionario de la Real Academia resuelve el significado de “avizorar” con un escueto “acechar”. Pero el lenguaje poético va más allá del significado convenido de las palabras. Avizorarse pasa por ser una paradójica introspección externa: “Me siento y me avizoro. Busco en qué punto de esta pierna el predicado. ¿Es el sujeto el corazón porque canjea ritmos o todo cuaja en una oración pasiva sin complemento agente? Los complementos circunstanciales marcarán la índole de tu existencia: el cómo, el sitio, la luz. Y la gramática: otro posible orden al que brindar el sacrificio”.

El cómo, el sitio, la luz. De ahí el poema.

Cubierta del libro

Cubierta del libro

Sacrificio

Marta Agudo 

Bartleby Editores, 70 páginas, 13 euros

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