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Treinta años de OSPA

La Orquesta del Principado está de fiesta, pese a la desidia institucional

Cultura - Música

La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) festeja con orgullo sus primeras tres décadas de vida. No se creó de la nada. Asturias fue, desde la primera mitad del siglo XX, una de las pocas regiones españolas que tuvieron una agrupación musical dotada de cierta estabilidad, si bien la fundación de la OSPA hace treinta años supuso un punto de inflexión, un salto de calidad que cambió, y para bien, de manera rotunda la vida musical asturiana.

La OSPA, con todo su equipo, ha dado grandes alegrías al Principado. Su labor cultural es innegable en estos años y sustancial la proyección exterior conseguida. Ha demostrado ser una orquesta flexible, comprometida, capaz de afrontar los más ambiciosos compromisos y con gran vitalidad para responder a los grandes retos que, a día de hoy, afronta la música patrimonial.

Muy pocas instituciones en Asturias tienen esa capacidad de la orquesta para trascender y llevar el nombre de la región al alto nivel de excelencia por el que siempre ha transitado. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Ahora vemos apoyos por redes sociales de los políticos, pero, sinceramente, la desidia institucional ha sido la tónica dominante de la Administración regional con respecto a nuestra formación sinfónica. Presupuestos estancados, proyectos que no se pueden acometer por falta de medios, plazas que se eternizan sin cubrir en la plantilla musical, y un largo etcétera, son algunos de los ejemplos más claros de la indolencia de los gestores políticos. Por otra parte, no es abundante la presencia de miembros del Gobierno, o de la misma consejería de Cultura, en los conciertos. Es casi algo extraordinario. Y esto, señores políticos, no es cuestión de gustos: va implícito en el sueldo que la ciudadanía les paga. ¿Cómo se van implicar entonces, de manera decidida, en proyectos que desconocen? Y esto lleva a que la orquesta no esté rindiendo a la altura que merece. Le falta un impulso de los poderes públicos que nunca acaba de llegar. Es la orquesta una clara damnificada de la falta de una política musical coherente por parte del Principado. Nunca la hubo y cada vez menos. Otras formaciones homólogas duplican a la OSPA en recursos que les permiten, por ejemplo, planificar giras de conciertos ambiciosas que les han colocado en el mapa internacional. Las giras, cada vez más, en la OSPA empiezan a ser una rareza y esto no es sólo atribuible a la pandemia.

La OSPA se ha ganado, por derecho propio, estar en el centro de la vida cultural asturiana. Requiere de un cuidado continuo e implicación, más allá de discursos vacíos y circunstanciales que sonrojan por las carencias que inútilmente tratan de enmascarar. El esfuerzo de llegar hasta aquí merece más. A corto plazo precisa, sin dilaciones, de un director titular nuevo que ilusione, no un mero parche para salir adelante. También aquí hay que ser ambiciosos y no optar por la solución más cómoda. Quisiera ser optimista porque los músicos, y el equipo técnico que la conforman, lo merecen con creces. Eso sí, quizá el optimismo mío tenga algo de voluntarismo porque no se percibe claridad política al respecto y cuando no se ve, sencillamente es que no existe. Esperemos que la orquesta logre abrir una nueva etapa en la que pueda aumentar su rendimiento cultural al servicio de la sociedad asturiana.

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