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Música

Música y catedrales

La basílica de Burgos festeja su octavo centenario con un espectacular programa cultural con la música como protagonista

Cultura - Música

Las grandes catedrales vertebran el continente europeo. Han sido y son focos de fe y cultura a lo largo de los siglos. En ellas la música ha sido vector esencial. De hecho, los archivos catedralicios son auténticos tesoros en los se que almacenan, a veces injustamente olvidadas, joyas musicales de primer nivel que no encuentran acomodo, por diversas circunstancias, en los circuitos habituales de conciertos.

Burgos festeja, a lo largo del año, y por todo lo alto, el octavo centenario de su catedral, uno de los templos españoles de mayor significación histórica y artística. El programa cultural –que a través de una fundación creada para la ocasión han apoyado financieramente varias instituciones– supone un verdadero revulsivo cultural para la ciudad y, con fuerte polémica en alguna de sus actuaciones –sobre todo por el cambio de las puertas de la catedral–, incluye un despliegue musical de primer nivel nacional e internacional. La inversión es importante y está consiguiendo posicionar a la ciudad en el sector musical con fuerza, aunando el revulsivo turístico con un valor añadido sustancial que repercute, de manera indudable en la proyección exterior de la misma.

El pasado fin de semana tuvo lugar alguno de los actos más significativos del ciclo, con la presencia en la ciudad de la Mahler Chamber Orchestra, el Orfeón Donostiarra, el tenor Javier Camarena y el maestro Gustavo Dudamel, al frente de un proyecto que buscaba concitar músicos de diferentes nacionalidades, con el objetivo común del encuentro, más aún en este tiempo tan castigado por la pandemia. Pocas instituciones se acercan tanto a este objetivo como lo hace la Mahler, impulsada en su momento por Claudio Abbado, y que reúne intérpretes de más de veinte nacionalidades.

La Escalera Dorada de Diego de Siloé sirve de telón de fondo para la mayoría de los conciertos. Es, sin duda, un espacio privilegiado. Mendelssohn y Mozart pusieron el argumentario de la velada del pasado sábado a través de la “Sinfonía número 3 en la menor, op. 53, escocesa” y la “Misa de la Coronación en do mayor, Kv. 317”, respectivamente, propiciando una noche gloriosa. Mendelssohn, en el ámbito catedralicio, casi fue un preludio a través de una obra hermosa y pletórica de romanticismo como es la “escocesa”.

Las grandes obras sinfónico-corales de carácter religioso encuentran en los templos, como es lógico, su hábitat natural. Dudamel apostó en Burgos por una de las obras mozartianas más cristalinas, la “Misa de la coronación”, y la llevó en volandas de la mano de un excepcional Orfeón Donostiarra que se ubicó en la Escalera Dorada, lo que ya de por sí añadió espectacularidad visual al concierto. Un impecable cuarteto solista sumó y mucho, especialmente la soprano Katharina Konradi en el “Agnus Dei”, con una sobriedad expresiva conmovedora. La Mahler Chamber Orchestra es, a día de hoy, una formación en estado de gracia, con una prestación técnica y estilística sólo al alcance de un muy selecto ramillete de orquestas en todo el continente. Lo confirmó en estas intensas jornadas musicales burgalesas, que en la propia ciudad se vivieron con el entusiasmo propio de las grandes ocasiones. Ocho siglos de catedral bien lo merecen.

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