La vida salva
José María Castrillón redefine su obra en una antología personal hecha con nuevas perspectivas

Cultura - Libros
Alfonso Fernández García
Si me pregunta por “Formas de saber que sigues vivo (Antología, 1991-2020)”, de José María Castrillón (Avilés, 1966), le diría que, por suerte, no es una antología. Es una obra que integra un corpus de poemas ya publicados y algún inédito para ofrecer una creación nueva, con otra intensidad, con una nueva intención. ¿Así que, “realmente”, es una antología? Sí, en efecto, pero concebida para ser una obra autónoma que aporte un sentido distinto y se aleje del inventario de citas de ediciones pasadas. Hay una palabra asturiana, “esbilla”, que resulta oportuna para describirlo: no se trata sólo de seleccionar, sino también de sacar el grano, de separar las hojas sobrantes y reunir una materia cuya condición es otra, más esencial y con otra proyección.
La editorial La Garúa ha ofrecido al poeta asturiano la oportunidad de esbillar su obra poética y el autor ha aprovechado para dar otra función a las piezas, para desplazar la corriente a otros cauces. En una edición muy cuidada, con prólogo de Tomás Sánchez Santiago, y dividida en cuatro títulos (“Sombras” / “cuerpos” / “palabras” / “y cadáver”), recuperan el vuelo poemas de “Animal de compañía” (1998), “Aún por recorrer” (2004), “La vieja munición” (2005), “el círculo y la piedra” (2006) y “gramos” (2010).
Los nuevos capítulos vuelven contiguos tiempos y espacios alejados en origen, los recuerdos y el presente se cruzan en un contexto de relaciones actualizadas: “La belleza es una suerte de pigmentación del tiempo”, dice. En el horizonte de sentido que abre la lectura del libro, el tiempo traza y empuja el significado de las ausencias, el amor, el luto, el miedo, la paternidad, el dolor, el sexo, la belleza, como una decantación, un trasiego de hechos, ideas y emociones sostenidas más por el asombro que por la certeza. Palabra y cuerpo se transfiguran en sombras: “Y qué decir del tiempo sino que el cansancio nos hace formular la incertidumbre tallar el sueño”.
“Formas de saber que sigues vivo” crea conexiones, nudos de sentido: las manos y la sed, el agua y las palabras, el miedo y las ramas, el sol y la muerte, el fuego y la familia, la raíz y el latido. La poesía permite “hacer granero” con lo perdido, es el arte de significar creando caminos nuevos al lenguaje, encontrando los “panes del habla”, dice José María Castrillón: “Cuña / en lo que no existía / el poema sostiene / lo que no sabíamos que pesaba”.
Con este libro, con un buen libro, es tiempo de comprender de otra forma. Leo uno de los poemas, con el verso “el agua no tiene haz ni envés”, y comprendo que, como muchos conocimientos vitales, el saber es una imagen por venir y la poesía un fluido que cura abriendo las heridas.
El precio de las palabras, “por amor a lo preciso”, es jugar con el exceso o el silencio y pagar con la posibilidad de sufrir “un error dentro de otro error” (parafraseo y mezclo citas para expresar que la escritura de Castrillón está abierta a exponerse, a tratar el dolor o el remordimiento). La escritura poética es un acto de generosidad, un desnudo que arropa al lector: “Siempre es calor lo perseguido”.
La escritura poética es un acto de generosidad, un desnudo que arropa al lector
En 2018, Castrillón publicó “Subir al origen. Antología comentada de poesía occidental no hispana (1800-1941)” en la editorial Trea. Hoy imagino, un poco ingenuamente, que algunas citas de esa edición formarán parte de este libro: romper las fronteras del género y que fragmentos de ese ensayo / antología se mezclaran entre poemas. Eso que llaman “justicia poética” hace que, en ocasiones, el peso del itinerario personal sea una carga de profundidad de la obra. En el ensayo que sostiene “Subir al origen”, Castrillón logró alcanzar una escritura divulgativa partiendo de las fuentes de su intimidad como lector. De la poeta rusa Anna Ajmátova, seleccionaba el poema “La sentencia”, que se inicia con estos dos versos: “Cayó la palabra de piedra / en mi pecho aún vivo”. Ahora, en “Formas de saber que sigues vivo”, Castrillón se enfrenta a la lectura de su propia obra y, de algún modo, el orden de los textos, los cuatro encabezados, el inicio y el cierre, son maneras de compartir su interpretación con los lectores. Y al final, emociona leer las palabras de gratitud del último poema, “Convalecencia”, que justifican el título y la apertura del texto a la vida.

Cubierta del libro
Formas de saber que sigues vivo
José María Castrillón
La Garúa, 120 páginas, 12 euros
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