Lucía Fernanda, de apellido Carmona –aunque prefiere que se la conozca solo por sus nombres de pila, tal y como aparecen en su DNI– luce los ojos pintados de rosa chicle, unos grandes pendientes dorados y una permanente sonrisa. Nieta de Juan Habichuela e hija de Antonio Carmona –miembro del grupo Ketama– y de Mariola Orellana, Lucía admite haber aprendido gracias a ellos a “disfrutar de la música sin prejuicios”. Y es que esta joven, de 25 años, ha crecido entre artistas, palmas y acordes de guitarra que le han “enseñado a apreciar el arte”. Una guitarra como la que carga con ella y que le ha ayudado a componer ‘Yelem’, su álbum de debut.

Es complicado encasillar ‘Yelem’ en un único género musical. De hecho, ella misma reniega de hacerlo pues reconoce no sentirse cómoda con las etiquetas. Lo que está claro es que el primer trabajo de Lucía Fernanda es toda una declaración de intenciones; un canto a la etnia gitana en el que la artista se presenta como alguien que no tiene miedo de coquetear con diferentes estilos. El resultado: un álbum que hace gala de una mezcla entre sus raíces flamencas y el urbano más actual.

“Yo misma soy una mezcla”, bromea la artista, quien por parte de padre es de etnia gitana. “Siempre me ha gustado jugar con estas mezclas. Yo no puedo etiquetar mi música, no me lo puedo permitir”, admite. 

Ser libre, muy viva

‘Soy canastera’, corea en una de sus canciones en colaboración con Moncho Chavea. Tradicionalmente, este término hace referencia a los gitanos que se dedicaban a hacer canastas, pero para Lucía Fernanda ser canastera es una forma de vida. “Hoy en día ser canastera es ser auténtica, ser libre, ser muy viva… Es una forma de sentir”. Y así se define ella, como una persona que no limita su libertad artística a su música, sino como alguien independiente y a quien le gusta mucho “ir a su rollo”.

Por eso decide comenzar esta nueva etapa de su vida como Lucía Fernanda y desprenderse -un poco- del apellido que la ha acompañado toda su vida: Carmona. “No quería ponerme un apellido que me condicionara a dedicarme a un estilo de música muy definido o a ser alguien concreto”, admite. ‘Lucía Fernanda’, el nombre que figura en su carnet de identidad, se presentó como un perfecto nombre artístico para la joven. “Me parecía muy personal, muy mío”, aclara.

A pesar de esta decisión estilística, la joven nombra a Ketama como su referente principal a la hora de componer. “Es la música con la que he crecido y vivido”, admite con orgulllo. Ketama se une así a una lista de referentes entre los que se incluyen la familia Flores, amigos cercanos de los Carmona, Amy Winehouse o C. Tangana, al que se refiere como “un genio”.

Su primer trabajo, ‘Yelem’, es también una oda a la etnia gitana. En referencia al himno gitano, ‘Gelem Gelem’, Lucía Fernanda presenta un concepto de disco en el que reivindica sus raíces. “Me gustaría que la gente investigara sobre la cultura gitana. Sigue habiendo muchísimo racismo, pero a veces [los gitanos] no tenemos voz. La gente debe conocer la situación del pueblo gitano”, lamenta. “También me gustaría que se supiera que hay mucha gente que ama el pueblo gitano y sus costumbres, pero aun así hay mucho por cambiar todavía”.

La artista también aprovecha para echarle un cable a Rosalía, que ha sido acusada de apropiación cultural por utilizar elementos gitanos en su música. Lucía Fernanda entiende la música como algo libre a lo que “no podemos buscarle explicación” y por eso señala que no le ve sentido a las críticas hacia la catalana. “La música no debe ser propiedad de nadie. El que trata de buscarle explicación a la música, quizá no se dedica a hacerla”, sentencia.

‘Yelem’ marca una nueva etapa en la vida de Lucía Fernanda. Su entrada en el panorama musical español representa la conquista de un sueño de la infancia para ella y el inicio de un viaje del que espera “aprender mucho”. No pretende ser una superestrella, pero quiere que la gente sienta su música como hacía ella cuando se compraba un CD nuevo. Ahora, pretende ir poco a poco conquistando sus pequeñas metas y viviendo el día a día. “Quizá acabo en Eurovisión. No se me ha presentado la oportunidad, pero yo iría encantada. Molaría mandar algo más nuestro, con nuestras palmas y nuestros cajones a petarlo”, dice, con una sonrisa de oreja a oreja.