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Lealtad y humanidad

“Animal de bosque”, el libro póstumo de Joan Margarit, es el cénit y la despedida de su poesía

Cultura - Libros

Un canto de amor pausado y remarcado nos ofrece Joan Margarit en “Animal de bosque”, cuyos poemas fueron escritos en un año calificado por él mismo como “el mas feliz” de su vida. Los grandes temas de su poesía se conjugan ante el desvanecido espacio de la muerte. El poemario es la prueba irrefutable y el cénit de un autor que supo aunar la poesía a la vida con tiento y cálculo exacto.

La pérdida de su hija Joana, tan presente en su obra, late con fuerza en este libro con un recordatorio tan poderoso que es una invocación. También hay poemas de amor a su esposa, Raquel, donde se aprecia el pasado como lluvia que golpea los cristales. La felicidad pasada se señala desde el presente: consuelo tangible y esperanzador: “Viendo cómo nevaba en todas partes, / sin movernos de casa, tú y yo / hemos ido evocando / la nieve donde hallamos nuestro amor”. Los poemas del libro tienen una capacidad enorme de evocación desde la perfecta utilización del idioma con convicción y seducción; todo el ayer melancólico y herido desde Sant Just. El valor que el escritor confiere a la poesía como alma y arma reveladora desemboca en el momento en que escribe el poema y remacha con esa percepción actual los versos finales. La poesía de Joan Margarit transpira lealtad y humanidad hacia la especie y al arte en sí mismo : “Encuentro entre mis libros unos cuantos / de Thomas Hardy: son los que leía / mientras ella, muy seria, escuchaba su música, / los dos en un café / de la Rambla las tardes de domingo”.

Otros dos grandes amores y pasiones de Margarit inspiran los poemas de “Animal de bosque”. Por un lado, la arquitectura, capaz de construir cimientos sólidos. Siempre está muy presente el valor de una casa con toda la espiritualidad que alberga, un territorio poético que salvaguarda una intimidad que es una cálida despedida con una vehemente emoción que hace partícipe al lector. La música clásica es otra amiga solitaria de la poesía, una sinfonía o un concierto poseen propiedades curativas. Schubert, Mozart, Beethoven o Brahms son asideros a los que agarrarse para paladear la belleza que se aleja. Un cuadro, un poema, una canción dejan impronta y son numen poético. La creación poética es paralela a la vida, a la que complementa con fluidez: “Siempre necesitamos / poder abrir alguna puerta. / El poema es la llave que el lector / lleva en sus ojos”:

El paso del tiempo será un recuerdo que sobrecoge: “Pronto un rayo de sol pondrá sobre la mesa algún bello recuerdo”. Desolación, soledad y tristeza dan paso a un despertar lírico, a una pequeña y hermosa satisfacción, como resume el poema “Alegre prudencia”. La entrega y la intriga desfilan como una inquietud satisfactoria, el resumen de lo andado. En este cierre a su obra, Margarit deja la vigencia de una herencia con la que se identifican todos sus pasos: “Amo igual que a un hijo al hombre joven / que empezaba a escribir”. Homenajea, además, con nitidez a dos compañeros de viaje, como Ángel González y Juan Marsé. Contraponiéndose al decoro de la amistad está el tiempo esquivo de la dictadura y la política rígida y gris. Un desengaño político que no emparenta para nada con la literatura y sitúa al poeta catalán en una órbita lejana en la que perderse para volver a desdecir: “Ahora ya, con las entrañas frías, / me alejo como un animal de bosque”.

Toda la soltura del que se atreve a mirar y deja una pausa en forma de legado comparece en el libro: “Se acerca la absoluta soledad, / ese futuro que contemplan / las gaviotas más altas”. Palabra, pues, de un hombre que, desde el soporte inestimable del verso, supo amar con toda la sencillez de la verdad y despedirse: “Me iré amándoos / y algo mío intentará volver”.

Cubierta del libro

Cubierta del libro

Animal de bosque

Joan Margarit 

Visor, 193 páginas, 20,90 euros 

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