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bloc de notas

Conjugar la vida pequeña

J. Á. Gonzalez Sainz combate los tiempos apresurados y banales en un ejercicio machadiano e impagable de la razón

Cultura - Libros

Habría que volver a ciertas lecturas fundamentales para enfrascarse como es debido en la que generosamente nos ofrece J. Á. González Sainz en “La vida pequeña”, su cuaderno de bitácora compuesto por breves textos íntimos y que adelanta una trilogía cuya primera parte acaba de ver la luz bajo el título “El arte de la fuga”, a la que seguirán “El arte del lugar” y “El arte del instante”. Por esas lecturas anheladas nos conduce el autor soriano en un ejercicio machadiano e impagable de la razón que se presenta como una necesidad en los tiempos apresurados que corren con un sesgo inequívoco de banalidad. Esa nostalgia de literatura salvadora que encierran precisamente algunos de los textos de Albert Camus, citado por González Sainz, cuando escribe “Ya no quedan desiertos. Ya no quedan islas. Y, sin embargo, se siente su deseo”. El autor ha indagado en el fondo que subyace del cataclismo de la pandemia para buscar las soluciones a otra epidemia: la de nuestros modos de vida y la relación que mantenemos con la realidad.

Montaigne se encerraba hace más de 400 años en su torre para escribir sobre el miedo, la imaginación, la muerte o la soledad, reivindicando el orgullo del sosiego y para recordarnos cómo la huida serena y aplomada no pertenece solo al espíritu de la derrota, sino también al de la victoria. Él mismo, cuenta González Sainz, huyó muchas veces en su vida “del fanatismo de las guerras y de la religión de su época, de la peste y de la barullera necedad de la gente y la no menos enredadora necedad de las leyes y la alta política, y también de la necedad de creerse que uno está libre de necedad”. Finalmente supo, además, huir de la propia huida, cuando observó que podía ser lo más parecido a escabullirse de las responsabilidades públicas ante sus conciudadanos. Cabe explicar, como el propio autor de “El arte de la fuga” recuerda, que Michel de Montaigne fue alcalde de Burdeos e intervino decisivamente en un cambio de reyes.

Ilustración de Pablo García

Ilustración de Pablo García

Huir no siempre es escapar, también consiste en dedicarse atención, estudiarse, meditar sobre los errores y vivir una vida pequeña o abarcable antes de tener que reconocer que has pasado por ella como viajan las maletas. Con ese tono machadiano que le caracteriza, González Sainz, uno de los mejores escritores en lengua castellana, invita a pararse, a reconsiderar la vida después de una de las grandes crisis de nuestro tiempo. Teniendo en cuenta, además, que la vida está sujeta a toda clase de cambios bruscos y frecuentemente se parece a esos días de invierno de colorido peculiar en los que el cielo acuoso cambia a rosa, gris y verde como si se trata de un gigantesco ópalo.

El autor de este cuaderno de bitácora, tan bien escrito como necesario, cuenta que la “catástrofe”, es decir la pandemia, le pilló en la pequeña ciudad (Soria) adonde había regresado, después de largas estancias en Venecia o Trieste, para perder de vista “los mundanales ruidos” y “las globales puñeterías”, con el fin de intentar tomarse la existencia de otra manera. “Una vida pequeña que lo volviera a conjugar todo, los tiempos y las personas, las acciones y las cosas, de otros modos posibles y con otras jerarquías de importancia; que dimensionara de otras maneras y cuestionara con otras perspectivas, que relacionara, es decir diera sentido, según otras modalidades y sesgos”. Siempre parafraseando a Machado en aquello de todo es cuestión de medida, un poco más, algo menos.

No es habitual en los escritores ni en el resto de las personas disponer de tiempo para medir la vida que avanza inexorablemente transportando el caos. No lo es precisamente porque el tiempo no sobra para dedicarlo al menester principal que es uno mismo. Al principio, todo parece lejos y nadie inconscientemente se da cuenta, y al final suele ser demasiado tarde. La vida pequeña, si es que existe, se precipita. Valga para entenderlo la cita de Stevenson que sirve al autor para abrir la puerta de este deslumbrante y precioso libro sobre la huida: “Tenemos tanta prisa por hacer, por escribir, por adquirir velocidad, por hacer nuestra voz audible un momento en el desdeñoso silencio de la eternidad, que nos olvidamos de una cosa, de la que esas otras solo forman parte, es decir, de vivir”. Háganse un favor a sí mismos, lean a González Sainz.

Cubierta del libro

Cubierta del libro

La vida pequeña (El arte de la fuga)

J. Á. González Sainz 

Anagrama, 208 páginas, 17,90 euros

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