Hace tiempo que Rubén Pozo camina en solitario y ahora disfruta de una nueva etapa junto a su guitarra, con conciertos íntimos, mientras prepara su nuevo disco. Este sábado toca en La Espina de Gandarío dentro del ciclo Km. C de Estrella Galicia.

-¿Qué prepara para su concierto?

-Presentaré mis canciones tal y como las he compuesto, a voz y guitarra. Un concierto íntimo con un compendio de canciones mías, de ahora y de otras épocas.

-¿Le gusta el pequeño formato, usted que ha vivido de todo?

-Me encanta. En estos tiempos hay que estar sentados, pero me parece que son conciertos agradecidos. Prefiero que la gente esté tranquila porque no es un concierto de saltar.

-Su último trabajo fue Mesa para dos, con Lichis. ¿Cómo surgió la oportunidad?

-Me llamó él para ver si hacíamos algo juntos. Empezamos a tocar en directo, sin tener ninguna canción conjunta, pero mezclando repertorios. En la gira fuimos componiendo lo nuevo. Hicimos doce canciones, las grabamos y las sacamos. Luego llegó todo esto de la pandemia, pero nos ha quedado un recuerdo muy bonito y un disco que nos gusta mucho.

-¿Cómo es componer entre dos?

-Uno trae una estrofa y medio estribillo y el otro lo completa. Es complicado, pero como ejercicio está muy bien. Aprendes mucho de la otra persona, sobre todo si, como en este caso, es un tipo con tanto talento.

-No publica en solitario desde el año 2017. ¿Está preparando algo nuevo?

-Sí. Ya estoy en el estudio. He empezado a grabar para publicarlo en 2022. Después de Habrá que vivir, me puse a hacer Mesa para dos y luego ya llegó la pandemia. Hay ahí año y medio largo que hubo parón obligatorio para todo el mundo, pero mi cerebro es como que no lo cuenta. ¿Hace cuatro años que no publico? Bueno, quítale ese tiempo de pandemia.

-¿Cómo afronta ese proceso de componer?

-Me inspiro bajando al estudio y abriendo un cuaderno, cogiendo la guitarra y quedándome con cara de tonto ante la hoja en blanco mientras rasgueo la guitarra. A veces sale algo, a veces no sale nada, otras muy rápido o muy lento.

-Habrá que vivir podría ser un himno de ahora y se publicó hace cuatro años.

-Sí. Durante la pandemia, subió mucho ese disco. Justo esa frase me la decían mucho: “Habrá que vivir y aprender a vivir con el COVID”. A veces se hacen cosas y de casualidad encajan. Es lo que hay. Cosas que no estaban planeadas, que no estaban en el guión y aparecen.

-Hace unos días revolucionó las redes con su concierto en el Náutico de San Vicente junto a Leiva y otros músicos. El reencuentro de Pereza.

-Es una cosa de amigos. Estuvimos en casa de Iván Ferreiro, con Amaro. Es un concierto que surge de la amistad y de pasar unos días con la pandilla. Había un concierto e hicimos cosas juntos. Pero es una historia de amistad y de pasarlo bien.

-¿Qué queda del Rubén Pozo de Pereza?

-Quedan algunas canciones de aquella época que sigo tocando en directo. Creo que queda mucho. Se cambia, pero hay cosas que permanecen.

-Tras su disco con Lichis, ¿tiene alguna colaboración soñada?

-Ahora solo pienso en mi disco. He colaborado con mucha gente. Tengo muchos héroes y gente muy talentosa con la que me gustaría colaborar.

-¿Cómo va a ser el nuevo disco?

-Es mi rollo. Hago canciones a guitarras: acústicas, eléctricas, enchufadas, desenchufadas, de seis cuerdas, de doce... Con los materiales de siempre, guitarra, bajo, batería y un piano. No hay ningún golpe de timón fuerte. Quizá es un poco más acústico. Tengo una paleta de colores que utilizo desde hace muchos años y no se me queda corta. No pienso en hacer un disco electrónico porque no lo sé hacer.

-Un disco suele ir acompañado de una gira, ¿le agobia pensar que en 2022 todavía no se recupere por completo la normalidad?

-A lo mejor está mal decirlo, pero para los acústicos, el formato con el público sentado lo veo perfecto. Es una putada porque el virus ha atacado a las grandes producciones y a grupos cañeros que meten mucha marcha. Muchos dicen “Rubén Pozo es rockero”, pero tengo un alma de cantautor muy grande. Soy cantaurock. Al hacer estos conciertos, me di cuenta de que mis canciones se sujetan a voz y guitarra. Les puedo meter caña y batería, pero si las toco así, tienen un mensaje. Están construidas de tal manera que si despejo la ecuación de la instrumentación y me quedo solo con una guitarra y una voz, esas canciones se sostienen. Espero que pase todo esto y que la gente se ponga de pie. Pero estos conciertos con la gente sentada me gustan.

-¿Puede ser que el público atienda más así al mensaje de las canciones?

-Sí. Es un momento para dar menos botes y prestar atención a lo que cuentan las canciones. La gente lo está disfrutando, aunque es cierto que todos echamos de menos saltar en la primera fila. Bueno, yo no. Yo nací viejo. Cuando era joven, iba a conciertos cañeros y me sentaba en la grada. Soy bajito y no me gusta estar en primera fila y que me pisen o me tiren encima una copa. Además, delante se escucha fatal. Aun así, espero que vuelva esa normalidad más pronto que tarde.