Son los miles de nombres sin brillo de estrellas que llenan los títulos de crédito y permiten entender el esfuerzo conjunto que son una película o una serie; hombres y mujeres sin cuyos trabajos detrás de los focos, desde operando cámaras o en la sala de montaje hasta asistiendo en los guiones o vistiendo y maquillando a los actores y construyendo decorados, las pantallas estarían vacías. Por primera vez en los 128 años desde que empezaron a organizarse sindicalmente en Estados Unidos están dispuestos a paralizar casi completamente la industria audiovisual en el país si los productores y grandes estudios no les dan unas condiciones laborales más dignas o, simplemente, razonables. Y Hollywood tiembla.

El lunes, dos semanas después de que se rompieran las duras negociaciones que desde hace meses mantenía el sindicato IATSE con la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP por sus siglas en inglés) para renovar convenios de tres años que expiraron en julio, más de 57.000 trabajadores del cine votaron abrumadoramente a favor de respaldar la huelga. Son el 99% de los miembros de esa unión con 150.000 afiliados en EEUU y Canadá a los que afectan los contratos en disputa, en Los Ángeles y a nivel nacional, y que se registraron para votar.

Con esa señal de unidad dotaron a sus líderes de una herramienta de negociación poderosa, que hizo inmediatamente a los representantes de estudios y plataformas volver a las conversaciones, que se reiniciaron el martes.

Las reclamaciones

Sobre la mesa han puesto reclamaciones básicas: sueldos dignos para los trabajadores peor pagados, incrementos salariales y participación en beneficios por algunos trabajos en “nuevos medios” (en alusión a los servicios de streaming). Piden también periodos más largos de descanso entre turnos y en fines de semana que acaben con “horarios laborales excesivamente inseguros y dañinos” y reclaman que se refuercen las obligaciones de los estudios para dar a los trabajadores tiempo para comer en los maratonianos rodajes, incrementando las multas si no se ofrecen esas pausas (castigos que ahora son tan bajos que algunos productores incluso los asumen y los incluyen en sus presupuestos).

De momento el diálogo continúa, pero la amenaza de un paro existe. Los trabajadores se muestran más decididos que nunca a reivindicar derechos laborales, especialmente después de la pandemia. Han pasado meses denunciando para quien quiera escucharles las condiciones en que trabajan, usando el altavoz de las redes sociales para exponerlas, especialmente en una cuenta de Instagram donde más de mil han expuesto historias de horror.

Con su campaña pública se han ganado apoyos y respaldos. Los han tenido, por ejemplo, de otros miembros de la industria, desde nombres destacados como Octavia Spencer, Jane Fonda o Danny DeVito hasta de los líderes de sindicatos de directores, guionistas y actores (cuyos convenios también deben renegociarse pronto). Su lucha resuena también en despachos oficiales y la AMPTP han llegado una carta firmada por 120 congresistas en Washington, otra de 30 senadores de Nueva York y una más de 50 representantes en la legislatura estatal de California apoyando las reclamaciones de los trabajadores y urgiendo a una negociación “justa”.

En un comunicado tras la votación del lunes Matthew Loeb, el presidente del sindicato, aseguró que el objetivo final es llegar a un acuerdo pero también explicó que en el fondo la votación aborda cuestiones de “calidad de vida así como sobre la salud y seguridad de los que trabajan en la industria del cine y la televisión”. El líder sindical también calificó de “incomprensible” que una patronal que incluye “megacorporaciones que valen miles de millones de dólares, alegue que no puede cubrir para los equipos que trabajan tras las cámaras necesidades básicas como (horas de) sueño adecuado, paros de comida y sueldos que permitan vivir”.

El impacto de la pandemia

Los estudios defienden que ya habían ofrecido respuesta a algunas de las peticiones sindicales, como un acuerdo para financiar un déficit de 400 millones de dólares en su fondo de pensiones y de cobertura médica, algunas ligeras subidas salariales e incrementos en los periodos de descanso entre turnos de rodaje. Para limitar las concesiones, no obstante, alegan que la industria enfrenta “retos y realidades económicas conforme se trabaja para recuperarse del impacto económico de la pandemia”.

La visión desde el lado de los trabajadores es distinta. Aseguran que, precisamente para recuperar el tiempo perdido durante la pandemia, los estudios y especialmente las plataformas, necesitadas de contenido, están intensificando los rodajes a un ritmo brutal y gastando cantidades ingentes de dinero para conseguir grandes nombres mientras recortan en otras partes vitales para las producciones. En 'The Hollywood Reporter' hace unos días una maquilladora, Kristina Frisch, contaba cómo en el primer trabajo tras el parón pandémico tuvo un contrato que implicaba seis días por semana todo el rodaje y nunca parar para comer. “Era como si, por haber tenido que parar por las restricciones, ahora tuviéramos que trabajar más tiempo y más duro”. En el mismo artículo Colby Bachiller, coordinadora de guion, explicaba: “incluso antes de la pandemia sabíamos que los sueldos y las horas eran insoportables, insostenibles y nada saludables, pero ahora son simplemente crueles”.

Como ha sucedido en otros sectores, además, muchos trabajadores han salido de la pandemia con una actitud renovada hacia sus situaciones laborales. “Somos personas, no máquinas”, le decía a 'The New York Times' Sarah Graalman, una maquilladora. “Solo porque matarnos trabajando ha sido lo normal no significa que sea lo correcto. Miles de nosotros nos dimos cuenta en la pandemia. Tenemos que tener un equilibrio entre vida y trabajo”.

Sin precedentes

Ha habido otras huelgas en Hollywood, como la de 100 días de los guionistas entre 2007 y 2008. Aunque aquel paro se calcula que costó a la economía de California 2.100 millones de dólares y la pérdida de casi 38.000 empleos, los estudios entonces pudieron tirar de material que ya estaba escrito. Esta vez sería distinto: sin los trabajadores que ahora amenazan con parar es imposible rodar.